Facundo Heredia es un joven sanjuanino de 22 años. Hace dos años y medio llegó al Valle de Uco, más precisamente a Tunuyán, a la casa de sus tíos con el objetivo de formar parte del Ejército Argentino, sin embargo, no pudo ingresar a la fuerza y decidió buscar otro trabajo en la región.

“Conseguí trabajo en la cafetería Código –que está pegadita al Banco Nación- donde estuve por un tiempo, pero la verdad que entré en un pozo depresivo por no haber podido entrar al Ejercito y como me sentía mal, decidí volverme a San Juan. Luego de estar un tiempito allá, vi que no salieron los planes como tenía pensado, así que volví nuevamente y retomé mi trabajo en la cafetería”, detalló en primera persona Facundo a El Cuco Digital.

Luego, el joven siguió relatando cómo continúo su vida: “Yo llegué a Tunuyán en diciembre, alquilé una piecita de 2×2 en un asentamiento en calle Francisco Delgado y en marzo comenzó la cuarentena, y ahí dije ‘que macana’ porque me quedaba sin trabajo para comer, para pagar el alquiler; a San Juan no podía viajar y a mis tíos no quería molestarlos porque están mis primos y mi tía tiene a su mamá a cargo, y sinceramente no quería molestar, así que estuve tres días sin comer con ganas de no hacer nada, pero en un momento de esos que estaba acostado me llegó una llamada, esas llamadas del cielo; era el doctor Enrique Muñoz que estaba con mi jefe; me preguntó ‘qué estaba haciendo’, le dije que ‘nada’, entonces me dijo que ya me pasaba a buscar para ir a comer y acepté” .

“Ahí nos pusimos a charlar, le conté mi historia de vida y él me comentó que se estaba por ir a alquilar una casa y me preguntó que si quería cuidársela cuando estuviera de guardia, así que le dije que bueno, y fui ese fin de semana y se la estuve cuidando por dos semanas cuando él trabajaba, hasta que un día me dijo, ‘venite, a vivir conmigo; tráete tus cosas y ya quédate hasta que se normalice todo’. Sólo me encargó que le mantuviera limpia la casa, pero no me pidió un peso -como se dice- ni para la comida, ni para el alquiler. Estuve más o menos dos meses y medio ahí. Me salvó la vida”, agregó emocionado Facundo.

Pero la historia no quedó ahí, luego, el joven relató que tras la gran ayuda recibida, no se quedó de brazos cruzados. “Llegó un momento que pensé que aunque estuviera cerrada la cafetería tenía que hacer algo, así que hablé con mi jefe y le pregunté si me prestaba la cocina de la cafetería para hacer churros y como no tuvo problema, me saqué el permiso y comencé hacerlos hace aproximadamente un mes (…) Además, le hablé a mi compañero Agustín para darle una mano, le dije que yo los hacía y que él los repartiera -como delivery- y se prendió, y seguimos haciéndolos porque nos va muy bien. Por supuesto que sigo trabajando en Código, pero nunca pensé que me iba a ir tan bien con los churros (risas)”.

Para cerrar la nota Facundo, “el Sanjua” como le dicen los que lo conocen, comentó que gracias a la ayuda del doctor, de su jefe que le permitió trabajar en su cocina , de amigos como Eva Cabanay, Juan Galdame y de la gente que comenzó a comprarle sus churros, hace dos días pudo mudarse de casa. “Alquilé un departamentito más cerca del centro; yo en ningún momento me imaginé que iba pasar esto. Comencé a recibir ayuda de mucha gente que no me lo esperaba. Y ayer nos despedimos con el doctor; le entregué las llaves de la casa y le agradecí por ser muy buena persona (…) Yo creo en los milagros” cerró.