Otra semana de grandes contrastes políticos en esta Argentina insufriblemente polarizada: mientras Elisa Carrió publicaba en sus redes una imagen de ella misma tirada en el piso con las piernas hacia arriba tras haber festejado la trágica muerte de José Manuel de la Sota, Cristina Fernández de Kirchner ponía al país a hablar de ella con la publicación de un libro que ya es récord de ventas. Todo regado con los altos y extensos vuelos de un dólar que asusta, incluso al gobierno, a pesar de un obvio y hasta candoroso intento de Cambiemos de calmar los ánimos, cual banda de música del Titanic. El nudo a desatar siempre fue la política. La polarización que el gobierno instaló insistentemente está impactando de lleno en la política financiera y económica del país. El problema no es Cristina, el problema es que los mercados dudan de que Mauricio Macri gane las elecciones, incluso a pesar de los apoyos de algunos socios ideológicos, como Estados Unidos o Brasil.


La publicación del libro fue sorpresa para todos. Ocultar semejante información es muy difícil, y mucho más en un país que, lamentablemente, se mueve cada vez más en función de las redes sociales y sus fake news. Me tocó escuchar en vivo por radio a dos tremendos periodistas sorprenderse con la aparición de ‘Sinceramente‘, el mismo día que los portales anunciaban su llegada. Es decir, Cristina trabajó en silencio su estrategia y eligió el momento justo para golpear. El impacto fue tremendo. Ojo, las loas de estas palabras son para la estratega política que hay dentro de la expresidenta, no para su gestión. A mí aún me impactan los millones de pesos que se robaron y todo lo que no se hizo con ese dinero. No pueden haber tantos ladrones alrededor sin que el líder no lo sepa, porque quien lidera no puede ser tan estúpido, no habría llegado a ese lugar. No es posible que Lázaro Báez haya acumulado tanta riqueza sin haber llamado la atención, sólo por citar un ejemplo. La función pública no paga lujos estrafalarios, pese a lo que cree el común de la gente.


Antes de las payasadas de Carrió, de ‘Sinceramente‘ y la tenebrosa escalada del dólar, el gobierno nacional había intentado retomar la agenda pública con un paquete de medidas que recién empiezan mañana. Y logró hacerlo, al menos por algunos días y fundamentalmente entre quienes se enrolan en Cambiemos, lo que es importante. No hay que olvidar que uno de los mayores problemas de la coalición gobernante es que está perdiendo sus propios votos, los que supuestamente nunca irían a otro candidato. Un trabajo realizado por la consultora D’Alessio IROL tras los anuncios del 17 y 18 de abril, que llegó a la redacción de este diario, asegura que los anuncios impactaron positivamente, fundamentalmente en la tropa amarilla: ‘Mayor Impacto positivo entre votantes de Cambiemos: 80% encuentran que hay aciertos en las medidas propuestas y 44% suponen que lograrán detener la inflación, porque consideran que tienen sentido con las perspectivas económicas del país en este año‘, dice el informe. Y agrega: ‘También la noticia es registrada de manera favorable por la mitad de quienes votaron al FPV (51%) pero no logra convencerlos que detendrá la inflación (27% indica esta posibilidad ’en alguna/baja medida’) y lo atribuyen a anuncios electorales más que a medidas de fondo para mejorar la situación del país‘.


Pero claro, esto es Argentina y las alegrías en este país duran lo que un suspiro. Mientras el gobierno anunciaba el paquete salvador, aparecía una encuesta que la daba a Cristina ganadora en segunda vuelta electoral, el dólar mejoraba su valuación en el mundo y las economías débiles como la nuestra empezaban a recibir el impacto correspondiente. Acá pegó peor porque no hay un claro liderazgo político. Nadie puede asegurar que Macri gane la elección, es más, hay un 40 por ciento de argentinos que aún no decide el voto en un país que se divide entre dos modelos demasiado antagónicos. Nadie sabe lo que va a pasar y las dos ofertas electorales están muy distantes una de otra. Y el principal responsable de que nadie sepa qué va a ocurrir después de noviembre es el propio Macri, quien carente de la capacidad de pensar a largo plazo, hizo crecer el mito de Cristina hasta no poder controlarlo, con la clara y cortoplacista intención de recoger las mieles de esa diferenciación. Pero además, suponiendo que gane Macri, ¿qué hará con la Presidencia? ¿Volverá al gradualismo que lo acorraló contra el calendario electoral o apretará el acelerador? La incertidumbre es de un tamaño histórico y las decisiones con ese escenario son casi adivinanzas. Ni oficialismo ni oposición entregan garantías y los mercados son cobardes, usualmente apuntan a la previsibilidad.


En este contexto nacional, tan complejo y enredado como el que estamos viviendo los argentinos, hay provincias como San Juan que tratan de sobrevivir haciendo, no frenando. Ya lo dijeron Sergio Uñac y Roberto Gattoni: si el país sigue este rumbo, en algún momento la crisis se va a sentir más de lo que todos queremos. Por eso los intentos de frenar la malaria: el gobernador lanzará esta semana un paquete de decisiones urgentes para sostener el empleo, las que se explican casi en detalle en la página dos de este diario. 


El modelo que ha elegido Uñac es arriesgado pero bastante más populista que el de Macri. Y ese populismo de Uñac no refiere a la ideología política de tan difícil análisis. Refiere a gobernar pensando en el impacto que tendrán las decisiones que se toman en un despacho lleno de números y presiones. La palabra tiene mala prensa porque cada vez que se la usa, se lo hace bajo componentes despectivos y hasta críticos, como si populismo fuese una manera de identificar a los ‘pobres y buenos‘, de los ‘malos y ricos‘. Y ninguna de las dos cosas es exactamente así.