El aumento de las armas constituye un peligro para todos, ya que acaba aumentando la violencia en detrimento de los más débiles.


Muchos creyentes no saben qué habría que hacer ante posibles escenarios de guerra. Están quienes creen es necesario reforzar los arsenales militares, aumentando los gastos de defensa. Sería la forma de enviar armas a Ucrania, para que ese pueblo maltratado pueda defenderse. Hay quienes, por el contrario, piensan que el aumento de las armas constituye un peligro para todos, ya que acaba aumentando la violencia en detrimento especialmente de los más débiles: civiles, mujeres, niños.


El Papa Francisco fue claro y profético al respecto en referencia a la tragedia que estamos viviendo: "La verdadera respuesta (...) no son otras armas, otras sanciones. Me dio vergüenza cuando leí que -no sé... -un grupo de estados se ha comprometido a gastar el dos por ciento, creo, (...) del PBI en compra de armas, como respuesta a lo que está pasando ahora. ¡Locura! La verdadera respuesta, como dije, no son otras armas, otras sanciones, otras alianzas político-militares, sino otro enfoque, una forma diferente de gobernar el mundo ahora globalizado. 


Lo hemos repetido muchas veces: el mensaje del Evangelio es el de la no violencia que se traduce en pacifismo activo. Además, precisamente ante una agresión violenta e injustificada, Jesús obliga a Simón a "volver a envainar la espada" (cf. Mt 26, 52).


Y no es una pura y simple utopía soñar que el agresor se repliega frente al agredido desarmado, pues en la mirada de la víctima inocente está escrito el primer mandamiento, como enseñó Emmanuel Levinás: "¡No me matarás!". Y esto se debe a que la multiplicación de armas prolonga las hostilidades en detrimento de los más débiles, no favorece el diálogo, e induce a la violencia. 


De hecho, es difícil pensar que una proporción entre ataque y defensa sea alcanzable. Una defensa extremadamente feroz puede convertirse fácilmente en una ofensiva. 


La encíclica Fratelli tutti sugiere precisamente tal superación, como ha sido superada la justificación de la "pena de muerte". En este sentido, pero sobre todo por el auge de las armas atómicas, el concepto de "guerra justa" debe ser absolutamente revisado y superado. 


El Catecismo de la Iglesia Católica habla de la posibilidad de una legítima defensa a través de la fuerza militar, con la premisa de demostrar que existen unas "condiciones rigurosas de legitimidad moral". Sin embargo, se cae fácilmente en una interpretación demasiado amplia de este posible derecho. Así también quieren justificar indebidamente ataques "preventivos" o acciones de guerra que difícilmente no conlleven "El caso es que, desde el desarrollo de las armas nucleares, químicas y biológicas, y las enormes y crecientes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, la guerra ha adquirido un poder destructivo incontrolable, afectando a muchos civiles inocentes... Por lo tanto, ya no podemos pensar en la guerra como una solución, ya que probablemente los riesgos siempre superen la hipotética utilidad que se le atribuye".

Por el Pbro. Dr. José Juan García 
Vicerrector Universidad Católica de Cuyo