El gran auge de los "Eco" proyectos toma vida, sobre todo con los jóvenes y no tan jóvenes que en un momento optan por "reciclarse", poniendo en marcha un proyecto propio, que ven en el mundo bio una salida de futuro. Es el caso de Mariela León que cinco años decidió producir cosmética natural con una fórmula innovadora en toda su cadena productiva. Esto, sin duda, también la convierte en una pionera de lo que se denomina "ecoemprendimientos". Actualmente es propietaria de la marca Biodena, biocosmética, que trabaja en conjunto con dos comunidades originarias de la provincia que producen materia prima para su empresa y para todo el que quiera comprarles. En muy poco tiempo se sumará un grupo de mujeres violentadas que se dedicarán al cultivo de aromáticas, insumo muy importante para esta propuesta. Una historia ejemplificadora desde el punto de vista comercial, y sobre todo desde lo personal y humano.


-¿Cuándo surge la idea de hacer biocosmética?

A los 33 años me enfermé de cáncer de vejiga, era un caso raro para una persona joven, y el médico en ese momento me indicó que debía dejar todo lo que contuviera sustancias químicas. Ahí me di cuenta que todo lo que me rodeaba lo contenía, desde lo que me ponía en la piel, el cabellos, todo. Empecé a estudiar de qué manera podía llevar adelante una vida normal y más sana. Comencé con fitocosmética, fitoterapia, cosmetología, cosmiatría hasta que decidí elaborar todos los artículos de cosmética para mi y mi familia.


- Para vos también debió ser un entretenimiento para sobrellevar ese proceso.

Más que nada era un escape, una fuga a mi preocupación porque mis dos hijas eran muy pequeñas. Fue una situación muy movilizante, más aún si uno se pone a pensar que en ese momento la palabra cáncer, era casi una declaración de muerte anunciada. Hoy en día el panorama es otro afortunadamente. Fue todo muy difícil porque debía controlar desde lo que comía hasta lo que usaba porque al ser la vejiga el receptáculo de todo lo que uno come y todo lo que se pone en la piel, los residuos pasan a este parte del cuerpo. Por eso yo debía cambiar todo mi estilo de vida.

- ¿Lograste superar la enfermedad? ¿Cómo fuiste conjugando tu situación personal con la actividad de emprendedora?

Es un cáncer muy recurrente, pero gracias a Dios estoy sana y salva. Además con esa experiencia yo le decía a todo el mundo: probá con estos productos que son naturales y podés hacerlos en tu casa. La gente me contestaba hacelos vos que te salen bien y me los vendés. A esa altura nos mudamos a San Juan, hace ocho años, antes vivíamos en Córdoba pero mi marido es de acá y decidimos que era el momento para cambiar de aire. Además era un lugar más tranquilo para nosotros, las niñas y mi tercer hijo que acababa de nacer, fue un cambio radical, brutal, pero con todo el viento a favor. Luego, hace cinco años tomamos la decisión que esto podía transformarse en un ingreso para la familia, y sobre todo ayudar a otras personas.

- ¿Cuál fue la clave para tomar la decisión de dedicarse de lleno a la biocosmética? 

Si no lo podemos comer, no lo podemos colocar en la piel porque esta es una barrera que absorbe todo. Me pregunté, así como yo me enfermé le puede pasar a otra persona, a los niños, encima esas toxinas también van al medio ambiente. Entonces tomé la decisión de hacer cosmética sustentable, con packaging reciclable, envases retornables, con insumos biodegradables, y a la par empecé a ir al monte para conocer la naturaleza de la provincia y me encontré con un mundo maravilloso. Descubrí la jarilla, la retama, la pichana, muchísimas hierbas favorables, y comencé a introducirlas en los productos.
 

- ¿Cuándo tomaste contacto con las comunidades originarias para sumarlas a la propuesta?

