La problemática del consumo de alcohol en adolescentes y jóvenes es multifactorial. Sin embargo, se ha determinado que se encuentra estrechamente relacionado con las características propias del individuo, con el grupo de iguales, la familia y la escuela (Carrasco, Barriga, & León, 2004).


El consumo frecuente de alcohol desde edades tempranas, genera entre otros efectos nocivos, alteraciones en la estructura anatómica y fisiológica del cerebro, deterioro en las relaciones sociales, problemáticas en la escolarización e impacto en las perspectivas laborales del sujeto (Hemphill, Tollit, & Herrenkohl, 2014).


En el ámbito educativo, se ha visto que el consumo de alcohol repercute negativamente en las funciones cognitivas del alumno y en su rendimiento académico. Estas conclusiones, se han basado en estudios, donde se ha observado que, el 73,6% del total de estudiantes, ha consumido alcohol en el último año, el 63% en los últimos 30 días, y un 36,7% lo hace en forma compulsiva (atracón, beber 50g de alcohol en 2-3 horas). Asimismo, estos estudios han demostrado que la edad media de inicio se encuentra en los 13,7 años, y que el entorno familiar y la presión ejercida por los pares de los jóvenes, son los factores que incrementan la vulnerabilidad hacia el consumo de esta droga (David, García, Luisa, Ruiz, & Bisquerra Alzina, 2014).


Los factores de riesgo que llevan a una mayor propensión a consumir alcohol, serían por ejemplo, factores genéticos: problemas de atención, de conducta, de salud mental; factores familiares: actitudes parentales favorables para el consumo, conflictos en la familia y con el adolescente, maltrato o negligencia de los padres; factores de la comunidad: acceso al alcohol y normas sociales permisivas; factores educativos: falta de acceso a la educación, ausentismo y fracaso escolar, falta de compromiso, rendimiento académico deficiente y contacto con compañeros que consumen alcohol; factores del contexto social: acciones manipulativas de la industria, facilitación al acceso, transitar situaciones conflictivas y de pobreza, entre otros, (United Nations Office on Drugs and Crime, 2013)(Jiménez-Iglesias & Moreno, 2015).


En la Argentina, según un informe de la Secretaría de Políticas Integrables sobre Drogas (Sedronar), de 2017, indica, que el consumo de alcohol se encuentra incrementándose continuamente con la edad, y es del 50,7% (3,69 millones) para los menores de 14 años, 79,8% (3.07 millones) entre los de 15 y 16 años y 88,7% (6 millones) entre los de 17 y 24 años. En relación con el tipo de bebidas alcohólicas que son consumidas por los jóvenes, se encuentran principalmente, las denominadas bebidas fuertes, que representan el 81,9%, la cerveza el 61,9% y el vino el 51,3%. Finalmente, este reporte hace referencia a que, el mayor consumo de alcohol por los jóvenes, tiene lugar los fines de semana en un 80,2%, algunos días en la semana en un15,5% y diariamente en un 4,3% (Sedronar/Informe, 2017).


El consumo de alcohol, se encuentran ligados a una serie de consecuencias negativas en educación, como el bajo rendimiento, fracaso y abandono escolar. Por lo que las respuestas a este fenómeno deberían incluir: establecer políticas de prevención y diagnósticos de prevalencia basados en datos científicos; incluir en la curricula escolar, contenidos específicos en relación a salud y consumo de alcohol; formar a los docentes para el tratamiento adecuado de la problemática; crear servicios de salud escolares para prevenir, detectar y derivar alumnos que consumen alcohol a centros especializados, y garantizar los recursos e infraestructura necesaria, para planificar y coordinar acciones entre la escuela y otros sectores, con el objeto de erradicar este flagelo social (OMS/UNODC, 2018).



Por el Dr. Claudio Larrea  -  Rector de la Universidad Católica de Cuyo.