Tienen algo de constructores, de cocineros, de psicólogos, de especialistas en flora y fauna, de policías, de guías de turismo. Este es el cóctel de condiciones que poseen quienes están en los refugios de San Guillermo. Y son algunas de las características de Aldo Castillo, Matías Irrazábal y Juan Ramírez, agentes de conservación que trabajan para la Subsecretaría de Medio Ambiente provincial y que están en uno de los puestos de control ubicados a mayor altura del país, el de Las Majaditas. Están apostados en el lugar desde hace dos años, que es cuando comenzaron a funcionar los refugios, aunque la inauguración oficial fue exactamente hace un año.
Los muchachos forman parte de un grupo de 12 que se rotan para custodiar la Reserva por el Norte y por el Sur, los únicos accesos conocidos para ingresar al lugar. Pasan semanas en un sitio donde no existe señal de celular y la única manera de llegar es en 4×4, cuando no se rompe por las condiciones del camino. Los agentes de conservación de San Guillermo son piezas fundamentales de la Reserva para que esta siga siendo la joya de la naturaleza que atrae a científicos y turistas de todo el mundo.
En San Guillermo no hay tiempo ni horario. Los custodios, todos menores de 30 años, se guían por la luz del Sol o por alguna comunicación de radio que les permite saber qué está pasando en los otros refugios. El sitio es extremo, no es para cualquiera. Al menos es lo que ellos dicen. Aunque aseguran que llegaron allí por la necesidad de un trabajo, no tardaron en enamorarse del lugar. "Hay que estar algo loco para soportar esto", dice Aldo.
Se levantan ni bien despunta el Sol. Soportando ráfagas que pueden llegar hasta los 130 kilómetros por hora, salen a recorrer el lugar. Hasta hace poco lo hacían a pie. Ahora tienen una camioneta, pero por las condiciones geográficas, es usual que el vehículo se rompa con frecuencia. Si bien la principal misión es ver quién ingresa a la Reserva, los custodios tienen que mantener intacto el refugio y hasta hacerle mejoras. "Tenemos que usar la psicología, sobre todo cuando nos enfrentamos a cazadores furtivos. Estamos expuestos a todo y no tenemos armas", dice Juan. La cuestión psicológica también les sirve para la vida diaria. En un lugar donde no es fácil llegar, mucho menos salir, todo se sobredimensiona. Una enfermedad, extrañar a la familia y hasta la incertidumbre de estar desconectados de la civilización. "Acá todo es cabeza. Sin eso, es imposible resistir", asegura Matías.