La de Carmen Alto, yacimiento ubicado en las sierras de El Tontal, en Calingasta, es tal vez la historia que mejor resume el significado de inversión de riesgo en la industria de hace poco más de un siglo. Nació como una promesa de riqueza de recursos, en especial plomo y plata; creció a la luz de innovaciones tecnológicas constantes; sufrió declives que lo hicieron pasar de mano en mano; y su producción se extinguió por no haber logrado, a lo largo de tanto tiempo, un sistema de transporte y comunicación que hiciera valer tanta inversión. Fue así que las distancias que había recorrer para procesar y sacar el mineral, muchas veces a lomo de mula, terminaron siendo el principal motivo de su desaparición como escenario de emprendimientos mineros.
El yacimiento fue descubierto alrededor de 1860, y los informes hablaban de cotenidos no sólo de plomo y plata, sino también de galena, cerargirita, argentita rosicler, bromuro, yoduro de plata y zinc. El comienzo de la explotación implicó el empleo de cientos de trabajadores, aún tratándose de una zona tan inhóspita y alejada.
Y para fundir los metales en la planta de Hilario, ubicada sobre una margen del río Los Patos, había que llevar toda la carga en mulas. Esta dificultad pesó mucho en la historia de Carmen Alto. Ya fuera de funcionamiento Hilario, llevar el plomo y la plata fundir a otras plantas calingastinas implicaba, con cada carga, un día entero a lomo de mula a lo largo de 40 km de camino.
En ese mismo periodo, buena parte del mineral iba a parar a Chile.
Pero como no había un sistema aceitado de control aduanero para la exportación de metales, no quedó registro certero de qué cantidad tuvo ese destino.
Ya hacia finales del siglo XIX, los inversionistas ingleses empezaron a entrar en acción por Carmen Alto, que no dejaba de ser atractiva para la inversión. Esto trajo un gran empuje en adquisición de tecnología a vapor para el procesamiento en el lugar, pero la producción seguía siendo tan aislada, que los inversores se desalentaban y vendían, uno tras otro, las instalaciones. La difícil comunicación del yacimiento con los lugares de destino del mineral siguió siendo una constante, y finalmente, antes de la mitad del siglo pasado, ya todo se había convertido en un desierto, con cadáveres de maquinarias que atestiguaban una época perdida.

