Cuando el médico forense analizó el cadáver del changarín pensionado Silvio Roberto Carpio (tenía 47 años, le decían "Ringo", sufría diabetes) detectó un impresionante cuadro de heridas causadas por un arma blanca y también por golpes con un ladrillo. Eran más de 30, concentradas más que nada en su cabeza. Las más graves, fracturas en el rostro y el cráneo, le causaron una hemorragia letal. El cuerpo de Carpio fue encontrado por un sobrino suyo la tarde del 25 de marzo de 2019, tendido boca arriba en un depósito de su precaria casa en Boulevard Sarmiento 575 Oeste, en Villa San Damián, Rawson. Tenía el rostro tapado con una frazada y estaba lleno de sangre. Ayer, el fiscal Daniel Galvani (con la adhesión del querellante Gustavo Sánchez), consideró acreditado que la violenta muerte de Carpio fue obra de su vecino, Braian Emilio Gómez Olmos (21). Y le pidió a los jueces Víctor Hugo Muñoz Carpino, Maximiliano Blejman y Silvina Rosso de Balanza (Sala II, Cámara Penal) que apliquen a ese joven la pena máxima, perpetua, por cometer un homicidio doblemente agravado: por la alevosía (atacar a la víctima indefensa) y por matar para poder consumar otro delito, el robo de unos $700, dos garrafas de 10 kg, un DVD, una pala, una máquina hormigonera y un casco.

Para fiscalía y parte querellante, hubo pruebas contundentes contra Gómez Olmos: un examen de ADN reveló la presencia de sus rastros genéticos en las uñas de la víctima, y sangre de Carpio en una de las zapatillas del acusado. También detectaron una huella digital del presunto homicida en un envase de las bebidas que habían consumido antes de que se desatara la furia homicida. Es que Carpio y Gómez Olmos habían estado bebiendo alcohol con otras dos jovencitas: una, inimputable al momento del hecho por tener menos de 16 años; la otra, investigada en la Justicia de Menores.

Los testimonios de las madres de esas menores sirvieron para acreditar que entre los primeros minutos y las 2 del 23 de marzo de 2019, el acusado comenzó a pedirle plata a la víctima amenazándolo y golpeándolo con el cabo de un cuchillo. Y que luego elevó la presión atacándalo a puntazos y rematándolo a ladrillazos. Los testigos que vieron a Olmos y a las menores con las garrafas y las otras cosas robadas saliendo de la casa de Carpio. Y la declaración del hombre que compró una de esas garrafas al acusado, son otras pruebas que lo complican seriamente. A pesar de ese cuadro probatorio en su contra, la defensora María Noriega solicitó la absolución por el beneficio de la duda.

Hoy, el tribunal escuchará las últimas palabras del acusado antes de dar su veredicto.