Con el verano, la exposición continuada bajo el sol es común. Esta situación acarrea un riesgo para la salud denominado golpes de calor, cuya forma más habitual es conocida como insolación. Se produce cuando el cuerpo es incapaz de regular su temperatura interna corporal, debido a que los mecanismos neuroquímicos son sobreexpuestos a marcas térmicas altas, o bien las condiciones de hidratación o circulación sanguínea no son las correctas.
Los primeros síntomas de este cuadro son: dolor de cabeza, fatiga, náuseas, calambres musculares, elevación de la temperatura corporal y sudoración abundante. Si la persona permanece mucho tiempo en ese estado sin tomar las medidas necesarias, se produce taquicardia, la piel se torna caliente y seca, hay adormecimiento y pérdida de conciencia. La situación más grave es la entrada en coma, que puede llevar al paciente a la muerte.
Hay tres factores que producen un golpe de calor: producción de calor excesiva, temperatura ambiente muy elevada o porque los mecanismos de eliminación de calor del organismo no funcionan adecuadamente. Sin embargo, lo más común es que se de por una combinación de estos tres factores.
Cualquier persona puede ser víctima de un golpe de calor, pero los más vulnerables son los niños y ancianos, las personas obesas, deportistas, discapacitados físicos o psíquicos, hipertensos, diabéticos, personas con Parkinson o Alzheimer, entre otros.
Si los síntomas son leves, conviene aplicar compresas frías en la zona de la cabeza, cuello, tórax, brazos y muslos, para bajar la temperatura interna del cuerpo que ha podido superar los 40-41ºC. Estas medidas también son útiles en personas en estado de shock, mientras son conducidas a un centro asistencial.
El aporte de líquidos es fundamental. Si la persona está consciente, puede administrársele agua u otros preparados con carga iónica (como las bebidas tonificantes deportivas) que existen en el mercado. Ahora, si el paciente no puede ingerir, es mejor no forzarlo. En cualquiera de los casos, el líquido debe administrarse poco a poco y a temperatura ambiente.
Si el paciente presenta estado de shock, cuyos síntomas son: piel caliente, roja y seca, paciente obnubilado o en coma, deberá administrársele líquidos e iones vía venosa (sueros). El traslado a un hospital es la medida más importante una vez estabilizado.
Las altas temperaturas del verano pueden afectar a quienes padecen enfermedades como diabetes, insuficiencia cardiaca, bronquitis crónica (asma, EPOC), insuficiencia renal o hepática, enfermedades nerviosas crónicas, situaciones que pueden verse descompensadas fácilmente por el calor.
Cómo prevenir
Las medidas para prevenir los golpes de calor son: mantener una hidratación adecuada aumentando el consumo de líquidos sin esperar a tener sed; evitar las bebidas alcohólicas, gaseosas o bebidas muy azucaradas; evitar comidas muy abundantes; ingerir verduras y frutas; no exponerse al sol en exceso en horas centrales del día; reducir la actividad física; usar ropa ligera, holgada y de colores claros; sombrero, anteojos oscuros y protectores solares para la piel, y permanecer en espacios ventilados o acondicionados
(Fuente: Salud.com).