Confesó. Acorralado por las pruebas, el albañil confesó su vinculación con los delitos sexuales contra sus hijas.

La eclosión del problema ocurrió la noche del 29 de marzo de 2016, cuando las tres niñas, de 17, 14 y 13 años, estaban al cuidado de un hermano. Entonces la mayor lo llamó en privado a una habitación y le contó que su papá las manoseaba y las tenía amenazadas con golpearlas o matar a su madre si decían algo. El joven confirmó enseguida la versión preguntándoles a las otras niñas. Indignado, esa noche no dijo nada por pedido de las chicas, temerosas de que el jefe de hogar cumpliera sus amenazas. Pero al otro día, en la siesta, el joven volvió a la casa, le contó todo a su madre y luego de que la menor de ellas ratificara sus dichos, se produjo el primer síntoma de que las cosas no seguirían igual: cuando el padre llegó, el joven lo increpó y el sujeto negó todo pero a cambio recibió algunas trompadas sin resistirse, tomó su bicicleta y se fue.

Entonces la madre denunció. Dijo que convivió 17 años con ese albañil de 40 años (no identificado para preservar a las víctimas) que le dio su apellido a sus dos hijos mayores de otra relación (incluida la niña de 17 años) y con el que tuvo otros tres hijos. Pero también mostró una actitud ambivalente, pues pidió que no lo apresaran porque necesitaba de su ayuda económica.

La situación se complicó para el sujeto cuando las dos hijas mayores declararon en Cámara Gesell (la menor no fue interrogada y por ese hecho no se lo acusó). Ahí, la chica de 14 años dijo haber presenciado cuando su padre manoseaba a su hermana mayor y le proponía que perdiera la virginidad con él. Y admitía que a ella una vez la llamó desde su cama, ebrio, y la manoseó bajo la ropa con la excusa de comprobar que aún era virgen.

El relato más complicado para el albañil provino de la mayor, pues esta niña reveló que durante más de un año la sometió a múltiples prácticas, generalmente atándola de pies y manos, tapándole la boca e intentando violarla.

Los psicólogos evaluaron como muy creíbles los relatos de las niñas por su alta carga de angustia, entre otros indicadores. Y otro psicólogo aseguró que el perfil psicópata del sospechoso era compatible con los delitos que le atribuían.

Todas estas pruebas provocaron que el albañil confesara su autoría en un juicio abreviado, en el que los abusos a su hija reconocida se calificaron como gravemente ultrajantes, agravados por la convivencia. Y los ataques a su hija biológica como un abuso simple agravado por el vínculo. A través de su defensor Leonardo Villalba, pactó una pena de 12 años con el fiscal José Eduardo Mallea. Y ese castigo le impuso finalmente el juez Maximiliano Blejman (Sala III, Cámara Penal) por los mismos delitos que le propusieron.