Cuando sus amigos quieren saber algo de él tienen que llamarlo a su oficina del Mattel Children´s Hospital, de la Universidad de California, en Los Angeles, donde dirigió la difícil operación en la que un equipo de 50 profesionales separó a las siamesas guatemaltecas. Conseguir un contacto telefónico con Lazareff puede costar unos diez llamados al día. Casado con una médica argentina y padre de dos hijos, Lazareff (que juega al tenis en sus ratos libres y recuerda que sus padres vivieron un tiempo en Unquillo, Córdoba, “igual que el tenista David Nalbandian”) también se da tiempo para cumplir su rol directivo en la Global Neuro Rescue, una nueva fundación dedicada a ayudar a las personas con desórdenes neurológicos que viven en el Tercer Mundo. En cuanto a las siamesas guatemaltecas, el doctor Lazareff sueña con que, un día, se contará entre los invitados de las fiestas de casamiento de estas hermanitas.