Fue motivo de muchos comentarios y no menos preocupaciones nuestra nota de la semana anterior sobre la situación laboral en la provincia y sobre todo la conclusión de que nuestra Tasa de Actividad, que es la relación entre la gente que está en condiciones de trabajar y la que trabaja o busca trabajo, sea la segunda más baja del país después de Formosa.

Este dato permite especular sobre la posible razón de que nuestro índice de pobreza sea también uno de los más altos no sólo de la región sino del país. Metiéndonos más adentro de los números vemos que este índice, el de actividad, que es de apenas del 33,6% y que nos está indicando que trabaja menos de 1 de cada 3 sanjuaninos (al 33,6% hay que descontar el desempleo), tiene una componente más rara y grave: que hay casi dos tercios de la población que está en condiciones de trabajar y no lo hace ni lo intenta.

Del Gran San Juan, de 499.000 habitantes, 216.744 no satisfacen la Canasta Básica.

Algo significativo es que esto no siempre fue así y que el problema se agudizó en el cuarto trimestre del año pasado. Efectivamente, mientras que de abril a junio la cifra daba el 41,3%, casi normal, bajó de julio a septiembre al 37% y se desplomó al 33,6% de octubre a diciembre de 2016. ¿Qué pasó? Debería ser motivo de estudio de especialistas que disponen de datos que exceden la misión periodística porque la Población Económicamente Activa (PEA), que es la que trabaja o busca trabajo, fue descendiendo significativamente para quedar en uno de los porcentajes más bajos del país.

El descenso no fue problema general porque, por ejemplo, Mendoza arrancó el segundo trimestre con una Tasa de Actividad del 43,9%, subió al 46,1% en el tercero y moderó al 45,4% a fin de año regulando totalmente en línea con la media nacional que fluctuó entre el 46% y el 45,3% en el mismo período. Para terminar recorriendo la región, que tiene grandes similitudes, San Luis-El Chorrillo osciló entre el 43,9% y el 39,6%, es decir, nuestros vecinos tuvieron movimientos normales y hasta dentro de los márgenes naturales de error de cualquier encuesta.

Yendo ahora a los números crudos, nuestra querida provincia tiene 21.000 personas con problemas de empleo entre 8.000 desocupados y 13.000 subocupados, a los cuales se agregan otros 27.000 que tienen empleo pero demandan más horas por día. Si sumamos todos llegamos a 48.000 que no están conformes con su situación laboral o directamente no tienen trabajo. Ahora, si comparamos la PEA local con la media nacional o con la región también estamos muy abajo en porcentaje y cifras netas.

El conjunto de los que tienen trabajo o lo buscan es en el Gran San Juan de apenas 168.000 personas para un aglomerado urbano de más de 499 mil mientras que la relación, en nuestros vecinos del Gran Mendoza, es de 425.000 contra 936.000 y la media de los 31 aglomerados urbanos considerados en la Encuesta Permanente de Hogares da 12 millones y medio sobre un total de 27 millones. De hecho los porcentajes son claros y en Argentina trabajan o quieren trabajar casi la mitad de los disponibles, el 45,3%, casi la mitad o uno de cada dos, cuando entre nosotros 33.6%, uno de cada tres.

Por si hubiera alguna duda, dado que no falta quien prefiere dar a todo una interpretación ‘política‘, todos estos datos son procesados por el Indec pero este instituto nacional se nutre de la información que le llega desde las correspondientes organizaciones provinciales como es, en nuestro caso, el Instituto de Investigaciones Económicas y Estadísticas que desde este año pasó a depender del Ministerio de Hacienda saliendo del de Producción. Esto último merecería una explicación más detallada de las autoridades porque resulta más coherente que las cifras sean interpretadas por la repartición en que está la Secretaría de Políticas Económicas (Producción) para, desde allí, diseñar los remedios a cada situación. Pero, son decisiones de organización interna de cada gobierno, habrá que ver los resultados de este cambio. 

Entre algunos de los comentarios que llegaron de la nota anterior hay uno muy interesante. Es el que nos aclara cuál es la metodología del nuevo Indec para determinar condiciones de pobreza o indigencia. No se toma una única vara para todos los distritos sino que se es más exigente con los económicamente más potentes. Esto tiene una razón que parece muy lógica: la calidad de los consumos de algunos lugares es distinta a la de otros.

Dicho de otra manera, ser pobre en la ciudad de Buenos Aires no es lo mismo que serlo en el noroeste argentino. En Buenos Aires puede que una persona gaste solamente en transporte la mitad de lo que en Catamarca alcance para comer. Este periodista estuvo viviendo en Palermo durante un mes y el encargado del piso (había uno cada dos plantas en el edificio) vivía en Florencio Varela. Tren subterráneo hasta el centro, combinación hasta Constitución, tren terrestre hasta un destino intermedio y luego bus hasta su casa. Eso todos los días de ida y vuelta.

En el extremo austral, en Ushuaia, puede que una ensalada fresca de lechuga y tomate cueste lo mismo que un asado aquí o que la calefacción se lleve buena parte de los ingresos mensuales todo el año. Por eso también los sueldos son distintos y reconocen la diferencia. San Juan está considerada una zona intermedia o, si se quiere, con posibilidades en un rango superior al de provincias naturalmente más escasas de recursos, por lo que la vara se levanta un poco y justifica que, en relación a nuestras posibilidades, la estadística nos considere más pobres que provincias del NOA o el NEA. Pero, las cifras son más frías y no duelen tanto como cuando se habla de seres humanos que conviven a diario con nosotros. Total que mide las necesidades alimentarias y mínimas para vivir, servicios básicos, luz, agua, gas, transporte y casi 30.000 que no comen todos los días.

Deja sin sueño saber cuántos más entrarían en la categoría de pobres si consideráramos el total de la población porque una intuición cargada con información visual nos anticipa que en el interior las cosas están peor. Más que para llorar, es para dejar de dormir.