Fotos y video: Marcos Carrizo - DIARIO DE CUYO

A lo largo de sus 101 años de vida, Maura Rosa Mercado de Costa, simplemente Doña Maura para todo Valle Fértil, tuvo innumerables vivencias que la llevaron a ser una verdadera leyenda de aquel departamento del Este. Experimentó la felicidad, el dolor, trabajó para sostener una casa junto a su marido y crió a 9 hijos en tiempos difíciles, en los que todo se hacía a pulmón y no había demasiados lujos. Hoy, con más de un siglo de vida, cuenta detalles de una vida llena de sacrificios y demuestra que tiene una memoria envidiable al recordar anécdotas de antaño.

La abuela ya sabía desde el día anterior que DIARIO DE CUYO iba a visitarla en su casa de calle Rivadavia, en el corazón de San Agustín, para conocer su historia. Se levantó temprano como todos los días, se puso coqueta y, demostrando que es una excelente anfitriona, amasó para hacer unas exquisitas empanadas que luego compartió con el equipo de este medio. Con la ayuda de un bastón, caminó desde la cocina por un largo pasillo hasta sentarse en un sillón, desde donde habló de sus vivencias a lo largo de más de 10 décadas.

Doña Maura nació el 15 de enero de 1.919 y hace pocos meses cumplió 101 años. Salvo algún inconveniente de salud pasajero, ella dice sentirse bien en la actualidad y se lo atribuye a la vida activa que tuvo. “Siempre trabajé en la casa. Tuve que criar a mis 9 hijos, atender a mi marido cuando llegaba de trabajar, lavar, planchar, sacar agua de aljibe, amasar, hornear y hasta atender un almacencito que teníamos porque la plata no alcanzaba para vivir”, recordó.

Sin embargo, la simpática abuela vallista nunca se relajó y este 2020 continuó en plenitud. Cuando sus hijos la dejan, cocina empanadas, humita en chala, locro y hasta aprovecha algún descuido para darles de comer a las gallinas del fondo de su casa y regar las plantas. Pero no es lo único, ya que también administra un hostel porque ella dice que “hay que cuidar el peso para mantener la casa”.

No necesita demasiados medicamentos y su historia clínica está en Córdoba, donde una vez al año se realiza chequeos integrales. Su lucidez para hablar y recordar es exquisita, como también sus habilidades para bailar (le gusta el tango y el paso doble), decir trabalenguas y bañarse en el río junto a sus hijos y nietos. También, a pesar de su avanzada edad, es amiga de la tecnología y en su celular tiene asignado a cada uno de sus hijos con un número para llamarles cuando ella desea. “Es un libro abierto, una computadora. Siempre tiene algún un aspecto positivo y la longevidad con lucidez tiene un precio aparte”, aseguró su hijo Javier, quien contó que cuando llega a su casa se entera de las noticias a través de su madre.

Próximamente, Doña Maura será distinguida como Ciudadana Ilustre de su departamento.

Nacida y criada en Valle Fértil, Doña Maura vivió un tiempo en Jáchal junto a su familia. Luego regresó a su tierra natal y, según recuerda, cuando ella volvía de la escuela su mamá tenía la comida preparada para llevársela a los operarios que allá por la década del ’30 trabajaban en los túneles del dique. “Yo era muy jovencita y jamás recibí un piropo ni nada, había mucho respeto en aquella época”, valoró la mujer.

A los 24 años se casó y después tuvo 9 hijos. Mientras su marido trabajaba como pirquinero (se dedicaba a la extracción de mineral en forma artesanal), Doña Maura tenía que ponerse al hombro el cuidado de sus 9 hijos y el mantenimiento del hogar, pero no era una tarea fácil. “Mis hijos siempre estuvieron bien alimentados, porque generalmente cocinaba con verduras y en el fondo teníamos hasta una vaca lechera. Fueron tiempos complicados, en los que llegué a amasar para hacer semitas y venderlas para tener un poco más de plata. También puse una pensión para atender a turistas hasta que mis hijos crecieron”, comentó.

