Joya arqueológica. El hallazgo de la momia del cerro El Toro originó que se creara el instituto y museo Gambier en 1965, que tiene previsto mudarse al edificio 9 de Julio, cuando sea acondicionado. Pero su joya arqueológica no será exhibida.

El Museo Gambier, que alberga los tesoros arqueológicos más importantes de la provincia, está cerrado desde hace más de un año porque el galpón que ocupa tiene problemas edilicios. Hace un mes se conoció la noticia de que éste se mudará al ex edificio 9 de Julio, una vez que se termine de reacondicionar. Pero cuando abra sus puertas al público nuevamente, este museo no exhibirá sus momias. Entre ellas se encuentra uno de los hallazgos más trascendentes de la provincia: la momia del Cerro El Toro. Esto es porque la UNSJ dará cumplimiento a una ley nacional que prevé que los restos mortales deben volver a las comunidades aborígenes. Sin embargo, acá la variante será que no se exhibirá la momia, sino que será guardada en un área de archivo del museo, en el subsuelo del ex 9 de Julio

Días atrás hubo una reunión en el Rectorado, solicitada por el antropólogo Fernando Pepe, coordinador del Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). En ella participaron referentes de comunidades indígenas de San Juan, miembros del Consejo Superior de la UNSJ y funcionarios provinciales. Lo que se hizo ese día fue labrar un acta para realizar el procedimiento de un inventario de restos humanos de personas pertenecientes a comunidades indígenas, primer paso necesario para dar cumplimiento a la Ley Nacional 25.517, que rige en esa materia como derecho de esas comunidades a poseer los restos mortales que reclamen. A la normativa sancionada en 2001 y reglamentada en 2010, la Provincia de San Juan aún no está adherida. La UNSJ, como ente nacional, debe alinearse, aunque hay distintas posturas respecto a si la institución debe restituirles a los pueblos originarios esos elementos: la norma prevé que sean descendientes directos y hay criterios opuestos en ese sentido.

Quienes consideran que no hay descendientes comprobados, argumentan también que debería primar el bien común y conocimiento de la historia sobre las reivindicaciones de posibles antepasados. Teresa Michieli, quien fuera directora del instituto hasta su jubilación a principio de este año, aseguró: "Me parece que luego de más de cuatro décadas trabajando con ese tema, es muy injusto negarle a la sociedad sanjuanina el conocimiento directo de su propia historia".

El periodista Luis Eduardo Meglioli fue presidente fundador del Consejo de Patrimonio Cultural y Natural de San Juan y consideró que debe primar el respeto a los pueblos originarios y recordó que ya hay antecedentes de restitución en el país. También aclaró que deberá ser a los sitios originales donde los cuerpos fueron exhumados, una tarea que no parece sencilla.

En una línea similar se posicionó Jorge Cocinero, titular de Acodepas (Asociación para la Conservación y Defensa del Patrimonio Sanjuanino), quien consideró que los pueblos originarios deben tener prioridad.

El instituto y museo depende de la Facultad de Filosofía. La UNSJ sólo tiene el rol de tutelaje sobre los restos humanos indígenas y elementos que se fueron recuperando de las culturas precolombinas. Sin embargo, tras mantener reuniones con los pueblos originarios locales, llegaron al consenso de no exponer al público las momias que fueron la atracción del museo, especialmente la del Cerro el Toro. La decana de Filosofía, Rosa Garbarino, avizora que las momias continuarán como hasta ahora: resguardadas en el museo, sin ser exhibidas ser mostradas. La próxima reunión en la UNSJ por este tema, está programada para el mes de marzo.

Un ícono arqueológico para la provincia


El hallazgo de la momia en el cerro El Toro en 1964 significó un aporte más que valioso para el desarrollo arqueológico en San Juan.

Además de convertirse en la prueba que respaldaba que el imperio inca se extendió hasta estas latitudes de la Cordillera de los Andes, un año después que fue descubierta durante una expedición deportiva al macizo de 6.180 metros sobre el nivel del mar, se creó el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo "Prof. Mariano Gambier". Por ese hallazgo, junto a la momia de Hualilán, descubierta en 1940, se abría un enorme campo de investigación.

El Toro está ubicado en la frontera entre San Juan y la región chilena de Atacama y fue un santuario religioso donde se practicaban rituales a las divinidades que -según lo que los incas pensaban- gobernaban sobre los fenómenos climáticos que los afectaban enormemente.

Cuatro montañistas del Andino Mercedario querían realizar la primer ascensión deportiva al cerro, cuando dos de ellos detectaron la figura. Al mes siguiente de 1964, febrero, partió una segunda expedición, en la que participó un equipo periodístico de DIARIO DE CUYO, para trasladar al cuerpo del joven que tenía como máximo 20 años cuando fue sacrificado en el centro ceremonial inca.

Salvo la parte del cráneo expuesta a la intemperie, el resto del cuerpo estaba en excelentes condiciones de conservación.

El cuerpo mide aproximadamente 1,65 metros de estatura, su dentadura, piel y musculatura están en perfecto estado. De pómulos salientes, mantenía intacto su ropaje, uncu (camisa) y taparrabo. Había una manta de abrigo tejida, ojotas de doble suela y un gorro, además de pequeños utensillos.