La enóloga Nelly Brond de Taja es la primera enóloga del mundo. A los 91 años confiesa su especial gusto por un vino varietal. El Syrah de San Juan.


Foto: Mariano Arias

La escuela de Fruticultura y Enología fue creada por Domingo Faustino Sarmiento, durante su gobernación. Fue un 7 de septiembre y por ello se celebra el Día del Enólogo ese día. Pero pasaron muchos años hasta que dos mujeres se animaran a estudiar enología y finalizaran la carrera.


Así las dos primeras enólogas mujeres de la Argentina y del mundo, donde numerosas enólogas se disputan este honor, fueron las sanjuaninas Delia Bravo -fallecida- y Nelly Brond de Taja, con quien dialogó Suplemento Verde de DIARIO DE CUYO. Reconocida docente de la Escuela de Enología donde fue coordinadora general de actividades prácticas, "la señora de Taja", como la nombrábamos sus alumnos, a los 91 años de edad aún nos habla del vino.



-Nelly, ¿dónde nació usted?

-Nací en San Juan, en 1928. Mi padre era ferroviario y viajamos mucho en Serrezuela de Córdoba, Resistencia en Chaco, Rosario y finalmente en Serrezuela en Córdoba. Cuando llegó la hora de estudiar enología, yo vine a quedarme a lo de una tía, porque tenía un primo que estudiaba enología también.



-¿A qué edad comenzó a cursar enología y qué le llamó la atención de esta profesión?

- Comencé en 1946, a los 18 años de edad. Yo había finalizado la secundaria en Resistencia. Entonces no me decidía qué estudiar y mi primo había finalizado el primer año y me comentó de la Escuela de Enología y esta hermosa profesión.


Justo se había inscripto la señorita Delia Bravo, excelente persona y amiga, que debería haberse recibido conmigo, pero ella demoró un poco más en rendir la tesis. Fuimos compañera toda la carrera, que duraba cuatro años, con unos profesores que eran un lujo, como el ingeniero Croche, fruticultura e industria de la fruta, o el señor Villanueva en granja, por ejemplo; siendo director de la escuela el ingeniero Ernesto Aubone.



-Cuando usted ingresa a la Escuela de Enología, ¿qué decían los muchachos?

-No, nada. Nos trataban con respeto. Delia y yo nos sentábamos en la fila de la derecha, solas. Ella adelante y yo atrás. La huerta la teníamos las dos a la orilla de la famosa laguna.


Pero en segundo año fue el problema. Llega un día el ingeniero Driollet a darnos clase de horticultura y entonces comienza a tomarnos lección oral sin avisar, desde el lado izquierdo. A todos les fue mal. Y llega justo hasta nosotras y no nos toma. Igual algo habíamos leído y no nos iba a ir mal. Pero eso les molestó a la mayoría de los muchachos y salvo un catamarqueño y un sanrafaelino, no nos dijeron la palabra por un año. Cosa de adolescentes.



-Y su labor en la escuela de Enología también le proporcionó una familia años más tarde...

Sí. Cuando me recibo mis prácticas y primeros trabajos como enóloga fueron en la Bodega El Globo, frente al colegio Fray Marmerto Esquiú.


Era una gran empresa con una bodega grandísima. Esta firma además tenía auditores de calidad. Y allí lo conocí a mi esposo, Mohamed Taja; y nos enamoramos. Él era cordobés, pero vivía en Buenos Aires.


Él viajaba mucho con una valijita con sus elementos de laboratorios para controlar los vinos y acá venía fundamentalmente en la época de vendimia donde nos veíamos, y así nos casamos. Y entonces viajábamos juntos y yo le hacía los análisis durante dos o tres años.


Luego nacieron mis hijas Susana Esther y Lilian Ruth Taja, que es religiosa de clausura. Y entonces me quedo en San Juan y me vienen a buscar de la Escuela de Enología para dar clases, donde hice el resto de mi carrera desde 1965.



-¿Sabía usted que es la primera mujer enóloga del mundo?

-No, hijo. Hace muy poco y por iniciativa del actual director de la Escuela de Enología, enólogo Sergio Montero, me enteré que era la primera enóloga del mundo. De hecho en el laboratorio de la Bodega este establecimiento colocaron una placa donde me señalan como la primera.



-Y sigue al pie del cañón la actividad

Sí. Yo estoy muy contenta. Me alegra mucho que el Centro y el Consejo de enólogos hayan inaugurado la semana pasada este moderno laboratorio. Es un avance. Le hacía mucha falta a las bodegas de San Juan.


También estoy muy feliz por las inversiones del grupo empresario Chediack en 25 de Mayo y la ampliación de su bodega así como de las inversiones de la familia Eskenazi, porque generan mano de obra para más enólogos y personal calificado. Eso habla muy bien de San Juan.



-Y a la primera enóloga del mundo, ¿qué vino le gusta?

-A mí me gusta fundamentalmente el vino tinto, pero de los vinos nuevos, jóvenes de San Juan. Pero en especial me gusta mucho el varietal Syrah. Se expresa muy bien acá.


También me gusta mucho, aunque no es vino, la mistela. Siempre me gusta tener un poquito de mistela para hacer postres. Y recuerdo mucho una mistela de Escuela premiada a nivel internacional Vinandino 2007.



-¿Se sintió discriminada alguna vez?

-Yo no. Pero Delia, mi compañera, sí. Ella fue una excelente investigadora y alguna oportunidad la dejaron sin trabajo desde agricultura de la Nación, sólo por ser mujer. Pero luego siguió con una brillante carrera e investigamos juntas en los laboratorios escolares.



-Usted vivió épocas de oro y no tanto de la Escuela de Enología...

Sí. Vinieron a estudiar jóvenes de Perú, México, Paraguay, Chile y otras naciones. Forjamos la industria en Sudamérica. Luego nos traspasaron de la Nación a la provincia y perdimos plata. Dejaron de entrar recursos nacionales a la provincia.


Hoy siento pena y bronca. Veo que así como nos dejaron sin la colección ampelográfica ubicada donde es hoy el Palomar. Hoy nos sacaron parte de la colección de olivos con una escuela de cine.



-¿Y qué mensaje les deja a los jóvenes?

Qué apuesten a la vitivinicultura, al vino y los alimentos. Debemos saber defender lo nuestro. Las nuevas inversiones inauguradas esta semana así lo confirman. El mundo no va a dejar de comer ni de beber vino y todos sus derivados. Los jóvenes van a tener muchas posibilidades.