La ansiedad, un problema que afecta a gran parte de la población, funciona como un mecanismo de alerta ante cualquier peligro. El problema viene cuando no lo asociamos así, y prolongado en el tiempo sin que exista una amenaza real, se convierte en una patología.

 

La puede provocar tanto el entorno social como estar predispuesto a sufrirla por cuestiones genéticas.

 

Varias investigaciones han analizado cómo las mantas con más peso pueden ayudar a combatir una creciente epidemia de insomnio, así como el tratamiento de trastornos psicológicos como la ansiedad, el autismo y el estrés postraumático (TEPT, siglas en inglés). Se ha demostrado clínicamente que las mantas que proporcionar una presión similar a la de los padres que envuelven a sus hijos, proporcionar a los usuarios una mejor noche de sueño.

 

Un estudio realizado en 2015 por científicos suecos descubrió que este objeto provocaba una mejora espectacular, evidenciada tanto por medidas objetivas como subjetivas, a la hora de dormir de los insomnes. El estudio explica que el peso de estas proporcionan una sensación de "crisálida" que reduce la excitación física.

 

Desde el punto de vista neurológico se ha demostrado que la estimulación de la presión, llamada entrada propioceptiva, reduce el cortisol (hormona que se libera durante situaciones estresantes y relacionada también con la depresión) y aumenta la serotonina (neurotransmisor que regula los ciclos del sueño, vigila el reloj interno y relacionada con el bienestar y la felicidad) y la melatonina (principal hormona involucrada en hacer que el cuerpo descanse) en el cerebro, lo que disminuye la frecuencia cardíaca y la presión arterial.

 

Mantas con peso

 

Estas se han utilizado durante décadas en la terapia para niños con trastornos del desarrollo y para calmar a los animales ansiosos, pero en el último año, muchas compañías han empezado a comercializarlas para los adultos que no pueden dormir bien.

 

Objetivamente, cuando los participantes en el estudio sueco las usaron, tuvieron un sueño más tranquilo y con menos movimientos nocturnos. Subjetivamente, los integrantes del mismo informaron que usarlas les causó un sueño más cómodo, de mejor calidad y más seguro. Otro estudio similar realizado en la Universidad de Massachusetts publicado en 2008, probó la efectividad de una manta de 15 kilos en 32 participantes.

 

Los datos revelaron que el 63% tuvo menos ansiedad después de su uso y el 78% lo prefirió como mecanismo calmante. Además, redujo la actividad electrodérmica, la cantidad de electricidad en la piel, en un 33%, relacionada con un sueño de mayor calidad. Tina Champagne, especialista en trastornos del sueño, las empezó a usar en 1999 y recomienda su uso al 100%.

 

Fuente: El confidencial