En tiempos de divergencias tan profundas como las que vivimos, todo discurso y gesto disruptivo, profundiza aún más las grietas que nos separan. Y la anhelada Amistad Social corre el riesgo de quedar reducida a palabras, tal como señala el Papa Francisco (Fratelli tutti, 6). Es que, rotos los lazos del amor fraterno, el sueño de una sociedad más justa y solidaria se diluye en el horizonte. Sin reconocernos como hermanos, solo seremos una sumatoria de individuos, pero no una comunidad.
Digo esto a manera de contextualizar el punto, pero lejos de miradas desesperanzadas o estrechez de miras. Todo en nuestra historia patria es romper cadenas, forjar un norte y empezar de nuevo. Hay algo en el ADN argentino que nos lanza irremediablemente hacia adelante, hacia ese destino de grandeza que se nos torna tan esquivo.
Democracia y disenso
La democracia que supimos recuperar pagando un alto precio por ello, demanda más fraternidad y menos fragmentación. Porque precisamente, la democracia es pluralidad de voces y ello implica posibilidad de disensos. Es el respeto al disenso lo que va templando nuestro espíritu democrático. La beligerancia verbal y gestual hacia quien tiene la osadía de pensar distinto, son contrarias a los principios y valores propios de la democracia. Lamentablemente abundan los ejemplos de discursos crispados y enfrentamientos estériles.
Mientras tanto, algunos se preguntan si lo que falta en realidad es un Proyecto de país que aglutine esfuerzos, o sí el país es todavía un Proyecto. Me adhiero a la primera hipótesis. Sin embargo, debo reconocer dos limitaciones que dificultan ver con claridad este punto.
Una de ellas es la falta de debate público sobre qué país queremos ser. El resultado de las urnas no es un cheque en blanco de los ciudadanos que legitima cualquier rumbo. Sin un Proyecto y sin un plan que lo instrumente puestos sobre la mesa del debate público no habrá consenso social que nos "ligue” como comunidad.
La segunda limitación tiene que ver con los tipos de liderazgos que promovemos. Más que liderazgos carismáticos, tenemos cierta inclinación hacia líderes caudillescos. Tengamos presente que la lógica del caudillo no radica en conducir a sus pueblos hacia la construcción de una visión común, sino en convencer a estos que su visión -la del líder- es la que deben adoptar y seguir. En los discursos de este tipo de líderes, los límites divisorios entre el Proyecto de País y los proyectos políticos personales, son confusos.
Por la ruta del diálogo
De la lógica del fanatismo e intransigencia propias de la intolerancia, se sale por la puerta opuesta de la comprensión. Comprensión que nos lleva al camino del diálogo y del consenso. Claro que ello requiere humildad y empatía para entender y escuchar al otro.
En el ámbito de las políticas públicas, el camino del diálogo, también es inevitable. Ello por cuanto las políticas publicas son las acciones de gobierno que dan respuestas a las demandas de la sociedad. Sociedad representada en su multiplicidad de voces en el diálogo abierto, plural y respetuoso. Democracia y pluralidad se retroalimentan.
Con la vista puesta en la proa
Siempre he pensado que echar toda la culpa a la Política, además de injusto es un reduccionismo inconducente, que nos deja en la antesala de la frustración. No hay forma de modificar el pasado. Sí podemos en cambio, hacer más amigable el presente y proyectar un futuro donde la solidaridad sea principio ordenador de la sociedad. Y para ello, hay una sola herramienta: la educación. Sin embargo, nunca figura en la agenda de las urgencias, siempre está en la lista de los debates pendientes. Y ahí sigue, pendiente.
Con la vista puesta en la proa, advertiremos la necesidad de educar para formar liderazgos democráticos y con juicio crítico. Líderes éticos que despierten tal fuerza moral capaz de unirnos fraternalmente en la búsqueda del bien común. Que inspiren el compromiso comunitario y entiendan que siempre es el momento apropiado para hacer lo correcto, aunque no sea tan popular ni tan exitoso para los proyectos personales.
Por Miryan Andujar
Abogada, docente e investigadora Instituto de Bioética de la UCCuyo
