Millones. Una gran cantidad de medios internacionales cubrieron el domingo 16 de junio el apagón en Argentina y Uruguay, que afectó a 50 millones de personas.

Cuando el domingo pasado se produjo un corte energético sin precedentes, por la dimensión de su alcance, en nuestro país y Uruguay, se barajaron cuáles podrían haber sido las múltiples causas que lo ocasionaron. Si bien aún está en estudio lo sucedido y se espera el resultado final de la investigación, el secretario de Energía, Gustavo Lopetegui, consultado por el servicio de noticias de la empresa Bloomberg acerca de si el sistema había sido blanco de un ataque cibernético, sostuvo que "no descartamos ninguna posibilidad, pero no creemos la del ciberataque", para agregar a continuación que "no está dentro de las alternativas primarias que se están considerando, aunque sería apresurado de mi parte decir qué ocurrió". Pero ¿qué es un ciberataque y qué puede ocasionar?

En primer lugar, un ataque cibernético es una nueva modalidad de hacer la guerra, la ciberguerra, o de practicar el espionaje. Esta modalidad ya se viene produciendo desde hace algún tiempo en el marco de un concepto más amplio llamado la "guerra híbrida". 

Cuando en 2014 el conflicto entre Ucrania y Rusia estaba en su etapa inicial, un software "troyano", llamado "BlackEnergy", atacó el sistema informático del gobierno ucraniano para espiar al poder ejecutivo nacional. Un año después, en el día previo a la navidad de 2015, una combinación de troyanos, concretamente "BlackEnergy" y "KillDisk", atacaron el sistema eléctrico de la región de Ivano-Frankivsk logrando que el extremo occidental de Ucrania quedara sin electricidad durante horas, siendo este el primer ataque informático dirigido contra una red eléctrica registrado en la historia.

Esta forma de ataque ofrece como ventaja el bajo coste, los altos daños que puede causar y la multiplicidad de objetivos a alcanzar, algunos de ellos muy sensibles. Un ejemplo clave fue lo ocurrido en enero de 2010 cuando, en plena visita de inspección de los expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica a la planta nuclear iraní de Busher, las centrifugadoras utilizadas para el enriquecimiento de uranio comenzaron a fallar masivamente ante la desesperación de los expertos iraníes y el asombro de sus visitantes internacionales.

Pocos meses después una empresa de Bielorrusia descubrió que las fallas de las cerca de 1.000 centrifugadoras habían sido el resultado del ataque de un virus gusano llamado "Stuxnet", que obligaba a las máquinas a autodestruirse. Rápidamente los iraníes se prepararon y pudieron repeler un segundo ataque e iniciaron el desarrollo de antivirus y de otros múltiples programas informáticos de uso bélico, como los programas para decodificar los sistemas de lanzamientos de los misiles antiaéreos rusos que tenían en servicio para no depender de la autorización de Moscú para su uso.

¿Pero qué fue de Stuxnet? El malware había hecho su debut con todo éxito ya que había sido diseñado "a medida" para atacar al sistema de control Siemens S7-417 con entorno Windows que usaban los iraníes, llegando a afectar a 30.000 computadoras. Según una investigación del New York Times, este virus había sido creado por los servicios secretos estadounidenses y los israelíes.

Que se trató de una ofensiva informática en toda regla lo prueba el hecho que se registraron, posteriormente, ataques a otras empresas vinculadas al programa iraní con diversas variantes del mismo malware, como la sudafricana NEDA, afectada por el "Stuxnet C", o la iraní Kalaye Electric Co, la fabricante más importante de centrifugadoras, agredida por el "Stuxnet D". La ciberguerra había comenzado.

Estos hechos llevan a preguntarse si nuestro país está preparado para anticiparse y repeler una "guerra híbrida" y dentro de ella un ataque cibernético. En este marco, analizada la tipología de los conflictos actuales y los considerandos al Decreto 703/2018 emitido por el Ministerio de Defensa, que significó una actualización de la "Directiva de Política de Defensa Nacional", es que se puede apreciar la toma de posición de nuestro país en torno a cuáles son hoy las formas dominantes de conflicto, pero sobre todo a reconocer las nuevas amenazas y las tecnologías que pueden atentar contra los intereses de los estados mediante la generación de las "guerras híbridas" y de una de sus modalidades, la ciberguerra.

