La boda real de Máxima y Guillermo de Holanda convocó a una importante comitiva de argentinos en los Países Bajos. Todos sus seres queridos a excepción de sus padres: no podrían asistir dado el rechazo del Parlamento holandés a la presencia de quien fuera miembro de la dictadura militar argentina.

Sí estuvieron presentes sus hermanos, tíos y amigas íntimas. Inés tenía 16 años, estaba por empezar quinto año del colegio cuando viajó a apoyar en todo a su hermana. Y fue en esa exposición ante el mundo en la que quedó en evidencia la devoción de Máxima por su hermanita.

Según relata el libro Máxima, una historia real, biografía no autorizada de la reina, de Gonzalo Alvarez Guerrero y Soledad Ferrari, "entre tantas expectativas, previsiones y visitas, la futura princesa le dedicó mucha atención a Inesita, su protegida, que en plena crisis de identidad lidiaba con unos kilos de más, una profunda timidez y una muy reciente pelea con su madre. Llegó a Holanda con un estudiado look dark, que horrorizaba a María Pame y preocupó a algunos consejeros de la corona. Máxima, amable y tajante, advirtió que no se metieran con ella".

Tras imponerse ante todos por su hermana, contó con ella incondicionalmente en el crucial momento de salir rumbo a la Nieuwe Kerk, la iglesia donde daría el sí quiero. Inesita cumplió con su rol, sonriente, pese a la enorme atención que estaba recibiendo con todos los ojos puestos en su familia, y ofició de testigo del novio.