Finalmente, la silla ya no estuvo vacía. Ella estaba allí y lo miraba. Alta, delgada, con su atuendo de monja, Flavia pudo acompañar a su padre en la asunción y esa sola presencia bastó para que Gioja se quebrara hasta las lágrimas. Flavia, a quien no le gusta la exposición pública, no había podido estar en las dos asunciones previas. Pero ayer estuvo tanto en la Legislatura como en el Auditorio Juan Victoria.

Fue justamente cuando el Gobernador llegó al auditorio que se quebró por primera vez. Gioja entró y la vio, sentadita y con las manos en las rodillas. Entonces él se acercó y le dio un interminable abrazo. Un abrazo paternal que repitió cuando recibió los atributos. Evidentemente, Gioja la necesitaba ahí. ‘En las asunciones de los dos periodos anteriores yo decía que alguien faltaba, pero que la sentía presente. Hoy te tengo acá y te lo agradezco mucho’, le dijo a Flavia, en el cierre de su discurso. Entonces ella, nuevamente, se entregó a sus silenciosas lágrimas.

COMO AMODORRADOS
El paso a las emociones fuertes se dio en menos de una hora, ya que antes, la jura de Gioja ante la asamblea parlamentaria estuvo cruzada por la frialdad del formalismo. El cambio de aire y de ánimos vino con la caminata de los presentes de la Legislatura hacia el Auditorio, en la que esta vez Gioja optó por ir en auto.