Se podría pensar que por ser la totora una plantación autóctona que no necesita más que agua para crecer y multiplicarse casi desmedidamente, es la base de artesanías que representen la provincia. Sin embargo no es así. Ya no hay producción ilimitada porque el recurso donde se desarrollaba naturalmente -los humedales-, se están secando poco a poco y por ende es escaso. Ni tampoco son demasiados los artesanos que la trabajan. Muchos aducen que no les pagan lo que vale el tarea de recolectar la fibra y trabajarla como se debe, o sea dejarla secar, y luego convertirla en objeto decorativo.


Estas dos razones son las que han diezmado las producciones de por ejemplo los miembros de la Comunidad Sawa, tradicional de 25 de Mayo. Ellos se han tenido que ceñir a la alfarería y dejar de lado la construcción de las vistosas canoas de totora, entre otros objetos típicos, por la falta de material más las dificultades económicas. Lo mismo ha ocurrido con otros artesanos del departamento.


Ni lo intentos oficiales -alguna vez hubo capacitaciones promovidas por la Agencia Calidad San Juan y el Ministerio de la Producción-, ni el aporte de la universidad -hay al menos dos iniciativas en la UNSJ: una de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el Parque Presidente Sarmiento y la Escuela Agrotécnica de Zonda para recuperar las técnicas tradicionales de tejido de totora con la comunidad; y otra de un tesista de grado y de maestría que busca resignificar a través del diseño y la innovación de técnicas el uso de esta planta- han servido para multiplicar su aprovechamiento de manera exponencial. Lamentablemente los cursos que se daban en la Agrotécnica de Zonda, se tuvieron que suspender por la pandemia.


Por suerte quedan algunos promotores de la totora que hacen que el material resista y no se pierda -esto sin contar el beneficio para el medio ambiente teniendo en cuenta que si no se usa y se seca naturalmente puede ser un potencial foco de incendio-. No son muchos. Hay entotoradores de sillas que siguen los pasos tradicionales en Zonda, Albardón, 25 de mayo, Sarmiento, Santa Lucía, Rivadavia y quizá en otros departamentos. A su vez, hay algunos curiosos que se animan a incursionar con esta planta perenne que ya usaban los huarpes.


Un reducido número de sanjuaninos, que eligieron la totora como fuente de vida, cuentan sus historias Y muestran sus productos.


Liliana Díaz, artista de Cielo Alto

Un papel destacado

 

Cuando la creatividad abunda es sencillo transformar las necesidades en soluciones. Así lo demostró Liliana Díaz, licenciada en Artes Visuales, quien tomó la decisión de hacer su propio papel para producir cuadernos, agendas, anotadores, entre otros útiles, con la marca "Cielo Alto", tal la traducción del vocable Zonda, donde ella nació y vive en la actualidad. Un papel con identidad si se tiene en cuenta que el principal ingrediente es la totora del humedal zondino -Parque Sarmiento. 


Lily obtuvo su título de grado en Mendoza, y en ese momento tomó la decisión de no ser artista, si no de trabajar con el arte y desarrollar espacios de creación. El resultado es un trabajo paciente, estético y lleno de creatividad por donde se lo mire que le permite vivir.


Todo comenzó cuando cursaba una materia dedicada a la producción de este soporte, que la atrapó para siempre. "Como soy grabadora, el papel es fundamental para estampar mis imágenes. Así fue que ante la necesidad de tener uno de buena calidad, descubrí ese mundo. Y durante muchos años trabajé para perfeccionarme. Decidí que sería mi modo de subsistencia y comencé producir artículos de librería. Eso fue hace como 20 años y sigo en el tema", cuenta Liliana.


Su inspiración no sólo vino de la carrera sino también de una artista mendocina que realizó investigaciones sobre fibras regionales, entre ellas la totora. Allí tomó su primer contacto con este material hasta que regresó en el 2005 a Zonda, y descubrió que tenía la materia prima al alcance de su mano. "Fue un momento de inflexión en mi vida porque venía arrastrando mi emprendimiento ya que hasta ese momento vendía en ferias de Mendoza con papel reciclado o elaborado con distintas fibras, pero a muy baja escala. Cuando regresé hice una diplomatura, entre otras capacitaciones y le di una nueva energía al proyecto con una identidad local. Tomé conciencia y decidí que la mecha era producir con lo que tenía en el Parque Sarmiento como la totora, la cortadera y carrizo", cuenta Lily quien aprovecha hasta el descarte que le queda a la familia Cardozo del entotorado de sillas.


