Luego de 7 años viviendo en España, Carlos María Domínguez comienza sus preparativos en Madrid para su mudanza a San Juan, donde asumirá a mediados de año como obispo auxiliar. En una entrevista a DIARIO DE CUYO reconoció sentirse "muy feliz por ir a San Juan, aunque sea algo por conocer" y agregó que de toda Argentina, sólo esta provincia y Santa Cruz no había visitado previamente, en sus 53 años de edad. Aunque sí ya trabajó con el obispo diocesano, Jorge Lozano: "Él fue quien me puso hace veinte años como asesor nacional en la Pastoral de Juventud. Estuvimos trabajando estrechamente tres años y cuando se mudó a Entre Ríos, siempre que venía a Buenos Aires, se alojaba en mi comunidad".

-¿Qué le adelantó Lozano?

-Estamos hablando permanentemente. La Diócesis es muy grande y fue un gran gesto pedir ayuda. Lo primero que le dije es que estoy muy feliz de ir a San Juan y de ser su obispo auxiliar. Voy con total disponibilidad para la Iglesia y el pueblo de San Juan para lo que haga falta. Es una responsabilidad muy grande, respetando la historia e idiosincrasia del pueblo, tratando de aprender. Los sanjuaninos me van a tener que enseñar y mucho.

-¿Algo en particular?

-No. En líneas generales. Aprender cómo es la gente, sobre todo a amarlos. En cuestiones concretas de organización pastoral todavía no hemos hablado. Estamos charlando sobre la ordenación episcopal. Pronto se definirá la fecha.

-¿Qué similitudes y diferencias habrá con respecto a su rol en España?

-La similitud, un servicio de gobierno. Porque un obispo debe dirigir una diócesis, ayudaré a Lozano. La diferencia es que por mi ocupación tengo poco trabajo pastoral. Como obispo voy a vivir abocado cien por cien.

-¿Cuáles son las causas en Europa y en América latina de la pérdida de creyentes?

-En Europa es mucho más. El relativo bienestar económico hace que también vivamos el relativismo de manera muy fuerte en Europa. La gente piensa en la seguridad de la familia, el trabajo y lo económico y Dios ya no hace falta. Es bien difícil el trabajo pastoral en Europa y concretamente en España. Gracias a Dios permanecen las raíces cristianas. En América latina la cosa es diferente. Hay más raigambre cristiana, pero no está exenta de que pase lo que sucede aquí.

-¿Por la misma razón?

-No creo que sea por bienestar económico porque hay mucha pobreza. La globalización permea todo y también la vivencia de la Fe. Nos parecía muy lejano en otra época vivir un fenómeno que se producía en otro sitio. Hoy es más factible y concreto.

-¿Trabajó con el papa Francisco cuando era obispo?

-No trabajé directamente. Sí dialogamos varias veces, hay una relación cordial. Lo vi un par de veces ya como Papa y la primera vez me llamó la atención que se acordara que me había ido a España y otras cosas.

-La imagen del Papa en Argentina es involucrada muchas veces en política partidaria. ¿Cuál es su lectura?

-La distancia da otra perspectiva. Al Papa en España lo admiran por cada gesto. Lo ven como un líder mundial muy influyente. Y cuando voy a Argentina, me llama la atención las cosas que escucho. Da la sensación que el mundo ama al Papa y en Argentina, divide aguas. Creo que es eso, una utilización de su imagen para otros fines. Y llama la atención.

-Volviendo a San Juan, ¿qué le contaron?

-Le decía a Lozano que no conozco casi nada, aunque tengo una ventaja. Los religiosos estamos acostumbrados a que nos cambien de lugar y de adaptarnos.

-Y desde que recibió la noticia, ¿qué repaso hizo del camino que ha recorrido?

-No digo que son sensaciones encontradas, sí diferentes. Es una gran alegría y responsabilidad por ir a San Juan y también una cierta añoranza, porque como religioso agustino recoleto ya no voy a estar cerca de mis hermanos, porque no hay en San Juan. Dejar España, a la gente con la que uno ha trabajado, cuesta también. Pero estoy convencido que Dios te da mucho más, cuando sos generoso, de lo que uno piensa.

La grieta de los pañuelos

El debate entre "pañuelos verdes" y "pañuelos celestes" es un tema sobre el que también opinó Carlos María Domínguez: "Mi posición es la misma que la del episcopado argentino, al que me acabo de incorporar. Valen las dos vidas. Es irrenunciable el derecho a la vida, desde el momento de la concepción. Y en el caso concretamente del aborto, da mucha tristeza. Uno ha estado con gente que pasó por ese drama. Las secuelas que quedan a nivel de conciencia y de corazón, son muy fuertes. A veces se habla tan de memoria, pero la gente que lo ha vivido, sufre mucho". Respecto a la separación de Iglesia y Estado, afirmó: "Creo que tiene que haber autonomía entre las dos esferas, pero también cooperación mutua".