El mundo habla de la enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió declarar alas demencias como una epidemia y una prioridad de la salud pública. EL G8 estableció en 2014 que la demencia debería ser una prioridad global y trazó el objetivo de obtener un tratamiento que modifique el curso de la enfermedad para el 2025.

Es que la enfermedad de Alzheimer afecta a millones de personas en el mundo y cada 50 segundos, se diagnostica un nuevo caso.

Más de 45 millones de personas padecen de demencia en el mundo (una población similar a toda la Argentina), y con el aumento de la expectativa de vida, se espera que este número llegue a 130 millones para 2050.

Por otra parte, las demencias generan hoy un costo anual de 1 trillón de dólares en el mundo. La mayor parte del gasto ocurre en países desarrollados y una gran proporción es cubierta por las familias de los pacientes.

Cada 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, una enfermedad que debe su nombre al neurólogo y psiquiatra alemán Alois Alzheimer quien describió los cambios típicos en el cerebro en una paciente en 1906.

"Mucho se ha hablado ya sobre este tópico, y aún es mucho más lo que nos queda por aprender, al margen de los importantes avances que se lograron acerca del conocimiento sobre la enfermedad de Alzheimer. El punto central es que, debido al aumento de la expectativa de vida, las patologías neurodegenerativas ocupan desde hace varios años un lugar preponderante en las políticas de salud pública". La reflexión corresponde al médico neurólogo Norberto Raschella, subjefe del servicio de Neurología del Hospital Universitario Austral, quien resaltó que "hoy la expectativa de vida ronda los 85 años (promedio) y la población tiene mayor conciencia sobre esta enfermedad y el importante impacto que produce, no sólo en la salud del paciente sino también en el entorno familiar y los aspectos emocionales, económicos y sociales".

Es frecuente escuchar en medio de una conversación "¡llegó el alemán!" cuando se produce el olvido de un nombre, un lugar, una palabra, haciendo alusión muchas veces hasta como una humorada a la causa más frecuente de demencia, que constituye alrededor del 60% de los casos.

Es que la pérdida de memoria es uno de los principales síntomas que se asocia a esta enfermedad. Pero no es el único. "El Alzheimer afecta el cerebro impidiendo el normal funcionamiento de las neuronas, lo que genera dificultades de memoria (especialmente para aprender nueva información), lenguaje, atención y pensamiento (las llamadas funciones mentales superiores o funciones cognitivas)", explicó la médica neuróloga María Alejandra Amengual (MN 105232) del Sanatorio de Los Arcos.

"La demencia comprende aquellos problemas de memoria, lenguaje, atención o razonamiento, que por su severidad impiden que una persona realice sus actividades cotidianas en forma independiente -ahondó-. El término demencia no implica, en este contexto, que se acompañe de síntomas conductuales o anímicos, aunque estos pueden estar presentes".

Amengual la definió como "una enfermedad lentamente progresiva, ya que los síntomas van apareciendo o acentuándose a lo largo de los años". "Los cambios microscópicos en el cerebro (entre ellos el depósito de la proteína llamada amiloide) empiezan a producirse hasta 15 o 20 años antes de la aparición de los síntomas. La sobrevida luego del diagnóstico varía en promedio entre siete y 15 años", destacó.

Es importante tener en cuenta que, si bien hay características generales que todos comparten, cada paciente es diferente: el impacto de la enfermedad, sus síntomas, la forma y velocidad de progresión son variables que hacen que cada caso sea particular.

El jefe de Neurología Cognitiva del Instituto de Neurociencias de Fundación Favaloro, Santiago O´Neill, precisó que "normalmente se trata de personas que presentan olvidos de hechos recientes (no recuerdan cosas que sucedieron el día de ayer, pero sí eventos muy lejanos), y a los que también les cuesta retener nueva información (olvidan citas, cosas que tienen que hacer, etc)". "Estos olvidos van siendo más frecuentes con el paso del tiempo y se agregan dificultades para encontrar las palabras justas y para expresarse; problemas para orientarse en el tiempo y en el espacio, llegando en ocasiones a perderse en lugares conocidos -puntualizó-. Muchas veces pueden agregarse problemas de conducta como agresividad, falta de motivación, alucinaciones e inclusive delirios. Todo esto va generando dificultades para desenvolverse en la vida cotidiana (desde salir solos, pasando por vestirse hasta requerir asistencia para el aseo). Esto implica que la mayoría de estos pacientes necesiten ser asistidos para las tareas básicas de la vida diaria".