La producción de Liliana era comercializada con éxito en las ferias de artesanías pero la pandemia bajó las ventas en estos sitios y ahora intenta perfeccionar la comercialización por las redes sociales (@cieloalto.artenpapel en Instagram y Cielo Alto, cosas de papel en Facebook). Además junto a un par de amigas abrió un local en calle Ituzaingó 846 en Rivadavia donde se pueden encontrar las agendas, cuadernos, entre otros productos.



Natividad Cardozo, arma sillas y sillones

Entotorar, un bien de familia


Para llegar a la casa de don Zenon Cardozo en Zonda no hace falta GPS, alcanza con preguntar a cualquier vecino del departamento. Él se hizo famoso por trabajar la totora toda su vida, y ahora con casi 80 años, si bien disminuyó la producción sigue haciendo cosas y, lo más importante es que entregó sus saberes y habilidades a su hija Natividad. Ella es la heredera y quien trabaja a la par, sobre todo, entotorando sillas a la vieja usanza. Le gustaría hacer otras artesanías pero carece de elementos y algunas maquinarias que lo permitan.


"Mi papá iba a los humedales a cortar la totora, una parte la vendía para atar parrales y plantas de tomate y además de eso entotoraba sillas. Así fue que aprendí desde chica, pero recién de grande trabajé en esto. Él se está alejando un poco del trabajo porque le duelen la columna y las rodillas, pero sigue haciendo entotorados", cuenta Natividad.


El primer paso es cortar la totora en el Parque Sarmiento para lo cual los Cardozo cuentan con el consentimiento de sus autoridades. Claro que esa tarea no sólo demanda esfuerzo porque hay que ingresar al agua -hasta la altura de la cintura-, sino que también se deben seleccionar calidades y tamaños.


La labor no termina ahí. Los atados de totora deben dejarse entre 8 y 10 días (según la época del año), para un buen secado, tras el cual quedan listas para su utilización. El último paso previo antes del trabajo manual es remojarlas nuevamente. En el caso del entotorado de una silla, la labor artesanal demanda entre dos y tres horas, según el tamaño.


Estos y muchos otros saberes referidos a esta fibra tan olvidada han sido impartidos por don Zenon, cada vez que alguien le solicita dictar un taller en alguna institución.


"En este momento más que nada entotoramos sillas y sillones. Lamentablemente por el momento no podemos hacer cestería u otra artesanía porque necesitamos armazones de hierro y no tenemos la maquinaria. Para nosotros es cara y hemos presentado un proyecto para recuperar estas técnicas y tener más posibilidades de trabajo. Hace un par de años estuvimos haciendo cortinas y cosas más pequeñas como paneras, sombrilla, pero ya no", agrega la artesana que tiene dos hijos que observan de cerca la tarea y conocen los detalles de cómo realizar el cortado y posterior uso. Se la puede contactar a su teléfono 264-5541669 o por su Facebook como El totoral diseño y fabricación.


Reconoce que esta labor ancestral se está perdiendo por falta de interés, y cada vez hay menos personas trabajando la totora. Un pendiente si se quiere preservar la cultura, el ambiente y generar fuentes de ingreso con un material que se consigue sin pagar ni un peso.



Lazos, objetos de decoración y moda 

Contenedores con aires del humedal

Sofía Jacome (estudió 3 años Artes Visuales), su hermana Ana Agostina (pasó por Arquitectura y Diseño Industrial) y Claudia Abadía, su mamá, consideraron que el acceso a la materia prima para hacer papel maché para sus artesanías estaba agotado. Entonces empezaron a buscar alternativas válidas. Así fue como encontraron a la totora, como tesoro sanjuanino de fácil manipulación y un material novel para hacer objetos a su gusto. El trío estaba dispuesto a incursionar pero apareció un inconveniente: salvo la mayor del grupo que alguna vez había hecho un curso de cestería y mimbrería, el resto no sabía cómo hacerlo.


"Mi mamá fue la que nos indujo a trabajar con totora, contándonos que era un material originario de San Juan, que se da muy bien en los humedales de Zonda y lo más fabuloso, que está casi al alcance de la mano, por decirlo de algún modo porque es muy trabajoso el proceso de secado. Igual nos entusiasmó", cuenta Sofía que aplicó lo que recordaba su madre, sumó algunos tutoriales de Internet que fue adaptando a sus necesidades y así, con imaginación y audacia, entre las tres lograron los primeros prototipos de sus cestas multiuso, las que en la actualidad tienen muchísima demanda. Los clientes las llevan para poner ropa, perfumes, jabones, toallas y fundamentalmente, como portamacetas. 


