La boda real de este fin de semana en el Reino Unido, hace aumentar el porcentaje de ingleses que defiende la monarquía. La reina Isabel II está tranquila, porque ha dado el visto bueno al pedido de su hijo Carlos para que su nieto Harry, contraiga matrimonio con una plebeya divorciada y el "convenio'' ya está firmado. Junto a su esposo, el duque de Edimburgo, la soberana escribió en un comunicado que están "encantados'' con estas nupcias, y en el texto también se expresaba el descontento de la familia real por "el sexismo'' y "el racismo'' usado contra la actriz y futura princesa consorte, Meghan Markle, en las redes sociales.

El príncipe Harry y Meghan Markle.

De origen estadounidense, Meghan es una bella joven de quien se enamoró el hijo menor de la princesa Diana de Gales, mientras la veía por televisión en la exitosa serie "Suits''. Harry, de 33 años, sexto en la línea sucesoria al trono del Reino Unido, después de su padre Carlos, su hermano mayor, Guillermo, y los hijos de éste, creció hasta su adolescencia, de la mano de su madre, quien trató de educarlo fuera de los ámbitos del palacio de Buckingham, buscando para él y su hermano una vida más "humana'' y "mundana'' que la que exigen las duras reglas del protocolo. En ese sentido, esta lucha de Diana de Gales le costó disgustos con la reina Isabel que duraron hasta la repentina y trágica muerte de la "princesa del pueblo", en 1997 en París a los 36 años. Ahora, y como toda boda real, o lo que algunos especialistas llaman también "boda principesca'' para ser más precisos, se especula con un escándalo en puerta, ya que el padre de la contrayente, el supermillonario estadounidense Thomas Markle, no iría a la ceremonia en la capilla de San Jorge, del castillo de Windsor, una de las residencias más querida y usadas por la reina Isabel II, por razones de salud. Al parecer, la previa de esta ya célebre boda, le habría ocasionado problemas cardíacos que le impedirían asistir, lo que obligaría al protocolo resolver el problema disponiendo que los novios ingresen del brazo a lo largo de la nave central del mítico templo. Pero algo que resulta inevitable analizar es cómo repercute en cada hogar inglés una boda real; a cada hogar "se le casa un miembro de su familia'' llamado Harry. Sobre todo al casi 70 por ciento de los ciudadanos el Reino Unido que aceptan la monarquía, y que están convencidos que lo mejor que le puede pasar a su país es ser una monarquía parlamentaria, es decir, una democracia. Pero con un rey o reina como jefe del Estado, aunque sin voz ni voto. El resto de los ingleses que no comparten esta realidad, se mantienen distantes a estos acontecimientos, aunque reconocen que económica y financieramente, la existencia de la familia real trae numerosos dividendos al país. Más aún, cuando miles de turistas se suman para vivir de cerca este casamiento tan especial. Incluso para disfrutar la estética real y festiva en las calles de Londres.


Como decíamos, la Casa Real no arriesga ante futuras sorpresas que pudiesen ocurrir, como la separación de la pareja, para lo cual, con antelación se firma un convenio donde quedan establecidas las limitaciones de la consorte, en este caso de Meghan, si llegara una separación matrimonial. Uno de los puntos más fuertes es que si, producido ese hecho hubiesen nacido hijos de la pareja, éstos quedan bajo la tutela de su padre. A la madre le queda el derecho de verlos en su condición de madre biológica. Pero sin legimitidad para discutir el futuro de sus hijos, sobre todo en educación.

Por Luis Eduardo Meglioli

Periodista - Autor de "Vida de Reyes'' --  (Emporio Ediciones, Córdoba)