Y tras remarcar que "hoy no existe cura para la enfermedad", O´Neill destacó que "hay tratamientos -una vez que se desarrollan los síntomas- que hacen más lenta la progresión y ayudan a mejorar la calidad de vida del paciente y la familia. Estos tratamientos incluyen la organización de la rutina, la estimulación mental y actividad física".

"Se encuentran en curso múltiples investigaciones intentando encontrar drogas que modifiquen la enfermedad. Hasta el momento la mayor esperanza está puesta en dos drogas que actúan sobre el amiloide (aducanumab y BAN2401), que en estudios preliminares han logrado afectar el curso natural de la enfermedad. La expectativa está puesta en nuevos estudios cuyos resultados se esperan para los próximos años", enfatizó.

Los cinco pilares de la prevención

El médico neurólogo Alejandro Andersson (MN 65.836), director del Instituto de Neurología Buenos Aires (Inba) destacó que "existen medidas y tratamientos de la medicina asistencial actual que benefician al paciente con posibilidad de desarrollar enfermedad de Alzheimer".

"La idea siempre es cuidar las neuronas. Cuantos más circuitos neuronales sanos haya, mejor se va a estar intelectualmente, cuantos menos circuitos, peor estará la memoria", resumió.

Y tras subrayar que "las neuronas necesitan oxígeno y glucosa, ambos transportados por las arterias cerebrales, por lo tanto, es fundamental cuidar la circulación cerebral", el especialista llamó a "evitar factores de riesgo vascular (hipertensión arterial, diabetes, colesterol, triglicéridos, tabaquismo, sedentarismo, estrés, entre otros) para prolongar la vida útil de las arterias cerebrales".

Asimismo, los pulmones deben oxigenar adecuadamente, incluso de noche. "Por eso, hay que tratar las apneas del sueño en caso de que se tenga conocimiento de éstas", enfatizó.

Andersson compartió cinco hábitos de vida saludables:


– Estar bien nutridos, pero no obesos. Consumir cantidad adecuadas de minerales, vitaminas, estar en peso saludable, comer alimentos amables con la salud vascular y que no predispongan a aterosclerosis.

– Entre los suplementos sugeridos, se recomienda el aceite Omega 3 como aporte para las membranas de las neuronas.

– La actividad física regular, de tres a cinco veces por semana, está comprobado que tiene un gran efecto protector. Según diversas publicaciones, la práctica de ejercicio físico mejora de forma significativa la función cognitiva, el equilibrio, la depresión y, por lo tanto, la calidad de vida.

– Tener actividad intelectual habitual. Las personas con una vida intelectualmente activa poseen un riesgo significativamente menor de padecer el deterioro cognitivo de la enfermedad de Alzheimer o retrasar la aparición de esta. Da igual si es jugando a las cartas, sudoku, juegos de inteligencia, realizando pasatiempos o acertijos, jugando al ajedrez, tocando un instrumento, estudiando historia o idiomas o leyendo. Lo importante es mantener el cerebro ocupado diariamente en ejercicios mentales que pueden ser de lo más diversos y que además motivan al paciente.

La estimulación mental constante protege de la enfermedad. La principal hipótesis consiste en la reserva cognitiva. Este planteo sugiere que los ejercicios mentales favorecen la formación de nuevas conexiones (sinapsis) entre las neuronas reforzando su función en áreas cerebrales como el hipocampo (interviene de forma muy importante en la memoria y el aprendizaje) que se ven muy afectadas por el Alzheimer.

– Tener actividad social. Para tener actividad social se necesita la inteligencia interpersonal. Se trata de un tipo de inteligencia que permite adaptarse al entorno interaccionando con los demás. Gracias a esta inteligencia las personas son capaces de conocer el estado de ánimo de los demás. Alguien con una buena inteligencia interpersonal es capaz de captar las intenciones de los demás y sus sentimientos. La actividad social, al estimular los circuitos cerebrales y las neuronas relacionadas con esta parte tan importante de la inteligencia emocional, se demostró que mejora el pronóstico de los pacientes con Alzheimer no solamente en lo intelectual sino también en lo emocional.