El experto estadounidense Frank Hoffman explica que las guerras híbridas son aquellas que "mezclan la letalidad del conflicto de estado con el fervor fanático y prolongado de la guerra irregular", donde "el término híbrido reúne tanto a la organización como a sus medios", pudiendo acceder los "estados, grupos patrocinados por estados y actores autofinanciados" a "capacidades modernas, incluyendo sistemas de comando cifrados, misiles tierra-aire portátiles, y promoverán prolongadas insurgencias que emplearán emboscadas, dispositivos explosivos improvisados y asesinatos coercitivos. Esto puede incluir estados que mezclen capacidades de alta tecnología, como armas antisatelitales, con terrorismo y ciberguerra dirigida a objetivos financieros". A partir de los hechos acontecidos en los últimos años, el Decreto 703/18 acierta en detectar el cambio del escenario global y la aparición de nuevos peligros al sostener que "las amenazas cibernéticas sofisticadas provienen de organizaciones militares y agencias de inteligencia de otros Estados", que "si bien los gobiernos tecnológicamente avanzados explotan sus ventajas comparativas con relación al resto de los países, el despliegue de operaciones disruptivas en el ciberespacio también está al alcance de las naciones menos desarrolladas", y que se requiere "adoptar medidas y acciones tendientes a resguardar la seguridad cibernética de las infraestructuras críticas del Sistema de Defensa Nacional".

Evidentemente la aparición de este nuevo paradigma en las formas de hacer la guerra, que nace del salto cualitativo dado por la tecnología a partir de la revolución de la microelectrónica, la robótica, los aviones no tripulados y la cibernética, sumado a la transformación de las sociedades a partir de procesos de identificación étnica, religiosa o ideológica que resultan del surgimiento de las redes sociales y que llevan a concebir nuevas lealtades que exceden lo nacional, conducen al desarrollo de un nuevo tipo de conflagraciones en la que, según sostiene John Arquilla, se han perdido "los límites entre la insurgencia, el terror y la guerra".

Hoy el concepto de "guerra híbrida" aporta la idea de que las guerras son por naturaleza combinadas, que ya no es el Estado el que ejerce el monopolio de la violencia y que las redes comienzan a jugar un papel preponderante, tal como lo sostuvieron los investigadores de la Rand Corporation Arquilla y David Ronfeldt cuando acuñaron el término de netwar. También se debe contemplar, como sostiene Christopher Coker, que estas guerras son polimorfas, lo mismo que sus antagonistas, "e incorporan una variedad de modos de guerra diferentes incluyendo capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos terroristas, violencia indiscriminada y desorden criminal".

Verdaderamente el Decreto 703/18 representa una actualización doctrinaria. Reconoce la existencia de formas no tradicionales de agresión e influencia, como lo son las "acciones no militares dirigidas a desestabilizar a la población y los gobiernos" mediante "instrumentos políticos, diplomáticos, informativos, ciberespaciales, militares y económicos" y la "diseminación masiva de información falsa", y asume que hay Estados que "apelan a estas tácticas para promover sus intereses en regiones ajenas a sus espacios soberanos", por lo que las manifestaciones están identificadas y descriptas, el problema ahora sería determinar los mecanismos de rápida adaptación e innovación tecnológica y la preparación intelectual e institucional para afrontar, como sostiene el experto en estrategia Ralph Peters, "la mutación de la guerra más allá de los acercamientos convencionales". Resta definir cómo se va a financiar el combate a esta amenaza y desarrollar una verdadera "doctrina militar para la guerra híbrida" que pueda acompañar los cambios que esta forma de hacer la guerra -dinámica por concepción- ofrece.

Por Licenciado Eduardo Carelli