En el Tiro Federal, en medio de paredes de cemento y mientras los tiros de otros competidores resonaban en el aire, Vicente Paradiso, el instructor más grande del grupo, apuntaba sólo con su mano. Parecía que tenía un arma invisible que se dirigía a los distintos blancos de un escenario con obstáculos. Abría sus piernas, ponía la espalda derecha, cerraba un ojo y accionaba el gatillo imaginario. Era el modo de prepararse y concentrarse, ya que detrás de él estaba Ricardo, con un cronómetro en las manos, a punto de indicarle que comenzaría su prueba en el Torneo de Tiro Práctico, una disciplina en la que se debe impactar en distintos blancos, desde diferentes distancias y en diversas posiciones, atravesando obstáculos fijos y móviles.
El olor a pólvora y el sonido de las balas al salir del arma e impactar con los objetivos de metal o cartón se sentían desde lejos. Adentro del Tiro Federal, 8 escenarios de distintas dimensiones esperaban ser atacados por los competidores. La adrenalina también se olía en el aire. En algunos de los espacios, los tiradores debían estar quietos. En otros tenían que desplazarse hacia adelante o hacia los costados. Y las posiciones que debían adoptar también cambiaban: parados, sentados frente a una mesa, agachados y tirando por un agujero o en posición de cuerpo a tierra.
En uno de esos escenarios, armados con cubiertas, tachos, paredes de cartón o redes; Vicente esperaba el momento indicado para comenzar con la balacera. "¿Está listo? ¡Atención! Tiempo", dijo Ricardo en su oreja. Inmediatamente sonó el "pippp" del cronómetro y, como si hubiese sido activado por el reloj, Vicente empezó a disparar sosteniendo su revólver con las dos manos. Las balas salieron despedidas una tras otra, sin interferencias. Cada una impactó correctamente en los distintos blancos. Cuando le daba a los objetivos fijos, comenzaban a desplazarse los móviles, apuntaba a ellos y dejaba la marca en el lugar indicado.
La velocidad en los disparos del hombre dejó admirados a todos los que observaban la práctica. Es que fue mucho más rápido y preciso que el resto de los competidores.
En menos de 10 segundos, Vicente indicó que había terminado con la primera parte del escenario, descargó el arma y Ricardo detuvo el reloj. Juntos se movieron hacia la izquierda. Allí Vicente debía disparar nuevamente pero sosteniendo el arma con una sola mano. Del mismo modo que antes, rápido y con precisión, Vicente le dio a todos los blancos en 11 segundos y bajó su arma.
En el momento de conteo de los puntos se escuchaban las voces de los compañeros diciendo "muy bien, Vicente". Y la respuesta del hombre que decía "gracias". A esa altura, ya todos sospechaban que el tirador alcanzaría el primer puesto en su categoría. Y, al final, el presagio se cumplió.

