Excelentes gestiones de los gobiernos provincial y nacional para terminar de separar los obstáculos técnicos, no arancelarios, que impedían en los hechos la exportación de uva en fresco a China. El problema es que la solución llega demasiado tarde, ya no tenemos uva. No tenemos la que tuvimos y la exitosa negociación servirá, en el más optimista de los casos, para la que podamos tener. De las 20 millones de cajas de uva proyectadas de la mejor calidad mundial, en la última temporada tal vez hayamos llegado a 3. 17 millones menos afectados por la peor calamidad que reconocen el comercio y la producción, las erróneas decisiones humanas. ‘Hice todo lo que me dijeron, es más, hice todo lo que había que hacer y estoy fundido, he debido dividir mi finca en loteo para hacer una moneda y dedicarme a otra cosa‘, me contaba casi lagrimeando un apostador a la gran esperanza de granos sabrosos, turgentes y caros que cosechó y vendió pocas temporadas. ¿Problemas climáticos? Y, algunos hubo, pero el temporal más fuerte se desató en los escritorios donde se diseña la macroeconomía del país que va de una banda a la otra sin que se pueda planificar. Lo más fuerte y persistente ocurrió en la última gestión nacional que destruyó la totalidad de las economías regionales manteniendo una tasa cambiaria insoportablemente baja con costos internos creciendo cada año en dólares. Los precios internacionales no reconocen estos vaivenes y rara vez admiten oscilaciones tan altas. Está claro también que nuestro país no ejerce influencia en los precios de casi nada. Para decirlo con más dureza, si la Argentina, Dios no lo quiera, desapareciera, no se afectaría ningún precio en el mundo. No podemos esperar que el mundo se adapte a nosotros, somos nosotros los que debemos adaptarnos. Pero no lo entendemos. 
Algo similar a la uva en fresco ha pasado con las pasas. La última vez que consultamos, de 30 destinos fijos de exportación quedaban cerca de 10, muchos de ellos manteniéndose por amistad o cercanía geográfica. Pregunté a algunos de los pocos que insisten en la fruta fresca ¿ahora les irá mejor? ‘Para saberlo tenemos que esperar por lo menos 3 ó 4 años‘, me respondieron. Muchos, como mi primer amigo, no resistieron el ahogo y directamente levantaron definitivamente las parras. Otros, también con la tristeza de volver a dar trabajo a los parraleros (‘ellos tienen laburo tanto para plantar como para levantar‘, me decían), cambiaron para atrás volviendo a las variedades tradicionales. ¿Logrará la ilusión actual entusiasmar de nuevo a los agricultores? ¿Proveerá alguien el financiamiento para que volvamos ver esas grandes extensiones de Superior, Red Globe y otras que nos enorgullecieron sabiendo que podíamos aspirar a ser uno de los mayores y mejores productores del mundo? Si hasta se pensó en la necesidad de ampliar el aeropuerto para tener una zona de carga. Se instalaron frigoríficos de gran capacidad. Con el aceite y las aceitunas pasó lo mismo. De agotar los viveros mundiales de olivos y plantar con la más moderna tecnología del planeta, a vender el aceite en las casas o diseñar delikatessen para zafar. 


Siendo justos con la historia, salvo pequeños dirigentes que siempre hay, la mayoría coincidió durante fines de los ochenta y los noventa del siglo pasado, en que San Juan había llegado a una crisis terminal del monocultivo. La única fuente de riqueza genuina en la provincia era la vitivinicultura porque la otra fuente era el Estado, que cada vez recaudaba menos con una población que crecía más. Los funcionarios calificaban para ministros de economía más por su disposición a viajar o tener contactos en Buenos Aires que por su capacidad técnica o imaginación. El oportunismo de Leopoldo Bravo, hombre de peso indiscutible en la política nacional, abrió la ventana del Acta de Reparación Histórica consiguiendo incluir a San Juan en el cuarteto que completaban las provincias de La Rioja, Catamarca y San Luis, a las que se asignó tres tipos de promociones, la industrial, la agrícola y turística.

Ha quedado demostrado que Argentina no ejerce influencia en ningún mercado.

Era una forma sensata de dar condiciones para que provincias que no tenían destino sustentable lo buscaran atrayendo capitales de inversión. El bastón de la escuadra lo llevaría la industria, que podría aplicar impuestos nacionales a levantar fábricas que no solo aportarían valor agregado a las materias primas regionales sino que tenderían a diversificar la ruta del trabajo que ya no iría solamente de la viña a la bodega. El turismo, con beneficio fiscal menor, igual levantaría hoteles que ampliaron la por entonces escasa capacidad de camas de la provincia y desarrollaría emprendimientos interesantes en el perilago de Ullum. El agro quedó abarcado por lo que popularmente se conocería como ‘diferimientos impositivos‘. Los beneficiarios no quedaban exentos de pago de impuestos, sino que pagarían más tarde, era como un préstamo a tasa cero por 15 años. Los diques que se proyectaron tenían una justificación, la ampliación de la frontera agrícola en 30 mil hectáreas que con el acopio de agua y la técnica del goteo se podrían regar, 130 ó 140 mil en total pero de producción intensiva, de alta calidad y buenos precios. Fue un buen sueño que se terminó. Ese sistema, por lo menos en dos rubros, la industria y el agro, está en decadencia. Un mismo Estado programó y destruyó. Es cierto, con distintas administraciones. Lo bueno es que aquella idea tuvo resultados durante el tiempo suficiente como para mejorar nuestra vida y luego llegó la explotación minera que nos seguirá dando el flotador que siempre dan los recursos no renovables. En las décadas que vienen, los que gobiernen, quienesquiera fueren, tendrán tiempo para pensar cuál será el relevo económico que supla aquel que planificaron y desarrollaron dirigentes que evitaron que hoy seamos Santa Cruz. Que así sea.