La hora y el momento en los que realizamos nuestras comidas representan un factor esencial para la efectividad de las dietas y de la salud en general. Hasta ahora, varios estudios han demostrado una relación entre el horario de las comidas y la predisposición a padecer ciertas enfermedades como la diabetes y la obesidad. Por ello, se considera vital respetar el ritmo natural del organismo e ingerir los alimentos cuando el cuerpo se encuentre más preparado para asimilarlos, una disciplina que se la conoce como 'crononutrición'.

"La razón es que los procesos biológicos varían radicalmente durante el día y la noche, y nuestro cuerpo responde de distinto modo a la asimilación de alimentos dependiendo de la hora a la que los consumamos", precisa un informe de la Fundación Española del Corazón (FEC).

En este sentido, llama la atención y pregunta cuándo engorda más una rosquilla, si por la mañana o por la noche. "Seguramente nuestra primera reacción sería contestar que da igual, que un dulce aportará las mismas calorías independientemente de la hora a la que lo degustemos. Y si esta fuera una pregunta de trivial habríamos perdido", matiza la FEC.

Según argumenta, nuestro organismo cambia a lo largo del día, y por eso dormimos por la noche, los infartos ocurren con mayor frecuencia por la mañana o una copa de vino produce mayores niveles de alcoholemia por la mañana que por la tarde. "Todo depende de nuestro reloj interno que regula, entre otras cosas, la producción de enzimas y hormonas y condiciona a su vez el efecto que producen los alimentos según la hora del día a la que los consumamos", precisa.

Ritmo de vida

Esta disciplina se ha puesto últimamente de moda porque la sociedad y nuestro ritmo de vida han hecho que algunos de nuestros hábitos de vida los hayamos separado del ritmo solar y la mayor parte de la actividad de nuestro día, que suele realizarse por la mañana, no coincide con la mayor parte de lo que nos alimentamos, cuando debería ser así.

Por ejemplo, las personas que trabajan por turnos o por la noche tienen peor salud cardiovascular y cuando se analiza la dieta de estas personas se constata que es de peor calidad, presenta más cantidad de grasas saturadas o de azúcares; es menos saludable en general.

Cuando se come a una hora que no se corresponde aparecen apetencias distintas a las saludables y, además, se es menos constante en la dieta, se suele tener menos voluntad para no comer un determinado alimento que no conviene.

En este sentido, en algunos trabajos, se ha visto que la crononutrición representa una oportunidad en las dietas para perder peso. En un estudio realizado en mujeres con sobrepeso que seguían un régimen de adelgazamiento se encontró una diferencia en la pérdida de peso de hasta 2,5 kg al cabo de 20 semanas, cuando se comparó entre las que repartían las comidas de forma arbitraria a lo largo del día, de las que hacían el 75% de la ingesta del día antes de las 15 horas. La diferencia ya se apreciaba desde el primer mes de tratamiento.

Así, se aconseja adecuar la ingesta de los alimentos a la actividad que se realiza a lo largo del día, especialmente en el caso de los niños y en la población juvenil.

Por eso, es importante enseñar a los niños a hacer un periodo de ayuno por la noche desde pequeños. No comer por la noche tiene ventajas metabólicas y es importante enseñar a los menores desde muy pequeños, que es cuando se asientan todos los hábitos.

A su vez, los niños y adolescentes que no desayunan mantienen a lo largo del día una dieta de peor calidad y tienen más riesgo de obesidad a largo plazo.

En este contexto, los especialistas recomiendan desayunar bien, realizar la comida lo antes posible, hacer una merienda y una cena más ligeras, especialmente la cena, mantener al máximo posible los horarios establecidos para cada comida, y que los bebés duerman suficientes horas.