‘El valor económico es incalculable. En 2004 el Tribunal de Cuentas de la provincia nos pedía que cotizáramos todo nuestro patrimonio. Nosotros tenemos Patrimonio físico, como una computadora, y patrimonio documental, que es el archivo papel. A un documento es imposible darle un valor de mercado. Mandamos a solicitar cotización a todas las compañías de seguro de la provincia, ninguna nos cotizó. También pedimos a México, Colombia, Venezuela y a la Universidad Pontífice del Perú y nadie nos dio una cotización. Nadie puede decir cuánto pagar. Eso depende de cuánto quiera pagar una persona, en el mercado negro, en el valor histórico que le dé cada uno de los interesados. Para muchas personas tener un documento histórico es como tener un obra de arte.


El contrabando de esta documentación existe y hay muchos historiadores, escritores o apasionados que buscan estos tesoros. Es por esto que hay ocasiones que aparecen documentos inéditos y nadie supo quién los tuvo. Nosotros tenemos el caso de un documento -un libro- que devolvimos a la Legislatura, en el que estaba escrito que un penitente arrepentido había entregado ese libro a una monja para que ella lo trajera al Archivo. Esa persona lo había robado y lo devolvió. Hay casos así en todo el mundo‘.