Un cumpleaños, un bautismo, una salida por algún festejo religioso. Esas eran las excusas que al menos una de las chicas (tenía 15 años) usaba para que sus abuelos la dejaran salir con su tío, un sujeto que hoy tiene 40 años. Según la acusación, una vecina y amiga de esa niña (por entonces de 16 años), también era parte de esas salidas que terminaban en festejos diametralmente opuestos: reuniones con sexo a cambio de dinero organizadas por ese tío, que previamente se contactaba con varios hombres, buscaba una combi y partía desde Caucete, generalmente hacia una finca de Ullum, con las niñas y algunos clientes, consta en el expediente.

Promoción y facilitación de la corrupción y la prostitución de ambas jovencitas, son los delitos que se le atribuyen a ese sujeto, que es mecánico y no se lo identifica para preservar a su sobrina y a su amiga.

Desde el próximo 21 de agosto, el juez Martín Heredia Zaldo (Sala I, Cámara Penal), dirigirá las audiencias para determinar si ese hombre debe o no ser condenado. La fiscal Marcela Torres seguramente mantendrá la acusación. Y Julián Gil será el abogado que intentará desligar o atenuar la responsabilidad de su cliente, en los graves delitos que le atribuyen.

Hubo un condimento clave para que el acusado pudiera seducir y persuadir a esas niñas de que la prostitución era lo más indicado para conseguir dinero y comprarse las cosas que quisieran: la vulnerabilidad de ambas. Su sobrina vivía con sus abuelos, su vecina vivía con su padre y su madre adoptiva, y había buscado refugiarse en su vecina. Fue justamente el quiebre de esa última chica lo que puso al descubierto la existencia de esos tours sexuales, organizados por el acusado.

La fiscal Marcela Torres intervendrá como parte acusadora.

LA ÚLTIMA FIESTA

El 14 de noviembre por la noche, el acusado buscó a su sobrina y se supone que también contactó a la vecina para llevarlas a un "bautismo". A poco de andar, empezó a decirles que las quería ver "bien perras" y luego de comprar algunas salchichas y unas gaseosas, le pidió a su sobrina que se desvistiera, le metió una de las salchichas en sus genitales y se la comió, consta en el expediente.

Al llegar al lugar, una docena de hombres esperaban para poder tener sexo con ambas chicas, pero sólo la sobrina del acusado accedió, incluso a mantener relaciones con dos de los sujetos a la vez.

Eso contó la otra menor, que esa noche se negó a participar en esas fiestas sexuales. La chica dijo que por eso el acusado la maltrató, tirándole el pelo y hasta amagó con dejarla a pie en esa finca de Ullum.

Al otro día no estuvo bien y su madre adoptiva lo notó. Entonces le preguntó qué le había pasado y la jovencita se despachó con la verdad sobre esa salida la noche anterior.

Y hubo una denuncia. Se conocieron detalles del caso contados por la menor de 16 años, a quien los psicólogos describieron como alguien que decía la verdad y a la que vieron muy afectada por lo que le había pasado.

Un novio de la otra niña, una amiga de ambas víctimas, el peritaje en el teléfono del acusado y otros testigos, sirvieron para reforzar las sospechas de que ambas menores eran corrompidas y prostituidas, a pesar de que la mayor de ellas aludiera a que sólo había salido esa noche.

El sospechoso nada dijo. Y su sobrina buscó protegerlo, respondiendo con evasivas y dándoles a entender a las psicólogas que no confirmaría ninguna sospecha.

Para Fiscalía, sin embargo, los delitos contra el acusado quedaron probados (para la ley no importa que la víctima hubiera consentido la maniobra) y por eso ahora ese sujeto deberá defenderse en un juicio de las graves imputaciones en su contra.

Julián Gil será el defensor del acusado, que es mecánico y tiene 40 años.

Escenas corruptoras

En su declaración ante psicólogos, la mayor de las víctimas contó que vio al sujeto meterle una salchicha a su sobrina para después comérsela. Y también haber presenciado a esa chica teniendo sexo con dos hombres a la vez, mientras su tío le tiraba cerveza en el cuerpo para que esos sujetos la lamieran.