¿Existen las madres o los padres tóxicos? Si de sobreprotección y manipulación se trata, la respuesta es sí. En general, esto no responde a actitudes deliberadas sino a cuestiones ligadas a la personalidad de estos adultos que, si no se abordan a tiempo, pueden generar consecuencias nocivas para los niños y niñas.

“Desde la mirada de la crianza un papá o una mamá suelen considerarse tóxicos cuando, mediante sus acciones e intervenciones, en lo cotidiano no permiten el sano desarrollo cognitivo y socioafectivo de sus hijos”, explicó a Clarín Marisa Russomando, psicóloga especialista en maternidad, crianza y familia.

Mientras que el objetivo de la mayoría de estas madres y padres tóxicos es garantizar prosperidad y seguridad en sus hijos, los efectos pueden llegar a ser completamente opuestos a los deseados. En ese marco, la intervención de un profesional es clave para revertir la situación a tiempo.

Madres y padres tóxicos: principales características

En líneas generales, señaló la psicóloga, las madres y padres tóxicos se caracterizan por ser manipuladores y sobreprotectores. “Con diferentes modalidades hacen que sus hijos no puedan desplegar y construir todos sus recursos posibles”, aseguró.

Y amplió: “Esto puede ser intencional -que no es lo más frecuente- o no intencional y, muchas veces, en nombre del bienestar de estos hijos. Si bien el sobrecuidado, en general, está fundamentado por hacerles bien a sus hijos, en realidad sucede todo lo contrario”.

Russomando describió a estos mapadres como inseguros, muy temerosos, con autoestima sumamente baja y con alguna característica fóbica.

“Intentan mantener a sus hijos o hijas bajo sus alas más tiempo del necesario por algunas necesidades psicológicas muchas veces inconscientes. Por eso es tan importante revisar, informarse y ajustar todo lo posible en el día a día”, afirmó.

Las consecuencias para hijos e hijas

“Las consecuencias van a depender de la dosis de toxicidad de estas familias”, adelantó la psicóloga (en Instagram, @marisarussomando) al tiempo que añadió que las más serias se dan cuando esto está acompañado de alguna patología por parte de la madre y/o el padre.

Tras esa aclaración, mencionó que los efectos pueden ir desde “niños o niñas inseguras, repitiendo ciertas características fóbicas, a chicos o chicas que no tienen los recursos sociales, intelectuales y afectivos esperables para su edad, necesarios para desenvolverse en la vida”.

Lo más frecuente, en tanto, “son las consecuencias del momento que, si uno pudiera detectar a tiempo y trabajar en ello, podría compensar la carencia de recursos”.

Cómo abordar la situación: un trabajo en familia supervisado por profesionales

Según sostuvo Russomando, el abordaje de este tipo de conflictos requiere de un trabajo en familia orientado o encabezado preferentemente por profesionales de la psicología.

“En estos casos, en general los chicos llegan a consulta derivados de la escuela. Y si bien hay que trabajar con los niños porque hay que brindarles todo el espacio y las posibilidades para que puedan construir esos recursos que vienen pausados o retardados, sobre todo hay que trabajar con la familia para ver por qué sucedió eso”, afirmó.

Entonces el tratamiento abarca a los hijos, a cada uno de los adultos responsables y a “la familia como un sistema en sí mismo”. “Hay que evaluar cuál es la modalidad del sistema que no está funcionando, poder señalarlo, sugerir algunos cambios y seguir trabajando para llegar al mejor funcionamiento posible”, dijo la especialista.

Por último, la psicóloga enfatizó la necesidad de recurrir a un profesional, ya que “si bien estas situaciones se pueden detectar por parte de los miembros de la familia, “es difícil hacer algo en solitario para modificarlo cuando uno está incluido”.

NOta de Clarín