Hoy meditamos la Pasión de Jesús según san Marcos, 15, 1-9: "Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.

Pilato le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?''. Él respondió: "Tú lo dices''. Pilato le preguntó de nuevo:

"¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan''. Jesús no contestó más.

Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. 

Pilato preguntó a la multitud: "¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?''.

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: "¿Qué hago con el que llaman rey de los judíos?''.

Ellos gritaron de nuevo: "Crucifícalo''.

Pilato les dijo: "Pues ¿qué mal ha hecho?''. Ellos gritaron más fuerte: "Crucifícalo''.

Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Los soldados se lo llevaron al interior del palacio. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: "¡Salve, rey de los judíos!''.

Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Jesús clamó con voz potente: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?''. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, al ver cómo había expirado, dijo

"Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios''.


> DOMINGO DE RAMOS

El marco de este domingo de Ramos es la fiesta de Pascua que se estaban preparando en Jerusalén (faltaban dos días) y los sumos sacerdotes no querían que Jesús muriera durante la "fiesta'', tenía que ser antes. Los responsables "buscaban cómo arrestar a Jesús para darle muerte''. Era lo lógico, porque era un profeta lleno de verdad que estaba en las manos de Dios. Esto no lo soportaban.


El recorrido por los relatos de la pasión del Señor, que Marcos ha preparado con tres anuncios a través de su marcha hacia Jerusalén, no debería sorprender a sus discípulos, pero, sin embargo, les desconcertará de tal modo, que abandonarán a Jesús, lo negarán, como en el caso de Pedro, y marcharán a Galilea. Parece como si la última cena con los suyos no hubiera sido más que un encuentro al que estaban acostumbrados, cuando en ella Jesús les ha adelantado su entrega más radical. Pasión de Cristo, pasión del hombre.


A la hora de la verdad, en el Calvario, no estarán a su derecha los hijos del Zebedeo, como arrogantemente le habían pedido al maestro camino de Jerusalén, sino dos malhechores. Esto obliga a Marcos a que el reconocimiento de quién es Jesús, en el momento de su muerte, lo pronuncie un pagano, un ateo, el centurión del pelotón romano de ejecución, quien proclama: "verdaderamente este hombre era el hijo de Dios''. ¿Nos hubiéramos nosotros quedado allí, junto al Calvario, o nos habríamos marchado también huyendo a nuestra cómoda Galilea? Juan Pablo II decía que al momento de la cruz, las mujeres fueron más fieles al Señor que los discípulos varones, comenzando por Pedro.


La lectura de la pasión en Marcos, muestran esa teología de gran alcance cristiano: en Jesús "su fuerza se revela en la debilidad'', como dice san Pablo. Es lo que se ha llamado la sabiduría de la cruz, que es una sabiduría distinta a la que buscaban griegos y judíos. El Dios de la cruz, que es el que Marcos presenta, no es Dios por ser poderoso, sino por ser débil y crucificado. Es evidente que desde la cruz, el Hijo de Dios confunde la sabiduría humana, la vanagloria, el poderío desbordante. La humillante cruz es finalmente, la hora máxima del Amor de Dios. 

Por el Pbro. Dr. José Juan García