Por Marcelo Ortega
Presidente de FilmAndes
Pasé un par de noches viendo Anthology como si el tiempo no hubiera pasado, maratoneando capítulos con una mezcla de curiosidad y fanatismo. Es raro lo que generan los Beatles: parece que se sabe todo, se escuchó todo, se vio todo y aun así sorprende. Más que una banda; son un fenómeno que todavía no terminamos de descifrar. Como un insomnio de adolescencia tardía me deje llevar por esta serie de Disney+ con casi 11 horas imperdibles.
Siete años de vértigo
Cuando los 4 de Liverpool (una ciudad de la periferia) arrancan con su primer LP en el 63 y se separan en 1970, pasan por etapas que a otros artistas les llevarían una vida. Y no hablamos solo de música: hablamos de peinados, drogas, rupturas, iluminaciones, viajes al ego, al estudio, al negocio, al ridículo, a la genialidadà
En ese poco tiempo ellos se inventaron todo: Rubber Soul, Revolver, Sgt. Pepper, o un Pájaro Negro o un Jardín de un Pulpo!, entre otras maravillas.
El mapa mental
Sí, fumaron lo que había que fumar. Sí, se fueron con el Maharishi buscando un orden espiritual que ninguna cuenta bancaria les resolvía. Sí, volvieron a Londres más confundidos que antes. Pero en ese caos -químico, emocional, existencial- encontraron un lenguaje nuevo.
Los lisérgicos los desbordaron, pero también los empujaron a explorar sonidos que no existían. La meditación no los iluminó del todo, pero dejó una marca estética y filosófica en canciones que todavía hoy usamos de banda sonora. Eran jóvenes intentando descifrar un mundo que cambiaba demasiado rápido. Igual que ahora.
Laburantes
Los Beatles fueron víctimas de todo lo que se puede sufrir con la fama: persecución, soledad, explotación, rupturas, presiones mediáticas y una exposición imposible de manejar. Los estafaron sus contadores. Los fans los amaron y los odiaron. Quemaron sus discos. De Lennon dijeron que era un traidor. De McCartney, que era un manipulador.
Y aun así seguían; se reían de la reina, de los periodistas, de los gobiernos, de los propios fans. Tenían una insolencia amable, una burla inteligente, una ironía de pueblo trabajador que no pedía permiso. Los pibes eran ¡hijos de laburantes!
El que los entendió
En medio de todo ese delirio, hubo un tipo lúcido: George Martin. El único capaz de escuchar una idea que parecía ridícula +¿y si hacemos una orquesta que suba de volumen a full?+ y responder +probemos+. Su rol fue conducir el caos. Eran geniales, pero también eran intensos, obsesivos, irracionales, caprichosos. Martin fue el puente entre su desbordante locura creativa con la técnica perfeccionista de la consola de grabación.
Símbolos
Podemos mirar su historia solo desde las canciones, pero también desde los símbolos.
El concierto en la terraza, tocando arriba del edificio sin permiso, improvisado final y principio a la vez.
Yellow Submarine: una pieza infantil con filosofía disfrazada de humor.
Helter Skelter: el primer grito del rock duro, antes del hard.
Something: una de las canciones más perfectas.
All You Need Is Love: himno global transmitido en vivo para un planeta que recién aprendía a conectarse.
Cada gesto, cada canción, cada desborde marcó una forma de imaginar lo que vendría.
¿Y ahoraà?
El desafío de ver Anthology , es nostálgico y existencial. ¿Qué produce nuestra época? ¿En qué momento decidimos que lo sensato era ordenar y repetir?
Los Beatles no cambiaron el mundo porque solo fueran genios, sino porque se permitieron el exceso, el error, la discusión, el absurdo, el juego, la contradicción. Tenían permiso interno para moverse. Y se movieron hasta que el mundo no pudo seguir igual.
Próximos siete
No se trata de imitarlos. Nadie necesita otro Gira Mágica y Misteriosa (o sí). Necesitamos recuperar esa sensación de que algo puede ocurrir si dejamos de administrar tanto y empezamos a crear más.
En tiempos donde todo es calculado y protocolizado, los Beatles recuerdan que la creatividad requiere cierto nivel de desorden: un desorden fértil, incómodo, audaz, vital.
Su legado no está solo en la música, está en la actitud: en la convicción de que en poco tiempo puede cambiarse todo.
La pregunta, entonces, no es qué hicieron ellos en esos pocos años. El desafío sería interrogarnos qué nos animamos a hacer nosotros en los próximos siete.

