Voy a pagar una deuda. Aunque, Tino, me tendrás que condonar los intereses, porque reconozco que los plazos ya están vencidos. Pero quiero pagar. Ni aún así, me podré quitar el sabor amargo de no haberlo hecho a su tiempo, cuando me hiciste llegar, primero con mi hermano Edgardo, luego con nuestro común amigo Guido González, la inquietud que tenías porque escribiera algo sobre tu familia, de futbolistas y amantes del tango. Para verte y conocerte, un día fui a la playa de estacionamiento que regenteabas sobre Laprida casi Rawson. El hecho de ser conocido de aquellas dos personas que son tan importantes para mí, hizo que la charla fluyera como si hubiésemos intercambiado amistad desde siempre.


Me hablaste de Peñarol. Allí jugaste en primera, de Independiente, donde fuiste compañero de mi inolvidable amigo el "Coco'' Castro, de Florida, Casívar, el "Peineta'' Flores. De tu hermano, Marcelo López Espinoza, que fue titular indiscutido de Vélez Sarsfield, en la década del cincuenta. Uno de los sanjuaninos más notorios que pasó por el fútbol profesional, que vive en Buenos Aires. De tu otro hermano, Omar López Espinoza, que yo conociera como el señorial tesorero del Banco Nación. De tu hermana, casada con "Pancho'' Antuña, figura por aquél tiempo de un San Lorenzo plagado de figuras, como así también de la selección sanjuanina, que obtuvo para nuestra provincia el primer título de campeón argentino, en la recordada copa "Adrián Beccar Varela''. Es decir, formabas parte de una familia futbolera y tenías mucho más para contarme. Y al final de la charla, me entregaste una tarjetita, con tu foto, y una leyenda: "Tino López, cantor de tangos''. ¡Esa sí que no la sabía! Si, cantabas tangos y lo seguías haciendo a tus setenta y tantos años, para los amigos o profesionalmente.


Nos prometimos vernos pronto, donde me entregarías unas fotos para ilustrar la nota y, asado de por medio, tendríamos la oportunidad de darle a los tangos, y de compartir con el Guido una noche de guitarras y música ciudadana. Que son los diamantes que el destino nos reserva, pero sobre todo para esta altura, donde uno tiene tiempo para dedicarse a los disfrutes más placenteros que le encontró a esta "herida absurda'' que es la vida, según el decir de Homero Manzi.


Y así fuimos dejando pasar el tiempo. Como son estas cosas. Donde uno cree que es eterno y que "no faltará oportunidad'' para el encuentro. Que ya no será, estimado Héctor Argentino López, porque hace unos días el destino tuvo otra de sus jugarretas irónicas e indicó que te llegó la hora de estribar. En algún lugar quedaron esas fotos, el afán por desgranar recuerdos y de escucharte un tanguito, a lo mejor a dúo con el Guido y mi atrevimiento.


Ya no será Tino. Lo siento de veras. Pero tu nobleza y bohemia, la estamos paladeando con el Guido, a tu salud y con un tinto de por medio. En medio de esa mesa estás vos, amigo de cosecha tardía, que te hiciste acreedor a esta nota, de nostálgico sabor a tango y fútbol.


Ilustración: Rodolfo Crubellier