Flagrancia les dio a los poderes Ejecutivo y Judicial cierto aire de credibilidad que no tenían, al menos en materia de seguridad pública. San Juan era la única provincia del país que no contaba con esta modalidad y, en cierta forma, al ponerla en práctica se logró un positivo golpe de efecto. La ciudadanía empezó a creer que al menos algo se estaba haciendo y la inseguridad pasó de ocupar el primer lugar entre las preocupaciones de los sanjuaninos, al tercero, casi sin escalas. Pero la inseguridad es día a día. Y lo ocurrido con el pensionado muerto aparentemente al haber sido empalado en la seguridad de su propia casa, sonó como un cachetazo a esa "comodidad" lograda con Flagrancia. No es el hecho en sí, que puede ocurrir con o sin Flagrancia o en el lugar más seguro del mundo, es lo que pasó después. Un policía no fue capaz de identificar la escena de un crimen y un secretario de un juzgado se relajó. Esa combinación dio como resultado lo que todos conocemos a estas alturas: un crimen que va camino a quedar impune, gracias a la inoperancia de ambos. El otro cachetazo que devuelve todas las expectativas a la realidad, es el caso del juez Pablo Flores, quien parece estar seguro de que su incompetencia es a prueba de balas. Aún queda mucho que hacer en la Justicia sanjuanina. No todo es Flagrancia.


Un policía con años de experiencia me dijo hace muchos años: "En la investigación de un crimen, hay dos cosas que no pueden fallar. Las pesquisas de las primeras horas y la rapidez de actuación de los investigadores, sin esas dos cosas, cualquier crimen va camino a la impunidad". La frase, más llena de lógica que de misterio, no aplica a lo que pasó entre el domingo y lunes pasados. Más o menos para poner en autos a los lectores: el secretario de un juzgado llama por teléfono al policía que intervino en el hallazgo de un cadáver en el interior de una casa. Ese policía le indica al secretario que no había signos de violencia y que se trataría de una muerte sin asistencia médica, por razones naturales. Con esa información el secretario ordena el levantamiento del cuerpo para la autopsia. Cuando hacen la autopsia, el forense informa que el hombre había muerto porque le introdujeron por el ano un elemento contundente. Incluso se habla de que la víctima aún tenía puesto el pantalón cuando él o los malvivientes lo sometieron a semejante tortura. Además, hay un golpe en la cabeza que no creen que se haya producido por una caída, suponiendo que el hombre se descompusiera y cayera al piso, ya muerto o agonizante. No solamente ingresó el oficial de la Seccional 29na a quien criticaron sin piedad desde la Justicia, también ingresó una médica del Sifeme, quien obviamente, tampoco informó nada extraño.


Con los terribles datos del informe de la autopsia en la mano, el secretario judicial volvió a llamar al policía de la Seccional 29na y le repreguntó si no había observado nada que le indicara que hubo un crimen. El policía, supuestamente, le reiteró todo lo que le había dicho antes. Fue ahí cuando el secretario entró en cólera y le dijo que se trataba de un crimen, ya que el informe forense no dejaba lugar a dudas. Las dos conversaciones están grabadas.


Furioso, el funcionario judicial puso a disposición de un Juzgado las llamadas y más furioso aún, un juez envió una nota al jefe de Policía para quejarse de la ineptitud con la que había trabajado la Policía.


Pero no todo terminó ahí. El viernes el secretario de Seguridad, Gustavo Fariña, se quejó de que la Justicia a veces "maneja todo a control remoto", al referirse a la llamada telefónica del secretario judicial al uniformado, como aparentemente debió hacer.


A partir de estos vergonzosos dimes y diretes, hay algunas preguntas que hacer: ¿por qué el secretario no fue personalmente al lugar del hecho? ¿Por qué la Justicia no actuó contra el policía si considera que actuó negligentemente? ¿Por qué un secretario tiene que grabar una conversación con un policía? ¿Qué capacitación tienen los policías para definir si hay o no un crimen? 

Por ahora ambos poderes, Judicial y Ejecutivo, han preferido callar el tema y evitar confrontaciones públicas, porque no le hacen bien ni a uno ni a otro. Mucho menos en épocas en donde esas buenas relaciones han florecido en beneficios para el sistema de seguridad. La llegada de Guillermo De Sanctis a la Corte, la renovación que se está viviendo en ese tribunal, la sincronización entre el fiscal General Eduardo Quattropani y el ministro de Gobierno, Emilio Baistrocchi, han provocado beneficios que la conformación anterior de la Corte jamás hubiese permitido. 


Esas buenas relaciones y, probablemente estos adelantos (Flagrancia, investigación fiscal, oralidad, etc.), nos hayan llenado a todos los sanjuaninos de un optimismo exagerado. Aún hay muchos policías que no saben hacer su trabajo o que lo hacen mal de manera deliberada, y todavía hay funcionarios judiciales que no toman en serio lo que hacen. Y no hablo solamente del secretario que prefirió llamar por teléfono al policía en lugar de haber asistido al lugar del hecho. Otro ejemplo obsceno de la gran parsimonia que aún queda en la Justicia es el juez Pablo Flores. El magistrado fue sancionado por la Corte, gracias a su trabajo deficiente. Lo suspendieron y le pidieron que elabore un plan de trabajo. El viernes, al filo de la finalización del plazo que le habían dado, presentó un programa laboral que algunos en Tribunales tildaron de "insuficiente". Si bien la oficina de Control de Gestión y Calidad Judicial aún no observa en detalle ese escrito, corrió en los pasillos del edificio 25 de Mayo que la presentación era al menos insuficiente, o pobre. Esto no quiere decir que no le vayan a aprobar lo que presentó, significa que Flores está convencido de que la Corte no lo puede tocar, gracias a algunas causas que tiene y se hamaca en esa hipótesis. No todo dura para siempre, y ya es un hecho que cuando el panorama cambie, Flores al menos terminará en un jury.


Si bien esta Corte y el Ministerio de Gobierno han tomado en serio la inseguridad, pareciera que todos se quedaron festejando Flagracia y, obviamente, no deber ser así.