"Practicamos bastante", resume esta creativa el paso a paso que hicieron, con al menos 20 pruebas, hasta llegar al resultado esperado. Ese camino implicó recurrir a técnicas del tejido a telar para armar una trama a la que se le da forma con ayuda de una olla que usan de molde. Aprendieron a tensarla, doblarla, enroscarla y trenzarla. Ahora están analizando cómo teñirla.


"Los cestos son decorativos, tienen una textura y una terminación muy bonita. Hoy están de moda. Tratamos de hacer objetos utilitarios y de tendencia, pero con la salvedad que son hechos a mano. Eso les da otro sentido. Inclusive nos ocupamos que sean funcionales. Por ejemplo, mi mamá diseñó para las cestas un forro de tela para que sean más higiénicos y puedan lavarse en el caso de usarse como contenedor de alimentos o de pan. La totora es idea para ese uso porque también se pueda lavar sin que se deteriore", explica. 


En su local -se llama Lazos y está en Laprida 148 oeste, entre Sarmiento y Entre Ríos- además de vender, cada tanto reciben clientes que les piden un taller o les preguntan sobre las técnicas. Ellas si bien no enseñan, no tienen problemas en contar algunos secretos. No descartan que algún día puedan convertir a la totora en materia prima de sus saberes.


Mientras tanto, ya empezaron a investigar para empezar a hacer individuales, bolsas para las compras (que reemplacen las plásticas y las de tela, con el potencial que es tan resistente que puede cargar más peso) y hasta carteras de totora.



Federico Heredia, diseñador de muebles y accesorios

Iluminado por la fibra


Federico Heredia no sólo es el autor del mundo y el portal en Santa Lucía, entre otros objetos y mobiliario que ha ido cosechando en su profesión. Orgulloso puede mostrar unas interesantes lámparas de diseño, cuyos cables y decoración son de totora, alguna al natural, otras coloreadas. Y también un ergonométrico sillón o poltrona de totora y detalles en cuero que dan testimonio de que este material tiene una resistencia única y una versatilidad difícil de igualar. Estos dos últimos objetos no sólo fueron los que le permitieron avanzar en su carrera sino además obtener premios y reconocimientos en contiendas reconocidas para el sector, como Innovar o exponerlos en galerías de arte.

Es uno de los pocos sanjuaninos que se animó, al menos hasta ahora, a desafiar a las tradiciones que rodean el uso de la totora. Eso está a la vista, pero además tiene teoría que lo sustenta. Es que Federico la eligió como leiv motiv de sus dos tesis: la de grado -llamada El sueño de la totora- y la de maestría en la Universidad de Córdoba -que fue la que lo llevó a hacer experimentos de la mano de la comunidad de Zonda que se dedica al entotorado- y que tenía como objetivo resignificar la fibra a través del diseño y la innovación de técnicas. Producto de estos trabajos es que logró materializar muebles y accesorios diferentes y modernos, algo así como una "vuelta de tuerca" para la totora.

Siempre le inquietó la contaminación pero más el cuidado del medio ambiente a través del uso de los materiales cotidianos como el plástico o el metal. Por eso, siempre estuvo en su cabeza la idea de reciclar y apelar a recursos biodegrables y renovables. Esa noción se potenció en el proceso para convertirse en Diseñador Industrial.Por eso no era de extrañar que utilizara la totora que crece en el Parque Sarmiento.


"Me involucré no sólo con el impacto ambiental que genera la totora sino con el impacto económico y fundamentalmente con el social que viven quienes trabajan con este material tan noble. Con estas investigaciones pude ver cómo aquí no se le da valor real a los productos artesanales que hacen, pese a que en Ecuador, Colombia, Perú e inclusive otros puntos del país tienen mucho éxito productos artesanales semejantes. Los artesanos sanjuaninos siempre van a tener a su disposición mis diseños para aplicarlos en sus trabajos y así, quizás, sumar valor agregado a sus objetos", dice a modo de agradecimiento por los conocimientos que le brindaron.


Han pasado muchos años de sus investigaciones y pese a no tener mucho tiempo ni tampoco lugar para el acopio de la materia prima, 


Federico sigue produciendo a pedido sus lámparas y sus sillones (todos tienen un nombre en huarpe). Es que cada vez que alguien le pregunta o le hace un encargue, a él lo llena de orgullo, tanto como cuando lo aplauden en el escenario cuando baila un tango, su otra gran pasión (es el director de los Talleres de Tango en la UNSJ). En definitiva, bailando o trabajando la totora, es un artista. 

Por Paulina Rotman y Myriam Pérez
Fotos: colaboración
Agradecimiento por las letras en totora a Sofía Jacome