Luchamos por la vida, apenas concebida, en las entrañas de nuestra madre. Luchamos por la vida ya nacida, bajo el amparo y guía de nuestros padres. Y a medida que vamos creciendo, nos vamos haciendo cargo de ella. A veces, también luchamos por la vida del otro, cuando esa vida es más vulnerable. Podríamos decir, que todos somos, en mayor o menor medida, guardianes de la vida, propia y ajena. Y es loable afán, pero incompleto sino luchamos también, por el norte y contenido de la misma. El norte, indica la meta que anhelamos alcanzar y marca el rumbo. Lo demás es camino gradual hacia la meta. Claro que depende de la meta, el contenido moral que le demos a nuestra vida.


LA PERSONA SER CONOCE POR SUS VALORES

Y así como entrelazados, meta y contenido moral, van dando sentido a nuestra existencia. Tener un por qué nos dirá cómo. Efectivamente, poseer un propósito nos da fuerzas para avanzar, mientras que nuestra moral dará contenido a los medios elegidos. Por eso, a la cortedad de metas le bastará una moral de bolsillo, pragmática, limitada por el fin y las circunstancias. Poco importará el objeto moral de nuestras acciones. El planteo ético se limitará a los fines. En cuyo caso, un fin bueno podría legitimar cualquier acción, buena o mala. Si nuestro fin, por ejemplo, es llegar al poder, fin de suyo legítimo, alguien con poca densidad moral, puede justificar cualquier medio para alcanzarlo, entre ellos, mentir, difamar o negociar deslealmente. El filósofo español Francesc Torralba, en el libro Inteligencia Espiritual (Torralba, 2010), señala un concepto que rescato: para comprender la biografía personal de una persona es fundamental conocer su pirámide de valores.


MORAL Y FELICIDAD

Pero no solo eso. También por sus valores, sabremos si la persona es realmente feliz. No hablo de una felicidad pasajera y vacía. Me refiero a la verdadera felicidad que nos da lograr un fin que tenga una oferta de bien y plenitud para nuestra condición humana. Las adicciones, por ejemplo, podrán darnos un momento de euforia fugaz, pero nunca la felicidad con mayúsculas. ¿Cuál es la oferta de bien de conductas que ofuscan a la razón y esclavizan nuestra voluntad? 


Siempre digo que no ha de ser esta columna, una tarima desde la cual se enjuicie moralmente a las personas. Nadie es dueño del barómetro moral y apenas podemos cargar con nuestra propia mochila. Pero la verdad tiene tal fuerza que, una vez encontrada, surge la imperiosa necesidad de anunciarla a otros. Ese es el mayor gozo de haberla encontrado: el poder compartirla.


EL PAPEL DE LOS VALORES

Somos sujetos éticos. Además de tomar decisiones orientadas por la ética, tenemos la capacidad de tomar distancia y evaluar moralmente nuestras acciones pasadas. Esta experiencia ética tiene una doble dimensión de retrospectiva y prospectiva y un hilo conductor. Mirar hacia atrás (retrospectiva) y proyectar hacia adelante(prospectiva) movidos por el afán de ser mejores seres humanos. El mirar hacia atrás no nos debe dejar anclados en un pasado que ya no podremos modificar. Pero sí puede ser el impulso que nos lance hacia adelante. Ello siempre que seamos capaces de superar la doliente etapa del remordimiento y pasar a la reconciliación, al perdón y al cambio. En ese sentido, la experiencia ética nos abrirá nuevos horizontes. Ontológicamente, la persona siempre está en camino o en estado de vía, empujada por su ser y su historia hacia adelante. En esto, los valores juegan un papel trascendente. Son como especies de polos magnéticos que atraen y desencadenan nuestro accionar. Será cuestión de tener desempañados los lentes de nuestro prismático para divisar en el horizonte, nuestros valores.


NO RESIGNARNOS

Darle contenido moral a nuestra vida, no es tarea sencilla. Además de fortaleza se requiere una gran convicción. Como dice el poema atribuido al escritor Walt Whitman (1819-1892): "No te resignes ni traiciones tus creencias/ Todos necesitamos aceptación, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos/ Disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante".

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo