El nombramiento de María del Carmen Alarcón en la Secretaría de Integración Nacional, el despido de Emilio Monzó como ministro de Asuntos Agrarios Bonaerenses, y la adopción de medidas relativas al campo se pensaron para ayudar a la recuperación del sector. Sin embargo, en vez de invitar a la mesa de negociación e iniciar el diálogo con algunas soluciones, aunque sean parciales, se ahondó el distanciamiento del gobierno en la toma de decisiones que se deben adoptar por consenso, cediendo y exigiendo como exige el ejercicio democrático.

Según el Indec, entre 2002 y 2008 desaparecieron 59.943 explotaciones agropecuarias. La superficie productiva es la misma, pero el número de productores es menor. Las provincias con mayor pérdida de establecimientos son Buenos Aires, Corrientes, Mendoza y Santiago del Estero. La única con más empresas rurales que en 2002, es Santa Cruz. Lo paradójico es que en el período de mayor crecimiento de los precios internacionales de la historia, no sólo se continuó expulsando productores de la actividad agropecuaria, sino que se lo hizo a una velocidad aun mayor que la de la convertibilidad. Los resultados parciales del censo agropecuario evidencian que los errores en las políticas agropecuarias siempre se terminan pagando. Por supuesto que la aceleración de los costos y el acceso a la tecnología influyeron en la concentración de unidades agropecuarias.

Quedó demostrado que la preocupación del matrimonio Kirchner por frenar la concentración de la producción agropecuaria en uno pocos, estuvo sólo en los discursos. En múltiples ocasiones se enunció una política a favor del pequeño productor, pero terminó siendo un perjuicio antes que un estímulo, al punto de obligarlo a abandonar la actividad. Los resultados del censo demuestran un problema superior a la concentración. Las explotaciones que cerraron durante estos seis años se ubicaban a lo largo y a lo ancho del país y, en su gran mayoría, eran pequeñas explotaciones que representan a casi todas las actividades productoras: agricultores, ganaderos, tamberos, fruticultores, productores ovinos, yerbateros, entre otros.

Es fácil concluir que los resultados parciales del último censo demuestran que mientras la producción agropecuaria se concentra, hay familias que migran hacia los cordones más pobres de las grandes ciudades, negocios de pueblos que cierran sus puertas, y culturas valiosas que desaparecen.