Ni la promesa de que iba a estar mejor atendida y que le iban a curar sus dedos lastimados y ennegrecidos por la infección sirvieron para convencer a Elsa, la ex directora que vivía en medio de la basura, en su propia casa y a pocas cuadras de la plaza 25 de Mayo. Hasta último momento, se resistió a ser sacada de su casa y a los gritos, trató de impedir que la subieran a la ambulancia de SIFEME. "¡Cuando yo digo que no, es no!", decía Elsa a su sobrina Mónica Pizarro, su guardadora, que había concurrido junto a una hermana y que confesó que no se animaba a entrar sola a la casa de su tía. "Siempre tuvo un carácter fuerte, hasta llegó a decirnos que tenía un arma", se defendieron las sobrinas. Y, pese a la resistencia, finalmente la mujer fue sacada por las autoridades de su casa. Anoche era atendida en el Marcial Quiroga y se esperaba que mañana sea finalmente internada en el Hogar de Ancianos.
En un operativo del que participó la Seccional 1ra de la Policía de San Juan, un equipo de SIFEME, la directora del Hogar de Ancianos, Nilda Agüero; la asesora de Menores e Incapaces Patricia Sirera y el titular de la Unidad Coordinadora de Políticas para Adultos Mayores, Carlos Caroprese, la abuela Elsa fue sacada de su casa y cargada en una ambulancia, para llevarla al hospital Marcial Quiroga, donde se evaluaba su estado de salud (situación que continuará hoy) para posteriormente internarla en el Hogar de Ancianos.
La medida la tomó ayer en la mañana el ministro de Desarrollo Humano, Daniel Molina, quien pidió al fiscal general de la Corte, Eduardo Quatroppani, que se instrumentara los medios para anticipar la internación de Elsa de inmediato, sin tener que esperar a que un juez lo determinara en el transcurso de la semana. "Un equipo de gente nuestra fue a ver a la abuela el miércoles pasado, pero ella se negó a ser trasladada", dijo Molina y reveló que en ese momento, una sobrina había quedado a cargo de la anciana. "De todos modos, hicimos una exposición policial, porque la situación de la abuela era muy mala y como desde el miércoles esto ha seguido igual, decidimos pedir a la Justicia que intervenga para que pueda ser trasladada a otro lugar, aún contra su voluntad", explicó.
Cuando la historia de Elsa salió publicada en DIARIO DE CUYO, muchas personas llamaron por teléfono para saber cómo podían ayudar a la abuela. Algunos hasta ofrecieron hacerse cargo de ella, llevándole comida, ropa y limpiándole la casa.
Con barbijos y pañuelos cubriendo su cara para no sentir el olor nauseabundo por la basura acumulada, las personas que participaron del operativo entraron a la casa de Elsa, que dormitaba en la silla de ruedas que por la mañana le había llevado Carlos Caroprese, de Políticas para Adultos Mayores. Mónica, la sobrina a quien Elsa llama "Pety" y Dora, una mujer que fue para ayudarle a limpiar la casa, trataron de convencer a Elsa de que iba a estar mejor si la sacaban de allí. "¿Por qué no viene con nosotros, así le ponemos la vacuna de la gripe, abuela?", probó Nilda Agüero, del Hogar de Ancianos, pero Elsa se negaba rotundamente. Una oficial femenina que participaba del operativo observaba, con lágrimas en los ojos, el total abandono en que vivía la abuela y hasta sus propias sobrinas se sorprendieron al ver el colchón tirado en el piso y todo destrozado, los restos de comida junto a la ventana y los excrementos de gato que Dora todavía no había alcanzado a levantar.
Los gatos, que se habían convertido en amos y señores de la propiedad de Elsa, miraban desconcertados por las aberturas de las ventanas rotas el inusual movimiento en la casa. "¡Che, por lo menos péinenme un poco si me van a sacar!", reclamaba Elsa a sus sobrinas. Y mientras era subida a la ambulancia, cayeron en la cuenta de que la puerta de calle de la casa no tenía ni llave ni cerradura: hubo que llamar a un cerrajero para que hiciera los arreglos correspondientes, de modo de dejar la casa a resguardo de una de las sobrinas.