El estudio de tres generaciones de familias de pequeños productores sanjuaninos dedicados a la actividad olivícola, nos ha permitido una mirada retrospectiva hacia el pasado de dicha actividad en nuestra provincia, y las particularidades que fue asumiendo a lo largo de su historia. Amablemente, al calor del sol y de una exquisita mistela artesanal, los entrevistados – miembros de las familias Toré, Andrade y Marí – nos contaron acerca de los inicios, sacrificios, alegrías y el afianzamiento de sus predecesores en este pedazo de nuestra provincia que es Pocito, y su actual situación como pequeños olivicultores.
Comenzaremos diciendo que el olivo en San Juan, tiene un abolengo casi tan antiguo como el de la vid, ya que su cultivo en el Valle de Tulúm – según estudiosos de la temática – se remonta al siglo XVII, aproximadamente año 1706. Si bien la tradición sanjuanina se asocia a la imagen del viñedo, recordamos, desde nuestra infancia los olivares que nuestros antepasados tenían en sus fincas, destinados sus frutos, a la conserva artesanal y al aceite que se consumía en la familia, que también se regalaba a aquellos amigos más ligados a los afectos.
Esta actividad estuvo olvidada durante más de un siglo hasta la década del 90 cuando, por la aplicación del Sistema de Diferimientos Impositivos, se produjo el auge de la olivicultura, constituyéndose lo que se llamó la "Nueva Olivicultura.
Pequeños productores
Por aquella época – años 50 – muchas de las antiguas familias de la provincia, – tal como las mencionadas – centraron su actividad económica en el cultivo del olivo. Don Toré, un antiguo productor olivícola pocitano – hoy fallecido – nos contaba los motivos de su elección en oportunidad de decidir qué cultivar en sus tierras: "Y_ el olivo… porque se prestaba más la tierra para el olivo. Yo miraba la huerta de las otras propiedades y no habían cepas, y donde había algún olivo yo iba a mirarlo, cómo estaba, y me gustó más irme para el lado del olivo_" Otros productores desarrollaron esta estrategia productiva en forma paralela al cultivo de la vid, viñedos y olivares crecieron juntos en nuestro terruño.
Estos pioneros de la olivicultura son los que hoy conocemos como "productores tradicionales" o "pequeños productores", una de sus características principales fue la de haber sobrevivido a los periodos de crisis que sufrió la olivicultura en el país y en San Juan. Otra de ellas es que, en las dos generaciones que siguieron a estas familias, se mantuvo y mantiene la tradición olivícola, al menos uno de los hijos y nietos continuó con el cultivo y en muchos casos el olivar sigue siendo su principal fuente de ingreso. La continuidad de la tradición agrícola familiar, hizo que la esposa de Don Toré, nos comentara"_ todos van imitando a la cabeza, todos andan alrededor de Don Toré."
En la segunda década del siglo XX los pequeños productores se ubicaron en las colonias de los departamentos Pocito, Rawson, Sarmiento y Rivadavia, posteriormente ya promediando el siglo, con la Ley de "Fomento de la olivicultura", se incorporaron los departamentos Angaco, Caucete y Jachal.
La primera generación de estos productores tradicionales fue de inmigrantes, provenientes preferentemente de España, llegaron en los comienzos del siglo pasado, con muy escasos recursos, sin educación, con alguna experiencia en trabajos agrícolas y sin conocimientos específicos sobre el cultivo del olivo. Muchos fueron sus esfuerzos para adquirir las tierras, debieron hacerlo con la ayuda de amigos, familiares o hipotecas. Ejemplo de ello es la situación de la familia de Don Ernesto Andrade, de la cual da cuenta su hijo: "Mi papá llegó a tener una propiedad… porque tenía un sueldo de ciento veinte pesos por mes. Y el doctor Aldo Cantoni le descontaba treinta pesos por mes para que pagara 10 hectáreas. Entonces, cuando muere Aldo Cantoni, le escrituran al papá las 10 hectáreas, porque él ya las había pagado con su sueldo_ en 1945_" Por otro lado, el nieto de José María Marí relató al respecto: "Y bueno, con la ayuda de otros paisanos y eso, compró la finquita ahí (en Pocito), era de 7 hectáreas."
Como estrategia productiva inicial, algunos cultivaron chacras o vides, los ingresos de estas últimas les permitieron subsistir mientras crecía el olivar, y en los momentos aciagos para la olivicultura.
Ernesto Andrade contaba sobre cómo ingresaron las estacas de olivo que plantó Federico Cantoni en sus tierras y de las que derivaron los futuros olivares: "Cuando Federico Cantoni estaba en Rusia de embajador, durante el gobierno de Perón, fue con el secretario de él. Era un fanático de la olivicultura, entonces allí llena él como ocho, diez valijas de púas de aceitunas, de las plantas, y manda a su secretario con las valijas de Rusia a Argentina y de ahí nacen todas las plantas, fue la "Cerignola", que no existía, la trajeron de allá, la aceituna grande."
Las primeras propiedades de los productores tradicionales se caracterizaban por promediar las 10 hectáreas de extensión, con montes mixtos cultivados con las variedades Arauco, Arbequina, Changlot y Frantoio, con marcos de plantación de 10 x 10 metros, y por consiguiente, con un bajo rendimiento en kilos por hectárea. Se suman a ellas el viejo sistema de riego por surco o manto que aún se conserva.
Si bien con el transcurso de la historia familiar, los pequeños productores mantienen muchas de sus costumbres a la hora de atender sus olivares, la situación de la actividad a nivel provincial, nacional y mundial los puso en algunas encrucijadas. Las exigencias planteadas por el mercado los llevó realizar innovación tecnológica, injertar sus añosas plantaciones (innovación biológica) para obtener un producto de mejor calidad con un destino específico y, por ende, un mayor beneficio en oportunidad de su venta.

