Por Alejandra Villagra – Licenciada en Educación

Octubre se presenta como un mes cargado de memoria y herencia religiosa, al conjugarse dos efemérides que, con el paso del tiempo, han adquirido un lugar permanente en nuestro calendario. En un momento donde priman la digitalización y la inmediatez, los movimientos misioneros organizados por parroquias, comunidades religiosas y jóvenes comprometidos demuestran que la vida interior sigue ocupando un espacio central en la cotidianidad, tal como lo hicieron, hace siglos, la primera orden religiosa que arribaron en 1492.
Simultáneamente, escuelas y centros educativos conmemoraron el Día de la Raza (12 de octubre), jornada que invita a reflexionar sobre los encuentros y desencuentros que marcaron a los pueblos originarios de América y los colonizadores europeos.

Dimensión espiritual e histórica

La pregunta que interesa sería: ¿cómo convergen la Dimensión espiritual y la histórica en la construcción de nuestra identidad colectiva?

El punto de partida de esta transformación continental se remonta a la llegada de Cristóbal Colón al continente americano en 1492, un hecho que abrió un nuevo capítulo en la historia de América. La colonización produjo cambios profundos en la vida social, cultural y religiosa de Centro y Suramérica. En ese marco, la evangelización desempeñó un papel central, no solamente para difundir la fe, sino también como espacio de interacción entre culturas.

Las órdenes religiosas en particular los frailes franciscanos, desplegaron un interés significativo en comprender la cosmovisión de los pueblos originarios. Su objetivo no era únicamente enseñar la religión cristiana, sino acercarse al mundo indígena, aprender sus costumbres, sus lenguas y sus formas de ver la vida. De ese impulso surgieron estrategias pedagógicas innovadoras, como el Catecismo Testeriano, elaborado por Jacobo de Testera. Aunque su uso estuvo limitado a ciertas regiones de México, representó un hito: un sistema basado en pictogramas que transmitía conceptos de la fe de modo visual, adaptándose a la tradición indígena de comunicación gráfica.

Mes de las Misiones

En toda América Latina, estos primeros esfuerzos de evangelización establecieron un legado que trasciende los documentos: la fe y la cultura quedaron entrelazadas. En ese sentido, la Iglesia Católica instituyó octubre como el ‘Mes de las Misiones‘, un tiempo dedicado a recordar la labor de quienes llevaron la fe a comunidades alejadas y, al mismo tiempo, celebrar la diversidad cultural que caracteriza al continente. La convergencia entre esta Dimensión espiritual y la histórica no es casual: ambas celebraciones, Mes de las Misiones y Día de la Raza, invitan a reflexionar sobre la fusión de culturas, la riqueza de los pueblos originarios y los procesos históricos que transformaron la región. De este modo, puede entenderse que espiritualidad y cultura están profundamente entrelazadas, y que ambas continúan influyendo en la identidad de nuestros pueblos.

De este modo, sabemos por qué en la Iglesia octubre es considerado el mes de las misiones y por qué esta fecha está tan vinculada con las culturas aborígenes como forma de inculturar el evangelio: porque la fe no solo se propone, sino que busca dialogar con las raíces, las lenguas y las tradiciones de quienes la reciben.