La primer sorpresa para Sofía Moreno fue la rápida y favorable evolución del estado de salud de Alberto Zapata Bacur. Ella es la médica que el piloto de motos llamó su ‘ángel de la guarda’ porque fue la primera en asistirlo cuando él sufrió el terrible accidente automovilístico. La segunda sorpresa fue cuando ‘el Wey’ le llamó por teléfono para agradecerle. “Realmente me puso muy, muy, muy feliz escucharlo. Se lo notaba tan vivaz, contento, con tanta energía positiva, con ganas de salir adelante, de querer volver a entrenar a pesar de su pérdida. La verdad es que me llenó el alma”, describió la profesional de la salud a DIARIO DE CUYO.

Sofía tiene 32 años y actualmente está trabajando en el equipo del Comité Covid afectado al Servicio Penitenciario Provincial, donde es muy querida por sus compañeros. El domingo 15 de noviembre decidió con su marido y su hijo de un año y 8 meses salir a divertirse en familia a andar en karting.

Iban por la Ruta 40 cuando a la altura de la Calle 5 vieron en el otro carril el siniestro vial,que se produjo por cansancio del reconocido deportista en el ambiente del motocross y ultimamente en la pista, que lo llevó a perder el control de su auto. “Era un gran amontonamiento de gente y del auto siniestrado se veía salir un par de piernas -indicó Sofía-. Mi marido, como me conoce, me dice que paramos si quiero. Me acerco al lugar, había un comisario también que pasaba de casualidad por ahí y que se detuvo para ordenar la situación. Me presento y me pide que lo vea al accidentado”.

Para fortuna del ‘Wey’, Silvia trabajó antes de su actual función en el Servicio 107 y está realizando postgrado en emergentología. “Pude acceder al auto porque otras personas lograron abrir la puerta del acompañante. Lo revisé entero para ver que lesiones podía encontrar. Vi su brazo y entonces lo que hice fue hablarle para que se mantuviera despierto, manteniendo estabilizada su columna cervical. Le hablaba y corroboraba que no perdiera más sangre por el brazo y él respiraba, con los ojos abiertos”, contó de los primeros minutos con el accidentado.

Al arribar la ambulancia, Sofía siguió trabajando como si ella estuviera en servicio. “Ellos son mi segunda familia. Ni bien me vieron, me dijeron qué necesitaba. Pedí el collarin, apósitos y vendas para estabilizar la amputación. Después de vendarlo y estabilizarlo, lo sacamos del auto. Fue un trabajo en conjunto, no es que lo hice yo sola. Sin la ayuda de ellos no hubiese sido posible”, describió la médica.

Sofía recién al otro día se enteró del nombre de quien había socorrido y a quien ahora llama directamente por su apodo. “Pensé que ojalá pudiera recuperarse porque realmente lo había visto muy grave. Asi que estuve rezando mucho por él desde el primer momento y la verdad es que me sorprende por la recuperación tan rápida que tuvo y que continúa teniendo. Evidentemente es un milagro de Dios, asi que estoy eternamente agradecida por esto”.

Sofía decidió estudiar medicina a los 12 años, convencida por las historias de su abuela que fue enfermera de la Cruz Roja y que le contaba su padre. Se sorprendió que el lunes, cuando ya estaba el Wey en su casa, él le llamó por teléfono para agradecerle. “Fue la primera vez que alguien tuvo un gesto así. Doy gracias a Dios y a la Virgen por como lo escuché. Cuando lo ví en el día del accidente, tenía un rosario en su cuello. Desde el primer momento lo que hice fue ofrecérselo a la Virgen. Le dije “Madre, cuídalo porque es muy chico”, agregó.

Lo que iba a ser una salida en familia terminó siendo “una experiencia muy loca”, como definió la protagonista. Y concluyó arengando a la gente que se anime a auxiliar en esas circunstancias: “Que la gente no tenga miedo de ayudar. Si saben implementar algo, como parar una hemorragia o estabilizar una columna cervical, que lo hagan. Porque lo poquito que pueda hacer la gente que esté en el lugar implica muchísimo para el servicio de emergencia y para la vida del paciente. Si tienen una idea, que lo hagan con seguridad y con fe, que siempre es bueno y va a servir”.