El reloj da las 23 y los hombres se sientan a conversar en una oficina. El teléfono los interrumpe y marca el inicio de su tarea. Ellos se llaman a sí mismos guardianes e integran el Servicio Sacerdotal Nocturno. Forman equipos de 2 o 3 laicos y un sacerdote y asisten a enfermos terminales que necesitan el sacramento de la unción.
El primero en llegar es Oscar Moreno. Es encargado del servicio y, cuando le toca, ocupa el lugar de semanero, es decir, organiza la apertura de la tarea y se va a su casa. Además, una vez al mes, es guardián y permanece allí de 23 a 3, mientras se desarrolla la tarea. En esa misma función hay otros 80 voluntarios, que asisten una vez por mes, y 68 sacerdotes, que cumplen la tarea cada 2 meses.
Ya en la oficina de la Catedral, Moreno y 2 guardianes dicen la oración de inicio de la tarea. Luego, suena por primera vez el teléfono. En promedio reciben 3 llamadas por noche, para atender a personas que están en un hospital o en su casa. La que se comunicó esta vez es una mujer que tiene a su tía de 80 años inconsciente. A las 23.30 ya recibieron 3 pedidos de asistencia. Y habrá uno más justo cuando llegue el padre Daniel Sebastian, uno de los sacerdotes de la Catedral. Él está equipado con su Biblia y el óleo de los enfermos. Después de ponerse al tanto sobre los llamados arma su ruta. Uno de los guardianes toma las llaves de su auto particular y lo lleva. El otro, sigue en la oficina controlando el teléfono.
Al llegar a destino, el sacerdote trata de consolar a los familiares, después se acerca al enfermo y si está consciente habla con él varios minutos. Al final de la noche, todos se reúnen de nuevo, rezan la oración de cierre y guardan cada elemento en su lugar, para que durante la noche siguiente tome la posta otro equipo.

