La ansiedad aparece ante cualquier situación de amenaza, y acompaña al hombre en el curso de su existencia. Se manifiesta normalmente o saludablemente, cuando corresponde en intensidad, modo de expresión y duración al estímulo que la desencadena. Por el contrario, se convierte en patológica cuando es desproporcionada a la situación que la estimula, su génesis no pertenece al mundo real, sino a la representación inconsciente de un conflicto, y mantiene a la persona en un estado de hiperactivación que excede los límites adaptativos. De esta forma afecta el desempeño psicosocial y la salud personal.
El estrés es la respuesta fisiológica y psicológica a los acontecimientos cotidianos. Es un proceso normal y necesario para la subsistencia, ya que ante una amenaza real o imaginaria se activa en el cuerpo un circuito completo de liberación de hormonas y sustancias químicas que permiten una respuesta para la defensa: luchando o huyendo según el peligro.
En este estado, el corazón late más rápido, la mente se activa y se concentra, mientras que los músculos reciben a través de la sangre el combustible extra que necesita para reaccionar. De esa forma se aumentan las capacidades físicas.
Algunas causas del estrés
Ciertas situaciones en la vida de una persona pueden ser causas de estrés: sufrir un accidente o enfermedad grave, ser víctima de un ataque o alguna catástrofe natural, la muerte de alguien querido, la pérdida de una relación importante, la pérdida de empleo o la competencia malsana en trabajos o estudios, las mudanzas, cambios de estado civil. Ser padres, padecer soledad, jubilarse, etc.
En condiciones de vida normales, una vez que los factores estresantes desaparecen, el cuerpo vuelve a las condiciones básicas de funcionamiento. Sin embargo, en la actualidad, las crecientes fuentes potenciales de estrés como las multitareas, el bombardeo de noticias sobre catástrofes, la inseguridad, la economía, entre otras, se produce un efecto acumulativo de tensión que al alcanzar determinados niveles pone en jaque al organismo. Entonces va disminuyendo la posibilidad de revertir los procesos de respuesta y defensa activados, entrando en un estrés crónico que produce síntomas dañinos para la salud y que se manifiestan en distintas áreas.
Reconocer el estrés
El estrés puede identificarse por tres clases de síntomas: psicológicos, físicos y en la conducta.
Psicológicos: dificultad para concentrarse, enojo, irritabilidad, miedos, culpa, ansiedad, inquietud, desconfianza excesiva, problemas de memoria, disminución de la autoestima, falta de motivación, intolerancia a la frustración, etc.
Físicos: dolor de cabeza, taquicardia, hipertensión, trastornos gastrointestinales, acidez estomacal, cambios importantes en el peso, tensión muscular, insomnio, sudoración, alteraciones cutáneas, temblores, tics, etc.
Conducta: relaciones conflictivas, disminución de la actividad, aislamiento social, agresividad, abandono de responsabilidades, adicciones en general (alcohol, drogas, tabaco, comida, etc.), ataques de pánico, fobias.
El estrés en tiempos modernos parece algo omnipresente. Por eso es importante aprender a identificar las señales que el organismo comienza a dar cuando se encuentra sobreexigido, para actuar en la prevención de las consecuencias o ya en casos avanzados, el sufrimiento de enfermedades psicológicas o física, ya que numerosos estudios médicos relacionan el estrés con enfermedades como: cáncer, patologías pulmonares, cirrosis hepáticas, diabetes, entre otras.
Ante la presencia persistente de estos síntomas, se debe buscar ayuda profesional, para modificar aquellas respuestas equivocadas ante los conflictos.
La reacción frente a un suceso es relativa y subjetiva. Esto explica por qué un hecho que a alguien puede afectarle mucho a otro puede resultarle inofensivo.
(Fuente: Licenciada en Psicología Mónica Oliveros. M.P 256; Centro Médico Guadalupe, Matías Zavalla 50 (N), teléfono: 4262090).
