Una palabra que se agregó al castellano con un fuerte contenido connotativo y semántico es el vocablo "tsunami'' (del japonés Tsu: puerto o bahía; Nami: ola).

Los terremotos, volcanes, meteoritos, derrumbes costeros, explosiones de gran magnitud, pueden generar un tsunami.

Cabe destacar que antiguamente se les denominaba marejadas, maremotos u ondas sísmicas marinas; pero estos términos han ido quedando obsoletos y en su lugar se le denomina "tsunami''.

Estos fenómenos pueden ser ocasionados por terremotos locales u ocurridos a distancia. Los primeros producen daños devastadores debido a que no se alcanza a contar con el tiempo suficiente para evacuar la zona.

Entre las causas de los tsunamis figuran los terremotos, éstos mueven en sentido vertical el fondo marino, deformándolo y el océano es impulsado fuera de su equilibrio normal. Cuando esta inmensa masa de agua intenta recuperar su equilibrio se generan las olas.

Los tsunamis son más frecuentes en el océano Pacífico, ya que las márgenes de éste son asiento de terremotos de magnitudes considerables, especialmente las costas de Chile, Perú y Japón.

También hay que considerar el tipo de falla que ocurre entre las placas de Nazca y Sudamericana. Una placa se va deslizando sobre otra haciendo más propicia la deformidad del fondo marino lo que, como ya se ha explicado da lugar a este fenómeno que puede llegar a resultar muy destructivo en las poblaciones costeras.

Tsunami no debe quedar sólo como una palabra que genere temor sino más bien una alerta, una vigilia, una alarma preventiva para evitar la catástrofe; porque la tierra, como dijo un famoso geólogo, es una campana y el mar su más alta resonancia.