Ratificada (con importantes ausencias) por la CGT la movilización del próximo 22 de febrero convocada por camioneros, y en un contexto de plena confrontación entre el gobierno y los sindicatos, en donde a la par de la discusión sobre temas laborales y previsionales, se ventilan hechos de corrupción, protección e impunidad, analizaré históricamente la relevancia sindical en nuestra sociedad, intentando demostrar que el sindicalismo argentino sortea hoy la peor crisis de su historia. La pérdida del consenso social de los gremios y su falta de representatividad, es la consecuencia de un descrédito autogenerado.


El actual contexto económico de inflación, ajuste tarifario y consecuente pérdida de poder adquisitivo del salario, que en otro contexto serían los fundamentos para una justificada movilización social, suenan a palabras huecas y carentes de contenido en boca de sindicalistas millonarios, rehenes de su propia y denigrante conducta.


En primer lugar es importante resaltar cuáles han sido los hechos principales que llevaron al gremialismo argentino a formar parte del tridente que, junto con el sector político corrupto de nuestro país y el empresariado prebendario, han gobernado durante los últimos 70 años, siendo los responsables de nuestra actual decadencia económica, política y social.

El sindicalismo ya no es el mismo y ha perdido la calle en manos de piqueteros y organizaciones sociales.

Las herramientas básicas a través de las cuales el gremialismo logró su relevancia y protagonismo en nuestra sociedad son: -Ley 14.250 de convenciones colectivas de trabajo (1953). -Ley 18.610 de Obras sociales (1974). -Ley 23.551 de Asociaciones sindicales (1988). Estas leyes que no fueron autoría exclusiva de un solo gobierno, lograron el establecimiento de un sindicalismo fuerte y concentrado caracterizado por: * Unicato o sindicato único por rama de actividad: mediante el cual la representación gremial, el financiamiento y la posibilidad de la discusión en paritarias se concentra en un único sindicato por rama. La Unión Obrera Metalúrgica (UOM), la Unión Obreros de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), la Unión Transportes Automotores (UTA) y la Unión de Trabajadores Gastronómicos (UTGRA), son ejemplos de estas estructuras. Esta concentración de poder trajo como consecuencia que se desconocieran realidades geográficas y empresariales. Sólo a modo de ejemplo basta mencionar que una escala salarial homologada por estos unicatos es ley tanto para una multinacional como una pyme, se ubique en Capital Federal o Jujuy. * Financiamiento sindical: generado a mediados del siglo XX el negocio de la salud fue puesto en manos de sindicatos y sus obras sociales, siendo su gran financista. La derivación de fondos de la salud hacia otros destinos, se transformó en una práctica corriente y en muchos casos avalado por los gobiernos de turno. * Tutela sindical: Mal interpretada en cuanto a su significado que tiende a proteger los derechos del trabajador, esta tutela se hizo extensiva a todo el ámbito sindical como un escudo protector.


En paralelo a la fortaleza que desde lo legal se dotó al sindicalismo, la falta de normativas en torno a controles y auditoría de fondos, la falta de procesos democráticos en la elección de sus autoridades y el desmanejo en la aplicación de fondos de seguridad social, generó estas mega-organizaciones con características casi feudales.


Pero esta nueva generación de millonarios sindicales no se conformó con el poder y con su rol de empresarios, necesitaban más, y con su impunidad, se volvieron personajes mediáticos.


Por otra parte, las coimas tarifadas impuestas por Caballo Suarez del SOMU y el Pata Medina de la UOCRA, la ostentación absurda de Marcelo Balcedo del SOEME, los viajes injustificados y el título apócrifo de Baradel de SUTEBA, son sólo la punta del iceberg de una contienda que tiene a Hugo Moyano en el centro de la lucha.


En su afán de poder y dinero los gremialistas perdieron la calle ante piqueteros y movimientos sociales como mecanismo de presión y lucha sindical. Ojalá esta confrontación y sinceramiento nos permita soñar con una representación del sector obrero legítima, coherente y honesta. Como argentinos, nos merecemos una representatividad gremial moderna que sea una voz y palabra autorizada ante los crecientes problemas y desafíos del sector laboral.