Toda democracia admite tensiones en la conducción de la política y disensos que generalmente terminan en negociaciones. Sin embargo, cualquier gobierno, está obligado a preservar el orden público y a garantizar la seguridad en la sociedad. Pero resulta más fácil arrojar culpas sobre otros en vez de admitir la responsabilidad propia.

En este contexto, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner defendió enfáticamente a las organizaciones piqueteras y acusó a la prensa de "mostrar obscenamente" a los pobres y de haber "fomentado políticas" que aumentaron el hambre y la desigualdad del país. Con inusitada frecuencia, desde el Gobierno surge alguna medida contra los medios, alguna presión más o menos velada o alguna referencia crítica. La cuestión reside en la dificultad que tiene el oficialismo en aceptar la información cotidiana, basada en la realidad objetiva.

Desde la segunda mitad del año, las presiones crecieron exponencialmente. El Congreso aprobó la ley de medios, sancionada irregularmente y con artículos que ponen en serio riesgo la libertad de expresión, la continuidad de las licencias y fuertes inversiones, bajo la excusa de fomentar un pluralismo que existe ahora mismo. El Poder Ejecutivo presionó y obtuvo la anulación de un contrato por el cual un grupo económico transmitía el fútbol, pero ya anunció que licitará la transmisión para dársela nuevamente al sector privado, tal vez más afín al gobierno o menos crítico. Desde la Secretaría de Comercio se amenazó con estatizar o intervenir Papel Prensa, proveedora de papel de diario para 170 periódicos argentinos de distinta propiedad y línea editorial. El Sindicato de Camioneros, que responde al líder de la CGT, Hugo Moyano, bajo el pretexto del encuadramiento gremial de los distribuidores de periódicos y revistas, obstaculizó la circulación de tales publicaciones, sin que la Justicia intervenga frente a un delito penal.

Existe una penosa realidad que los medios no pueden dejar de reflejar. La pobreza y la corrupción crecen, el tejido social se va resquebrajando, la inseguridad se cobra a diario nuevas víctimas, y el inconformismo de la ciudadanía aumenta.

La realidad no existe para ocultarla sino para cambiarla, y la libertad de expresión fortalece a la democracia cuando el derecho tiene su primacía sobre las pasiones, y las razones sobre los caprichos.