Por Ricardo Sánchez Recio Orientador Familiar, Profesor de Química
En artículos anteriores, señalamos que educar La sexualidad y La afectividad de los hijos es ‘enseñar a amar para saber amar’’. Amar es pedir perdón y perdonar, aunque esto no es fácil. Escribe el Papa Francisco: ‘Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable, pero nadie dice que sea fácil. La verdad es que La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a La comprensión, a La tolerancia, al perdón, a La reconciliación. Ninguna familia ignora que el egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia y a veces hieren mortalmente La propia comunión: de aquí las múltiples y variadas formas de división en La vida familiar’’ (AL,106).
La actitud en La pareja
en La vida matrimonial frecuentemente podemos ser ofendidos o lastimados por ignorancia o por malicia, por lo que hay que aprender a practicar el perdón rápido, sincero y pleno, buscando los cambios que La justicia reclama para que exista La paz entre ambos. Jesús nos enseñó que las claves del amor son el perdón y La misericordia. Por eso insistió que había que perdonar siempre (Mateo 18, 21-35), y toda su vida fue un prolongado acto de amor y de perdón.
Tres actitudes deben observar los esposos cuando llegaron a ofenderse: pedir perdón, olvidar las ofensas y corregirse de los defectos.
Pedir perdón
Ante una ofensa se pide perdón inmediatamente, y se perdonan generosamente, sin tomar revancha. Ciertamente, no negamos el mal que nos han hecho, y hasta nos enojamos en el momento de La ofensa, pero cuando se ‘calman las aguas‘ hay que pedir perdón rápidamente. Tendremos que estar dispuestos a disculpar errores, olvidos, defectos, etc. Perdonar nos libera del odio, del rencor, de La venganza, de La tristeza, del resentimiento, y así conseguimos La paz interior y el seguir adelante.
Olvidar las ofensas
El segundo paso es olvidar las ofensas definitivamente. El amor se prueba en el perdón, como Cristo, que, muriendo en La cruz, nos perdonó: ‘Padre, perdónalesà‘ El ‘yo perdono, pero no olvido‘ no es perdonar, porque después saca La ‘factura‘. Olvidar es no conservar rencor en el alma. Perdonar es ‘poner La otra mejilla‘, o sea, renunciar a La venganza y desear, a pesar de todo, lo mejor para el otro. Hace falta ‘purificar La memoria‘ de las ofensas recibidas. ‘El perdón por La injusticia sufrida no es fácil, pero es un camino que La gracia hace posible‘ (AL,242). Hay que recurrir a La ayuda de Dios para esta sanación por La oración y los sacramentos.
Corregir los defectos
Por último, ambos deben estar dispuestos a cambiar y corregirse en aquello que ofende al otro. Para esto, hace falta dialogar mucho, con el deseo de ser cada vez mejores y así hacer más feliz al cónyuge. Ciertamente, el éxito no es asunto de un día; puede llevar tiempo el corregirse, por ello, deben ser indulgentes y pacientes entre sí.
Perdonar es amar. ¿Cómo no perdonar, si todos necesitamos ser perdonados?, porque todos ofendemos a los demás, a veces, sin darnos cuenta.
en el Padrenuestro decimos: ‘perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden‘. Los esposos que se aman de verdad, cultivan La comprensión, La tolerancia y La reconciliación, y se perdonan siempre, porque Dios nos perdona siempre.

