Emanuel Ginóbili es un tipo tan entrañable que en cualquier caso merecería ser acompañado en la celebración de sus 40 abriles, que se producirá hoy, pero el hecho de que sea como mínimo uno de los cinco mejores deportistas argentinos de todos los tiempos invita a interrogarse acerca del misterioso motor de su vigencia.


Sí, misterioso, en tanto que lo que tenemos más a mano son las descripciones de sus destrezas, su foja excepcional y una interminable lista de admiradores que van desde el mismísimo maestro Gregg Popovich hasta el adolescente que sueña con jugar al básquet y hoy le cantará el feliz cumpleaños por equis red social.


De Manu, pues, el bahiense que acapara marcas de fábula y tiene puesta a plazo fijo su incorporación al Salón de la Fama, ya sabemos casi todo.


Lo que no sabemos, va de suyo, es cuánto más jugará, rendirá y brillará en la temporada de la NBA que empezará en octubre próximo. Cuánto más sabrá gestar para el olimpo de su casa en la NBA, en Texas, en San Antonio Spurs, y cuánto para el Libro de Oro de los gigantescos acróbatas de la pelota naranja.

"Fue bastante más lenta la toma de la determinación que las otras veces porque tenía más dudas. Quería dejar madurar más la decisión para ver cómo me sentía, qué me pasaba y cuántos interrogantes me surgían".


¿Por qué será que Ginóbili decidió sumar un almanaque, el número 16 en la NBA, cuando hace bastante rato que podría estar gozando del confort familiar sin que nada ni nadie mellara su condición de estrella entre las estrellas?¿Por que viene de jugar una buena temporada, y el cuerpo respondió, y todavía dispone de hilo en el carretel, y Popovich acercó un mimo al alma cuando declaró que lo pondera tanto que lo aprovechará y gastará cual si una barra de jabón?


Por todo eso, desde luego, pero sobre todo porque persisten sus ganas de seguir jugando al básquetbol.

"Tengo claro que será especial esta temporada, aunque también sé que no será diferente al momento de entrar en la cancha, porque siempre quiero ayudar a mi equipo a ganar. Y también es claro es que no soy el enfermito del básquet que era antes".


Y entonces, ¿toda la explicación se resumirá en el dato elemental de que Manu tiene ganas de seguir jugando?


Sí, pero con el debido respeto, este cronista se permite formular una hipótesis que asocia a Ginóbili con Baruj Spinoza, crack holandés de la filosofía que en el siglo XVII asombró y escandalizó por una serie de teorías osadas y, por qué no, exquisitas.


En la sexta proposición de su "Etica", Spinoza establece que toda cosa intenta perseverar en su ser, y esta premisa, por ejemplo, interpela la idea de que las personas deseamos esto y aquello impulsados por la mera búsqueda de consumar lo deseado.

"Tengo menos responsabilidades que antes y me cuidan mucho. Es ideal para mí todo esto, y más que nada, a mi edad. Y la familia no fue un problema. Siento que tomé la determinación correcta, la que todos me recomendaron".


El deseo spinoziano es el deseo de quien persiste en seguir deseando. Acaso por ahí ande el resorte de Manu Ginóbili, acaso ahí por palpiten los manantiales de su eterno retorno.


Acaso por ahí palpite la maravillosa redundancia de una mano capaz de gobernar a la mano de Dios. Manu ama jugar al básquet, claro que sí, pero más que nada ama sus ganas de jugar al básquet.

Muy personal

Nació el 28 julio de 1977, en Bahía Blanca, y en 1995 tuvo su debut como profesional con el equipo Andino de La Rioja. Emigró a Italia en 1997 y en 2002, decidió empezar su aventura en la NBA con el equipo que algún día rechazó, los "Spurs", con quien iniciaría el camino que lo llevaría a la gloria.