Doña Maura fue muy feliz con su numerosa familia, pero con el tiempo la vida le fue quitando a sus principales seres queridos. Vio morir a sus padres, a sus hermanos y en el ’96 sufrió la pérdida de su esposo, quien falleció con 78 años. Para la mujer fue insuperable y tuvo que vivir 12 años sola porque sus hijos se establecieron en otras provincias. “Fue muy triste perder a mi marido y aún me hace mucha falta, nunca dejé de extrañarlo”, dijo la abuela emocionada y al borde de las lágrimas.

Sin embargo, lo más doloroso de la vida para la abuela vallista fue la muerte de 3 hijos. “Enfrenté los fallecimientos de mis padres y mi marido, pero los de mis hijos fueron tremendos. Por eso ahora le pido a Dios que me de unos cuantos años más para seguir cuidando a los 6 hijos que me quedan (cuatro viven en Córdoba, uno en Buenos Aires y Javier, el restante, junto a ella en Valle Fértil), a mis 15 nietos y a mis 6 bisnietos”.

"Lo más lindo de mi vida es estar sana, contenta y tranquila. Me encanta que mi casa se llene con mis hijos, mis nietos y mis amigos”, asegura Doña Maura.

Las anécdotas que dan cuenta que tiene la memoria intacta

De más está decir que con 101 años Doña Maura vivió la evolución de Valle Fértil, que días atrás cumplió su 232º aniversario. Es parte de su historia, una leyenda viviente que transitó distintos momentos, buenos y malos, desde 1.919 en adelante.

La primera anécdota que contó fue cuando vio el primer auto que llegó al departamento del Este. “Vi una cosa negra, con unas cosas rojas que daban vuelta. Yo salí corriendo y les dije a mis hermanos que ahí venia el diablo. Terminamos todos debajo de la cama”, dijo entre risas. Similar fue cuando veía un avión. “Decíamos que estábamos viendo un pájaro y se nos perdía el mundo, nos asustábamos porque no conocíamos”, recordó.

Luego, Doña Maura habló de lo difícil que era tener hijos en su época. “Fue complejo tener 9 hijos, yo sufrí mucho. No existían las comodidades de ahora y había que parir en las casas. Recuerdo que las señoras de parto venían para hacer su trabajo y se quedaban todo el tiempo, pero igual había mujeres que morían, lamentablemente”.

En el mismo sentido, la abuela contó que en aquella época no había médicos en el departamento del Este y cuando había alguna urgencia tenían que ir a buscar a los profesionales a La Rioja. “Después hicieron una sala de primeros auxilios frente a la plaza y la situación cambió un poco. Siempre decían que quien la estrenara iba a recibir un premio…¡y yo la estrené!”, manifestó emocionada.

En realidad, Doña Maura fue la segunda persona que atendieron en aquel centro asistencial pero sí fue la primera mujer que dio a luz allí. “Había una fiesta de San Agustín el 8 de agosto y un hombre que había venido desde la ciudad estaba en la procesión. En un momento, retrocedió y se cayó, se golpeó fuerte y estrenó la salita. Yo estaba embarazada de mi tercer hijo, José, y 5 días después empecé a sentirme mal. Me dio mucho miedo entrar a ese lugar porque nunca había ido. Me pusieron una chata y todos los elementos que para nosotros era nuevos. Ahí se perdió el sentimiento de tener familia en la casa”, lamentó.

La abuela vallista, que tuvo 9 hijos y sabe bien lo que es parir, recordó otro nacimiento complicado. “En otro parto, me interné y los enfermeros, que eran pareja en ese momento, estaban peleados y casi pagué yo los platos rotos. El enfermero me decía que debía ir caminado desde la calle hasta la habitación, pero yo me negaba porque nunca lo había hecho. Le hice caso y me dio una hemorragia tremenda, entonces el doctor le ordenó al mismo enfermero que me cuide día y noche. Encima, tuvieron que hacerme transfusiones de sangre. Un vecino fue el donante, mientras le sacaban a él, me ponían a mí. Así me salvé y también salvé al bebé”.

En este contexto y para finalizar, Doña Maura dejó una reflexión en tiempos en que se discute el aborto legal. “Yo les digo a las mujeres que tengan a sus hijos y que no los maten, que no los aborten. Hay matrimonios que no pueden tener hijos y los desean, por eso les digo que los tengan y se los den a ellos”.