Héctor Luis Silva, “Pochola”, es un pedazo grande de la historia del rugby argentino y deja un legado que reúne todos los atributos: excelente ser humano, grandioso jugador, valiente, líder dentro y fuera de la cancha. Un prócer de su club, Los Tilos, cuya cancha número uno lleva su nombre, y un prócer de los Pumas, a los que capitaneó y dirigió formando parte de varios capítulos entre 1965 y 1987. Cuando estaba transitando lúcido y vital el camino a los 77 años, el coronavirus lo tackleó sin pelota y lo venció tras una larga internación que tuvo en estado de angustia y oración a prácticamente todo el ambiente de este deporte.

Héctor “Pipo” Méndez, su amigo-hermano desde que a los 8 años iban juntos a entrenarse en la sexta de Los Tilos en la cancha del Colegio Nacional de La Plata, fue quien en todos estos días que pasaron se ocupó de transmitir el parte médico que primero tenía como destinatarios al grupo de whatsapp de los Pumas del 65 y los que vinieron después hasta el 71, y que luego se viralizaba a todo el rugby. La figura de Pochola es tan gravitante que se recurrió a todo. Se consultó a médicos prestigiosos de distintos países; hubo rezos católicos, judíos, musulmanes y budistas; se apeló a un brujo de Estudiantes de La Plata (el equipo de Silva) y a un chamán; y todo el rugby, cada uno a su manera, hizo llegar su energía para que pueda vencer al virus.

Pochola frente a Gales en el año 1968.

El viaje eterno de Pochola es especialmente un duro golpe para sus compañeros de los Pumas del 65, ya que es el segundo capitán que pierden, después de Bernardo Aitor Otaño. Silva fue quien lo reemplazó en la cancha cuando lo designaron en 1968 y el que luego tomó su lugar en las reuniones que este maravilloso grupo celebra todos los 19 de junio, la fecha aniversario del triunfo ante los Junior Springboks, cuando el seleccionado argentino consiguió su primer hito internacional. Aitor murió el 30 de marzo de 2005 y desde ese momento, la cabecera y la palabra del equipo quedaron a cargo de Pochola, mientras que la organización siguió bajo la batuta de El Líder, Guillermo Illia.

Pochola Silva fue tan grande que Guillermo Vilas copió de él el uso de la vincha. A su vez, Silva la adoptó cuando se la vio usar a un segunda línea francés en la gira que ese seleccionado realizó en 1960. Entonces, le pidió a Nélida, su madre, que le confeccione una para jugar. “La primera era de tela, muy incómoda, así que mi vieja le agregó un elástico que se me sujetaba en la nuca, y ahí quedó”, me contó en una de las tantas charlas que mantuvimos.

Fue emblemático tercera línea, llegó a jugar de inside y de fullback, pero Silva era un jugador completo como pocas veces se vio. Algunos de los que lo enfrentaron a nivel doméstico en la década de 1960 confesaron que Silva les ganaba el partido él solo, que hacía todo. A los 14 años jugó en la Intermedia de Los Tilos; al año siguiente debutó en Primera. Jugaba con adultos que le llevaban 10 años y al mismo tiempo lo hacía con sus amigos de la quinta división. Fue el capitán cuando su club ganó el primer título, el del campeonato de Reserva de 1964, y cuando logró el ascenso a la Primera en 1966.

La convocatoria a la gira por Sudáfrica en 1965 resultó una sorpresa porque Pochola tenía 20 años y jugaba en un equipo del ascenso y en La Plata, que en ese momento estaba lejos de las zonas de influencia del rugby. Debutó en el segundo partido, en la derrota por 25-13 ante Northern Transvaal Country Districts, en Pietersburg. “La primera vez que me miré en el espejo con la camiseta puesta sentí orgullo. No sabía bien de qué se trataba ser Puma, pero sólo de pensarlo me estremecía. Nadie es capaz, por sí solo y con las palabras justas, de encontrar la definición exacta de lo que siente un hombre de rugby cuando es convocado para un seleccionado nacional”, escribió en su libro autobiográfico, “Pasión y coraje”. No salió más. Jugó 14 de los 16 partidos, apoyó cinco tries y la prensa sudafricana consideró que tenía todo lo necesario para ser un Springbok.

Lo nombraron capitán en 1968. Él asumió la responsabilidad de decirles en una gira a sus amigos Otaño y el Pato Luis García Yañez que quedaban afuera del equipo titular. Líder nato. En 1972, la UAR lo suspendió por protagonizar una publicidad del linimento Bálsamo Sloan. Estaba en la plenitud de su carrera como jugador y capitán. Volvió en 1978 para la gira por el Reino Unido. En el medio se casó con Zulma, tuvieron su primer hijo, Rafael, y se recibió de médico veterinario.

Héctor Silva fue candidato a presidente de la Unión Argentina de Rugby.

Tras seis años sin jugar ni entrenar, el profesor Jorge Kistenmacher, preparador físico del Estudiantes multicampeón, le armó una rutina que él complementó subiendo y bajando las escaleras de su casa con su hijo Rafael sobre sus hombros. En esos Pumas del 78 era el más grande dentro de un equipo repleto de pibes. Empató con los ingleses en 1978, le ganó a los australianos en 1979 y compitió de igual a igual con All Blacks y Springboks. Cuando los sudafricanos lo volvieron a ver como jugador en 1980 no lo podían creer. “Pensaban que iba como dirigente”, contaba entre risas sobre aquella gira con Sudamérica XV. Se retiró el 9 de agosto de 1980 en un encuentro ante el Resto del Mundo en el estadio de Ferro, en el que los Pumas ganaron por 36-22.

Al año siguiente empezó a entrenar seleccionados nacionales hasta que en 1984 la UAR lo eligió para dirigir a los Pumas junto a Angel Guastella, quien fue el que lo había llamado para que vuelva a jugar en 1978. En un staff en el que también estaban Otaño y García Yañez, y en el que Hugo Porta brillaba como capitán, los Pumas en 1985 lograron vencer por primera vez a Francia y poco después empataron con los All Blacks. Tal era lo que generaba aquel equipo dirigido por Silva, que en 1986 se mudó a un estadio más grande, el de Vélez.

La imagen de Pochola adentro de la cancha cuando en Liniers se consumaba el segundo triunfo ante Francia es una de las más emblemáticas de la historia del rugby argentino. Dibujaban la pasión y el liderazgo en su máxima expresión. Después vino el golpazo en la eliminación temprana en la primera Copa del Mundo en 1987 y, entonces, su vínculo sanguíneo continúo en la dirigencia. Fue presidente de Los Tilos e integró consejos en la UAR y en la URBA.

Porta dijo alguna vez que Silva es “la imagen ideal de un Puma, del jugador que todos alguna vez quisimos ser”. Si uno analiza todo su recorrido, está en el podio de los más grandes Pumas de todos los tiempos. Peleando el primer lugar, sin dudas. Pero, además, seguirá siendo siempre un símbolo de lo que debe ser un jugador de rugby. Ese es su gran legado.

Pochola Silva nunca se mudó de La Plata. Además de Rafael, con Zulma criaron a Luis y Juan. Fue un hombre que siempre se cultivó, que trabajó en el campo junto a los animales hasta el último momento. Hay notas que uno no quisiera escribir nunca. Esta es una. Se le extrañara con esa pinta y ese vozarrón que lograba que no volara una mosca cuando empezaba a hablar. Dolerá no verlo en las reuniones de los Pumas del 65. Es un golpe duro para el rugby la partida de Pochola. Es que se ha ido un pedazo grande de su historia.

(Fuente: La Nación)