Dos meses antes de la pandemia conocí a Raúl Alonso, director de Políticas de Equidad del Ministerio de Desarrollo Humano, quien me contactó con dos representantes de comunidades originarias, una de Valle Fértil y otra de Caucete. Estábamos en esa búsqueda porque nos dimos cuenta que comprábamos el aceite de jarilla en Buenos Aires que se elaboraba con la materia prima que se llevaban de acá. Esto, además de generar una alta huella de carbono, no nos permitía tener las cantidades necesarias porque teníamos acceso restringido. Tampoco sabíamos si venía de un proceso sustentable porque la jarilla demora en crecer, entre otros interrogantes. Ahí nos dijimos si acá hay gente que conoce el bosque nativo, que conoce los tiempos de las plantas, por que no hacerlo en San Juan. Así decidimos con mi marido armar una cadena de valor en la que todos ganen por igual porque generalmente quien gana es el que transforma el material y el que vende, mientras que el que está en la producción primaria, en el campo, es el que menos gana. Una vez que acordamos, el año pasado, conseguimos a través del mismo Ministerio los destiladores para ambas comunidades.

- ¿Cómo sigue el trabajo ahora?

Con esos destiladores, no sólo recolectan la planta de forma sustentable, sino que también destilan y transforman este material verde en algo de mayor valor y nosotros le compramos la producción de aceites y de hidrolatos a precio de comercio justo. Es decir que también se les da un porcentaje del valor en góndola para que ellos sigan creciendo y generando un plus a la cadena productiva. A eso le agregamos otro valor más que es transformalos en una cosmética sustentable y sana. Con todo esto, a fines de noviembre seremos la primera empresa que produce y habilita ante ANMAT para comercializar el producto que hacen las comunidades en la Región Cuyo. 


Además, ahora estamos buscando cooperativas de mujeres para cultivar aromáticas con lo que sumaríamos aún más, ya tenemos una en 9 de Julio integrada por mujeres violentadas. Este es un trabajo básico y simple que demanda poco tiempo porque generalmente tienen chicos u otro trabajo. No sólo vamos acompañarlas para conseguir la tierra y los plantines sino también en todo el proceso hasta que podamos soltarles la mano para que continúen solas. Es un proyecto largo con muchas aristas que puede llegar a hacer una diferencia.


- ¿Se han capacitado los integrantes de las comunidades para empezar a producir?

Estamos en eso, sobre todo con la gente de Caucete porque con la de Valle Fértil tenemos un problema técnico. Es que los aparatos requieren de mucha fuerza de gas y sólo tienen garrafas, así es que estamos tratando de conseguir un tanque grande de gas. En cambio los integrantes de Caucete ya están vendiendo hidrolatos (agua extraída de la planta que se usa para lociones, desodorantes, entre otros), y aceites esenciales a otras empresas porque no tienen compromiso de sólo vendernos a nosotros, ya que la idea es que puedan progresar. Si ellos crecen, los insumos también y tendremos mayor calidad. 

 - ¿Qué significa Biodena, el nombre elegido como marca? 

Nosotros empezamos con otro nombre que no pudimos registrar, entonces buscamos una reducción de siglas soñando que podíamos llegar a hacer, no sólo cosmética, sino también insumos para otras personas que hagan cosmética natural. Así nació que seríamos creadores de bioinsumos y derivados naturales, que resumido es Biodena.

-¿Con qué productos empezaste y cuántos se sumaron a la fecha?

Comenzamos con jabones y champú sólido, luego agregamos cremas para el rostro, serum, lociones corporales, acondicionador, desenredante, entre una treintena de productos más que se venden en Santa Lucía en lateral de Circunvalación Este 348, entre Sarmiento e Hipólito Irigoyen. También en la tienda on line -www.biodena.com.ar-, y un equipo independiente de 12 colaboradoras que están en toda la provincia. Además llegamos a Córdoba, Buenos Aires, Río Negro, Misiones y Chaco