Por Jorge Reinoso Rivera – Periodista e Historiador

Hoy lo podemos ver con claridad, su discurso socialista y de justicia social (peronismo), parecen haber pasado de moda. Es un error pensar que esto se debe a los trolls de las redes sociales, eso es sin lugar a dudas menospreciar la inteligencia del ciudadano. El progresismo peronista se está muriendo, simplemente porque sus políticas socialistas a gran parte de los jóvenes no cuajen, hoy los jóvenes en su gran mayoría no conciben obtener dinero sin trabajar, es decir que critican y desprecian que el Estado los mantenga con los famosos “Planes Descansar”, como suelo llamarlos, y también saben que eso no es progreso y que si quieren progresar o “hacer muchas monedas” (como suelen decir en su jerga juvenil), la única forma es, dicho por ellos, “laburando, trabajando, metiéndoles horas al laburo, creando emprendimientos, etc.”. Es decir, siendo “empresarios”, “innovadores” y creadores de su propio destino.

Lo que las “redes sociales” sí han logrado es que se caigan “todos los relatos” del peronismo que hoy “no soportan un archivo”, como la incorporación indiscriminada de gente a la administración pública, la creación permanentes de “curros” en el estado, el saqueo de sus arcas, el creciente ingreso de drogas al país, el incremento de la delincuencia con una justicia garantista zafaroniana, el deterioro de todos los servicios públicos. Todo aquello que afecte nuestra vida diaria, entre otros temas y la falta de algo muy simple que se necesita para gobernar: “sentido común”. Hoy todo se sabe y se procesa gracias a las redes, el mejor ejemplo es escuchar a los dirigentes peronistas hablar de salud pública, pero ellos se atienden en el Otamendi, les piden que viajen en trenes o colectivos y los dirigentes viajan en yates, autos de alta gama y viven en casas y barrios señoriales, se van a Cuba y España y están de fiesta en plena pandemia mientras que a la ciudadanía la obligan a estar encerrada en sus casas.

El progresismo está en problemas en buena parte del mundo occidental y sobre todo en Hispanoamérica. Sus expresiones políticas están perdiendo elecciones y su dominio del discurso cultural, antes hegemónico, ahora está en discusión, inmerso en una batalla cultural que se repite en diferentes países. Y todo comenzó en Argentina, invento nuestro, no, pero sí “made in argento”, Ecuador, Perú, Paraguay y recientemente Bolivia (Rodrigo Paz), Chile (José Antonio Kast) y ahora también en España donde el PSOE de Rodríguez Zapatero (en las sombras) y la cara visible del Presidente de Gobierno (Pedro Sánchez), sufrieron una catastrófica derrota electoral este 21 de diciembre pasado, ante el PP (derecha conservadora, donde se encuentra en sus filas la política y parlamentaria hispano-argentina y Marquesa, Cayetana Álvarez de Toledo Peralta Ramos) y Vox (ultra derecha, presidida por Santiago Abascal, amigo y discípulo del modelo Milei), en una comunidad autónoma donde gobernó más de 40 años el socialismo y perdiendo más del 50% de su electorado. A esto le tenemos que sumar Norteamérica (No América, porque americanos somos todos los que vivimos en este continente), de Donald Trump, la Italia de Giorgia Meloni, Hungría con Viktor Orbán, Alemania con el Canciller Friedrich Merz.

El progresismo atraviesa su mayor crisis en Hispanoamérica.

El progresismo peronista ya no tiene una visión de futuro, no es optimista. Se queja de las redes sociales, de la tecnología en general, de los valores de la clase media (a los que antes defendía), no desea la vuelta de la “meritocracia”, más bien la aborrece, sin ofrecer un camino hacia adelante. Al revés, propone resistencias sin programa o regresos a paraísos perdidos, como cualquier movimiento conservador. Un ejemplo de esto es su postura sobre la legislación laboral, donde denuncia flexibilizaciones de parte de la derecha, pero no propone soluciones para un modelo que, con la mitad de los trabajadores fuera del sistema, claramente ha fracasado.

Los gobiernos progresistas no pudieron profundizar los cambios estructurales ni romper con el extractivismo, quedando atrapados en la gestión económica y la defensa de lo logrado. La bonanza de las materias primas terminó, exponiendo las limitaciones de los proyectos redistributivos y generando descontento popular. Las bases sociales se desencantaron; la juventud no cree en la dirigencia.

En una palabra, el peronismo progresista y de la Justicia Social, murió con Perón. Hoy a los dirigentes actuales y militantes del PJ solo les importa su metro cuadrado y no el conjunto social que somos todos los argentinos, ellos robaron y exprimieron el estado y a cambio recibieron de la mayoría de la sociedad, lo mismo que pasa cuando exprimes una vaca: UNA PATADA.