El auge del poder y de la influencia de la nación indígena aymara en Bolivia ha sido el mayor cambio político del país en las últimas décadas, impulsado por el éxito del expresidente Evo Morales y el partido de izquierda que él fundó. Pero a medida que Bolivia se prepara para elecciones presidenciales el 17 de agosto, parece cada vez más claro que los votantes indígenas están abandonando el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que se ha proclamado defensor de sus intereses. Los votantes de las comunidades aymaras y quechua afirman que su lealtad al MAS se ha visto mermada por la peor crisis económica que ha sufrido el país en décadas, y los bolivianos más jóvenes, en particular, dicen que las cuestiones de identidad ahora parecen menos importantes.
“Las mayorías indígenas tienen que lidiar con cómo ganar dinero”, dijo Sayuri Loza, una influyente aymara en las redes sociales e hija de Remedios Loza, la primera mujer indígena en ingresar al parlamento boliviano como diputada en 1989.
“La necesidad económica, de educación y de salud (…) de ninguna manera están cubiertas”, dijo la mujer de 42 años, que no tiene previsto votar por el MAS.
Bolivia tiene la mayor proporción de población indígena de cualquier país de América Latina, con alrededor del 62% del total de sus habitantes, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas.
Compuesta por diversos grupos étnicos, los más numerosos son los aymaras y los quechua, que durante mucho tiempo han sido la columna vertebral del MAS, que ha dominado la política del país durante casi dos décadas. Ahora, el apoyo a candidatos de izquierda y del MAS está por detrás del de la derecha opositora.
Una encuesta de julio de Ipsos CIESMORI mostró que Andrónico Rodríguez, el principal candidato de izquierda, distanciado del MAS, contaba con solo un 6% de apoyo, frente al 19% que tenía a principios de año. Otra candidata de ascendencia aymara, Eva Copa, se retiró de la carrera la semana pasada. En tanto el candidato del oficialista MAS obtuvo alrededor del 2%.
Bolivia tiene la mayor proporción de población indígena de cualquier país de América Latina, con alrededor del 62% del total de sus habitantes, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas.
El presidente Luis Arce no busca una reelección
Casi la mitad del electorado tiene menos de 35 años, una generación que no ha conocido otra era política que la marcada por Morales, el primer líder indígena de Bolivia, y Arce, su sucesor. Los votantes más jóvenes, como Lirio Fuertes Mamani, de 29 años, que dirige una marca de moda y enseña el idioma quechua en TikTok, dijeron que las promesas del partido se quedaron cortas.
La clase media emergente de Bolivia, en su mayoría indígena, ha traspasado la política identitaria, y la generación más joven abarca diversas profesiones, según el académico Renzo Abruzzese, que imparte clases en las universidades Nur y Gabriel René Moreno de Santa Cruz.
Surgen las tensiones
La elección de Morales en 2006 fue un momento histórico para una nación en la que los grupos indígenas se habían sentido durante siglos como ciudadanos de segunda clase. Hasta mediados de la década de 1950, se les prohibía entrar en la plaza situada frente al palacio presidencial. La servidumbre no se abolió hasta 1945.
Antes de su primera toma de posesión, Morales recibió el bastón de mando en el yacimiento preincaico de Tiwanaku, comprometiéndose a conceder derechos a la mayoría amerindia.
Tensiones con algunos grupos indígenas surgieron por primera vez en 2011, cuando Morales quiso construir una carretera que atravesaba territorio indígena en la Amazonía boliviana. Estallaron protestas y las relaciones del partido MAS con algunos grupos nativos nunca se recuperaron.Morales, que fue presidente durante tres mandatos hasta 2019, tiene prohibido presentarse a las elecciones tras un intento fallido de cambiar la Constitución para permitir un cuarto mandato. Ahora se encuentra escondido en la región cocalera del Chapare, después de que en diciembre un tribunal dictara una orden de detención contra él por abusos a menores y terrorismo. El expresidente niega las acusaciones.
“Voto bolsillo”
Estas elecciones se celebran en momentos en que Bolivia se enfrenta a su peor crisis económica desde mediados de la década de 1980. Las exportaciones de gas natural se han desplomado, la inflación ha alcanzado su nivel más alto en 40 años y escasean los dólares. La moneda boliviana ha perdido la mitad de su valor en el mercado negro este año, a pesar de que el tipo de cambio oficial se ha mantenido artificialmente estable gracias a la intervención del Gobierno.
Los votantes indígenas urbanos y con mentalidad empresarial cuestionaban la relevancia del MAS, y muchos culparon al modelo de “gastar para crecer” del partido gobernante por la recesión, según el analista político quechua Andrés Gómez.
Las encuestas muestran que los candidatos conservadores Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga lideran la carrera, pero ninguno de los dos cuenta con más del 30% de apoyo, mientras que un tercio de los bolivianos siguen indecisos.
Si ningún candidato gana las elecciones de agosto, se celebrará una segunda vuelta el 19 de octubre. Para ganar en primera vuelta un candidato debe obtener la mitad más uno del total de los votos, o un mínimo del 40% del total con una diferencia de al menos 10% en relación con la segunda candidatura. Algunos votantes indígenas que no apoyan al MAS también se mostraron escépticos con respecto a las alternativas.
Por Mónica Machicao y Lucinda Elliott
Agencia Reuters

